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Fiestas de otoño
Halloween es una fiesta alegre, que celebra la vida, divertida para los niños.
Llega el otoño con timidez, sin el estrépito de otras ocasiones, unas semanas después de su marca en el calendario. La naturaleza torna su color y el verde da paso al amarillo, a los tonos ocres, al color terroso, naranja y rojizo de las hojas que pierden su clorofila, de los árboles que se desnudan, única lluvia que –a este paso– vamos a presenciar este año. En el mercado intentan destacar las frutas de este período, ahora que no hay frutas de temporada: membrillos, uvas, peras, manzanas... Es tiempo de castañas y nueces, de níscalos y setas de cardo, aunque veremos más de las primeras que de las últimas. Es tiempo de cambio de temperaturas, de menos horas de sol, de días más cortos. Y es tiempo de fiestas, de celebración del fin de ciclo natural.
El primero de noviembre es la fiesta del Día de Todos los Santos y el día 2 la Fiesta de los Fieles Difuntos. Tanto una como otra han perdido en cierta forma su sentido original. Hoy en día, ni la primera celebra a quienes habiendo superado el purgatorio se han santificado alcanzando el cielo, ni la segunda se centra en rezar por quienes están expiando sus penas en dicho lugar. Desde que el purgatorio no se sabe si existe o no, si es real o simulado, desde que su amenaza ha desaparecido incluso para los creyentes más tenaces, estas fiestas han perdido su sentido original y hoy se celebra el recuerdo de los seres queridos desaparecidos, aunando las dos fiestas en una, sin la marca religiosa de antaño.
Desde hace algunos años, a esas dos fiestas tradicionales se ha sumado una más, celebrada el 31 de octubre por niños y jóvenes, y por tanto más alegre y festiva. Me refiero, claro está, a Halloween, que frente a lo que muchos opinan tiene una larga tradición detrás. Aunque muchos de sus detractores alegan a esa falta de tradición para rechazarla, podemos encontrar celebraciones similares en España desde antes de la aparición de los Estados Unidos como país. El uso, por ejemplo, de calabazas huecas decoradas con velas es tradicional aquí desde tiempos inmemoriales.
Halloween es una fiesta alegre, que celebra la vida, divertida para los niños. Simplemente por ello debería merecer más respeto del que en ocasiones tiene. No faltarán en estos días los típicos aguafiestas que nos recordarán su origen estadounidense (lo cual no es cierto), su falta de arraigo (lo cual tampoco es verdad) o su perversión subliminal para nuestros hijos (lo cual es ridículo). No faltarán los cascarrabias que rechazan esta celebración por –ahí les duele– no ser acorde a sus creencias, que una vez más pretenden imponer al resto. Toda tradición evoluciona con la aportación de las distintas generaciones, y esta fiesta llena las calles de alegría, que falta nos hace.