Ilustrísimos señores
En el año 1976, una editorial italiana de Padova publicaba un libo con este mismo título que en aquel tiempo causó verdadero impacto. Ilustrísimos señores era su título.
En el año 1976, una editorial italiana de Padova publicaba un libo con este mismo título que en aquel tiempo causó verdadero impacto. Ilustrísimos señores era su título. Su autor no era otro que el cardenal Albino Luciani, el más tarde malogrado pontífice Juan Pablo I, el papa que tan solo dirigió los destinos de la iglesia durante un mes. En aquel estupendo trabajo del “ papa periodista”, el autor escribía una serie de cartas a personajes célebres de la Historia de la Humanidad, ya fallecidos, en un abierto monólogo de admiración y de gratitud para cada uno de ellos. Allí figuraban entre otros muchos Hipócrates, Goethe, Teresa de Jesús, Guillermo Marconi y el mismísimo Pinocho como personaje de ficción, de cuyo pasar por la vida son infinitos los rasgos de los que el hombre de hoy se puede aprovechar. Personajes universales que el Libro de la Historia ha recogido para sí y ha impreso en sus páginas con letras que atravesarán impasibles el largo y monótono correr de los siglos.
Hay muchos hombres y mujeres más, perdidos por esos mundos de Dios, que tantos de nosotros hemos conocido y que pasarán por la vida en el más riguroso anonimato, de puntillas, sin hacer ruido, pero que dejaron en su en su aparente pequeñez honda huella, y de ahí que quienes convivieron con ellos, o los que en alguna ocasión se cruzaron por su camino y se asomaron de soslayo al fondo de su alma, los recordaran con singular afecto. Hombres y mujeres que, como el ababol o la tamarilla, no fueron sino un producto escogido del medio rural, gentes del campo condicionadas como cada cual al momento y a las circunstancias en las que les toco vivir; y lo hicieron guapamente, con gallardía, campeando a cada instante el temporal como Dios les dio a entender, con una fuerza tal, que al cabo de los años, y ya con sus nombres casi en el olvido, no nos debería resultar extraño traerlos a colación y recordarlos con un respeto infinito, como si el látigo de la muerte no los hubiese alejado de nosotros.
La provincia de Guadalajara está sembrada de personajes así. Hoy, puestos a rebuscar en las celdillas de la memoria, me han venido a la mano algunos de ellos, cuyos nombres y categoría humana, comenzaré a contarles a partir de la próxima semana.