¿Fascista ella o fascista yo?

02/07/2018 - 20:03 J. Pastrana

La segunda entrega de Sicario no podía haber elegido mejor momento para llegar al cine. Su punto de partida, la posible presencia de terroristas entre los inmigrantes ilegales que llegan a suelo occidental, espolea la polémica en torno a una película que, por lo demás, es una digna, aunque menor, sucesora de la memorable producción dirigida por Denis Villeneuve.

A veces el cine no es más que un espejo de la sociedad. Puede que alucinado, extremo o delirante, pero espejo. Y eso es precisamente lo que le ocurre a la segunda parte de Sicario. La película aprovecha el terror que sentimos por el terrorismo islámico para saltar de inmediato al funcionamiento de esas cloacas del Estado a la que tan fácilmente nos hemos acostumbrado. En los 70, sonreíamos al ver a Harry El Sucio impartir justicia. Ahora, toleramos que agentes de la CIA asesinen a familias de delincuentes si con eso se puede detener, no ya a los malos, si no al peligro que amenaza Occidente. Porque si hay algo de lo que podemos estar seguros es de que los tiempos de la inocencia han llegado a su fin. Ya no hay buenos y malos, ahora solo hay bandos y muchos monstruos en cada uno de ellos.

 

Cambio de conductor. Sicario: El día del soldado esta dirigida por Stefano Sollima, que tiene la nada agradable misión de hacer olvidar el estupendo trabajo realizado por Denis Villeneuve. Quien sí repite es Taylor Sheridan, un guionista capaz de dotar a todos sus guiones, desde el primer Sicario a Comanchería y Wind River, de una violencia poco amiga de las grandes coreografías, seca y realista, dos adjetivos que también podrían aplicarse a sus personajes, que se desarrollan más por acciones y silencios que por diálogos.

 

La segunda parte de Sicario retoma a los personajes de  Josh Brolin y Benicio del Toro, dos machos cabríos que deben mucho al aura de misterio que les envuelve. Sin embargo, aquí cambia un matiz. En la primer parte, era el personaje de Emily Blunt el que encarnaba el aspecto terrenal, humano y débil de la historia (esto también daría para una lectura de género, por cierto). Ellos dos funcionaban como auténticas fuerzas de la naturaleza, casi dioses vengadores implacables, no demasiado lejanos  al demente y psicópata Anton Chigurh que interpretara Javier Bardem en No es país para viejos. Ahora, sin Emily Blunt en la historia, les toca a ellos ser humanos… Poco, es verdad, pero humanos a fin de cuentas.

 

Vivimos en una época en la que watsapp se llena de mensaje racistas en cuanto se tiene noticia de la llegada de 100 refugiados a suelo occidental. En estos momentos, Europa construye su futuro político sobre los pilares del miedo al extranjero y Trump en Estados Unidos... Bueno, qué decir. Y en ese contexto, Sicario arranca con la llegada de inmigrantes ilegales a EE. UU. a través de la frontera Mexicana para, segundos después, mostrarnos a tres terroristas islámicos inmolándose en un supermercado. A partir de ahí, la lucha contra el terrorismo legitima un plan totalmente amoral. El encargado de ejecutarlo será el frío personaje interpretado por Josh Brolin, que volverá a reclutar al de Benicio del Toro, un hombre obsesionado con vengarse de los cárteles mexicanos.

 

Sollima, elección ideal para esta película gracias a producciones como Gomorra y Suburra, retoma el estilo seco de Villeneuve, violento, tenso y espectacular a su manera, pero no estético. Por desgracia, el peso de la trama no está tan bien repartido como en la primera película. Al caer directamente sobre Brolin y Del Toro, se pierde esa ambigüedad que tan bien reflejaba Blunt. Ahora todo es más superficial, aunque las críticas a nuestra sociedad siguen ahí, soterradas, pero evidentes: atentos al momento en que se revele la auténtica nacionalidad de los terroristas islámicos. Atentos también al carácter de los políticos encargados de aprobar y suspender misiones de guerra sucia contra los cárteles, nada nuevo para quien haya visto Peligro Inminente. Y por último, atentos a esa escena en la que un pandillero, después de haber cruzado la frontera con un grupo de inmigrantes ilegales a los que trata como ganado, es devuelto a su hogar en un coche que conduce un ama de casa rubia, estupenda, con bebé y todo en el asiento de atrás que le dice “enséñame una forma más fácil de ganar dinero y lo haré”.  La pirámide alimenticia descrita en menos de un minuto.

 

Decir que Sicario es una película fascista o de extrema derecha resulta excesivo. Ni siquiera es tan dura como su predecesora, aquella en la que Benicio del Toro sí desplegaba todo su ansia de venganza en un desenlace brutal. Es verdad que El día del Soldado muestra los argumentos que esgrime la extrema derecha para promover el odio al extranjero, pero eso es tan cierto como que muestra la otra cara de la moneda. Es una película de acción, sí, pero verla y pensar en lo que muestra también nos ayudará a conocernos un poquito mejor a nosotros mismos. Porque a lo mejor, lo único que vemos en ella es nuestro propio reflejo.

 

FICHA TÉCNICA

 

Título: Sicario: Day of the Soldado (EE UU, 2018)

Duración: 122 min.

Director: Stefano Sollima

Guion: Taylor Sheridan

Reparto: Benicio del Toro, Josh Brolin, Matthew Modine, Catherine Keener.