Fieles estudiosos y muy observadores

Algunas de ellas tuvieron suficiente con echarle una sola mirada al suelo para descubrir cual profundo habían picado los trabajadores. El guía de la visita les dio la razón. El suelo estaba unos 60 centímetros más bajo de lo habitual. Otros se preocupaban por los retablos, por los lugares que ocuparían las lápidas en el futuro y por si las obras estarían terminadas a tiempo. Desde luego, poder conocer el edificio desnudo, con casi todos sus secretos expuestos a la vista de cualquiera y explicados por auténticos doctores en la materia, fue una oportunidad única. Procese la religión que procese una persona, edificios como la concatedral ya están más allá de las creencias y se han convertido en auténticos pedazos de historia, con sus imperfecciones, sí, pero imprescindibles.