Fuego
España tiene una extensión de 506.030 kilómetros cuadrados. Una superficie que puede parecer inabarcable pero luego si la pasamos a campos de fútbol, se entiende algo mejor. Las matemáticas nos dicen que un césped deportivo medio tiene 100 metros de largo por 50 de ancho y en una hectárea entran dos estadios. Si un kilómetro cuadrado tiene 100 hectáreas, al final hay algo más de 50,6 millones de hectáreas en España, lo que supera los 111 millones de praderas balompédicas.
Este verano han ardido más de 400.000 ha, o en pocas palabras, casi el 1% del territorio nacional se ha calcinado. Repetimos para que quede constancia y evidencia: El 1% de todo el suelo del país, se ha visto envuelto en el pasto de las llamas. Si pides 1,80 metros, es como si te laminan casi dos centímetros y si pesas 100 kilos, es como si te eliminan 1000 gramos de grasa. Es una auténtica salvajada en términos de daño.
Aquí podría venir una sesuda reflexión sobre el abandono del campo provocado por la reducción de la agricultura y la ganadería, las consecuencias de un exceso de celo sobre la protección de la naturaleza por encima del sentido común, las evidencias del cambio climático o la ausencia de inversión en invierno para que no haya problemas en verano. Siempre es más barato prevenir que extinguir, pero no nos queda claro hasta que no vemos el suelo quemado. Al menos de aquellas llamas, cruces y lloros del incendio de Guadalajara de de hace 20 años, nos queda la UME que se ha ganado el respeto nacional y se suma a la pléyade de organismos bienintencionados y con escasos recursos para llevar a cabo su absolutamente necesaria labor.
Este artículo no va de lamentar lo que ya se ve en los medios de comunicación, sino de hacer una reflexión sobre lo que es el último año y los servicios públicos del estado. Hace menos de un trimestre nos comimos un apagón que ha terminado siendo (investigaciones aparte) el hazmerreir de toda Europa. En todo este tiempo de vacaciones, se recomienda a todos los viajeros de Renfe que lleven agua, comida y entretenimiento porque la posibilidad de quedarse tirado de una forma u otra es elevado. No hemos soplado velas desde que la Dana arrasó el litoral valenciano y no se nos van las imágenes de la cabeza donde pueblo salva a pueblo del fango. Y en este verano hemos visto como provincias enteras casi terminan de color gris.
Si España de media ha sufrido casi el 1% de azote carbónico, en Ourense, este dato es aún peor. Si la provincia tiene 7273 kilómetros cuadrados, han ardido 96.000 Has, casi el 13% de todo su territorio. Repetimos para que quede más constancia y evidencia: el 13%. Casi nada. Lo peor de todo no es ver a los políticos soltando heces verbales para ver quién tiene la responsabilidad de algo que puede pasar en cualquier momento, pero que se puede evitar, es el cabreo que recibe el ciudadano sobre algo que no está funcionando.
Estas palabras no son una crítica al Gobierno de España (por supuesto) sino también a las propias Comunidades Autónomas (que también) que no han sido capaces de coordinarse para proteger sus bienes más preciados y a sus ciudadanos. No podemos quedarnos como conclusión con dos mensajes en redes sociales de un ministro o con la réplica por la falta de recursos. Es la constatación que el estado de las autonomías no funciona y al final los vecinos, habitantes, consumidores y españolitos medios, se encuentran más que desamparados a los problemas de verdad cuando hay conflictos en los servicios básicos. “Si quieren ayudan que lo pidan”. Por supuesto, lo hago ya: Queremos políticos (nacionales, regionales o municipales) que den la cara y antepongan el fin electo a sus propios objetivos. La gente no es que esté calentita, es que ya está echando verdadero fuego por la boca.
Mi propuesta es que se pueda votar a partir de 2027 en contra, porque así se vería el verdadero hastío de nuestro país. Ojala este cortafuegos no llegue demasiado tarde a los populismos y demagogias. Gestión por favor. El circo para cuando sobre dinero.