Éxito policial

09/02/2019 - 15:01 José Serrano Belinchón

Tres horas después, una vez avisada la Policía, los centros sanitarios y los establecimientos farmacéuticos, donde antes o después lo pudieran llevar, se descubrió a la raptora.

El suceso ocurrido en nuestra ciudad hace solo unas fechas, conmocionó a una buena parte de la población y ha servido de comentario en los medios de todo el país por lo que tuvo de inusual y de extraordinario. Una mujer vestida de enfermera que dijo ser pediatra, entró en una de las habitaciones del Hospital de Guadalajara, y cogió a un niño recién nacido, diciendo a la madre que le tenían que hacer no sé qué clase de prueba ordinaria para los neonatos. La fingida doctora se marchó del hospital con el niño como cosa propia.

            Un niño no es una cosa, es un ser humano con todos sus derechos desde el mismo instante de su nacimiento. Por fortuna, tres horas después, una vez avisada la Policía, los centros sanitarios y los establecimientos farmacéuticos, donde antes o después lo pudieran llevar, se descubrió a la raptora; pues había adquirido en la farmacia del pueblo leche en polvo y otros productos especiales para recién nacidos. La ladrona fue detenida y el niño devuelto a sus padres.

            Son infinitos los delitos que en variedad y cantidad se pueden cometer en una ciudad  tranquila como es la nuestra. Si bien, el que comentamos hoy ha roto los moldes de lo ordinario, y ha contribuido a aumentar ese velado temor que mucha gente tiene a salir de noche, a mantener abierta la puerta de su casa, a dejar solos a los niños mientras juegan en el parque y, ahora también, a vigilar a los recién nacidos que pueden ser secuestrados en el lecho de su madre.

            No se trata de algo nuevo; miles de años atrás -así está escrito en la Biblia, capitulo 3 del Libro de los Reyes- una mujer, cuyo hijo murió al haberse recostado sobre él mientras dormía, intentó cambiarlo por el de otra madre vecina que, como ella, yacía en cama con su hijo acabado de nacer. Fue Salomón, el rey sabio, quien decidió de cual de ellas sería el niño vivo, ordenando que se partiera en dos con una espada y diesen la mitad a cada una. La madre verdadera se negó a que hicieran eso con su hijo, y cedió en favor de la otra mujer. El niño se le entregó, por orden del rey, a la que era su verdadera madre.

            En vista de lo ocurrido y de lo que pueda ocurrir, ahora comprendo el por qué los padres y las madres jóvenes -cuando no los abuelos-, acompañan al colegio a sus niños pequeños y los vuelven a recoger a la salida. Algo falla por cuanto a la seguridad de los niños en nuestro país, siempre difícil de lograr plenamente.

            La raptora en cuestión fue puesta en libertad con cargos a los cuatro o cinco días de haber cometido el delito; decisión que, considerada su gravedad, nos parece, a mí y a muchos más, cuando menos benévola.