Javier Fesser realiza una mirada a las entrañas del Opus Dei en Camino
01/10/2010 - 09:45
Amor, religión y Opus Dei son los elementos en que se sustenta Camino, tercera de las películas españolas en el Festival de San Sebastián y tercer largometraje de Javier Fesser, que venía de hacer El milagro de P. Tinto y La gran aventura de Mortadelo y Filemón.
El título de Camino adquiere en el filme un doble significado. Por un lado es el nombre de la adolescente protagonista de la historia, excelentemente interpretada por la debutante Nerea Camacho, pero también es el nombre de la obra de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, Obra (ahora con mayúscula) que impregna y envuelve toda la película como si fuese una película de terror a la que no le falta un fantasmagórico ser sobrenatural, en este caso un terrorífico ángel de la guarda.
La película sigue a una niña de 14 de años, cuya madre pertenece al Opus Dei y cuya hermana mayor, tras un desengaño amoroso, es una numeraria de la Obra que vive apartada de su familia. Camino vive dominada por una madre manipuladora y castradora, que trata de inculcarle ideas religiosas muy extremistas a su hija y quitarle de la cabeza la ilusión que la joven tiene por trabajar en una obra de teatro con su prima y otros compañeros de clase, sobre todo porque en ella está un chico que le gusta. Todo esto se irá al traste cuando a la joven se le descubra un tumor maligno que le llevará al hospital. La película contrapone la salud del cuerpo a la salud del alma, con un final terrible en el que la segunda se impone a la primera.
Muchas lecturas
Camino es una película muy compleja que tiene muchas lecturas. La primera de ellas sería la de la historia de la adolescente alegre que descubre el primer amor, y como su madre, con la presencia de un padre que calla aunque no comparte, la prepara para la muerte. Otra capa es la de como el filme retrata las entrañas del Opus Dei, no sólo a través del personaje de la madre, sino también con el de la hermana miembro de la Obra, que vive con otras compañeras en un piso de Pamplona y cuya labor parece estar dedica a la meditación y a ser las criadas de un grupo de hombres con el que no mantienen el menor contacto. Ahí habría otra película, que Fesser solo apunta. Un tercer nivel, ya mucho más profundo, es el de la manipulación y cómo se afronta la muerte de la protagonista (la película es un flash back, que empieza con la muerte de Camino y después se retrocede para contar sus últimos meses de vida), en donde la verdad puede quedar oculta ante otros fines mucho más espúreos.
Camino tiene muy poco que ver con el actual cine español. Está en otro nivel, muy superior. Incluso sus 143 minutos se hacen cortos. Cinematográficamente, es una película impecable, muy brillante, pero requiere verla con objetividad, sin posturas preconcebidas. En cualquier caso, la polémica está servida.
Verano en el campo
La segunda película en competición del jueves fue la canadiense francófona Mamá está en la peluquería, una historia nostálgica, ambientada en los años 60, en torno a tres hermanos y el verano en el campo que les cambió la vida. Está dirigida por Léa Pool, realizadora recordada en España por El último suspiro y muestra una familia desestructurada: La madre, periodista, cansada de su marido y del agobio de sus hijos, se marcha a trabajar a Londres, dejando a los chicos (una chica preadolescente y dos chicos menores, el pequeño con un leve retraso mental), a cargo del padre, que el filme apunta que puede ser homosexual. A todos les cuesta aceptar que la madre se ha ido y cuando los vecinos preguntan por ella, todos contestan al unísono que mamá está en la peluquería.
La película sigue a una niña de 14 de años, cuya madre pertenece al Opus Dei y cuya hermana mayor, tras un desengaño amoroso, es una numeraria de la Obra que vive apartada de su familia. Camino vive dominada por una madre manipuladora y castradora, que trata de inculcarle ideas religiosas muy extremistas a su hija y quitarle de la cabeza la ilusión que la joven tiene por trabajar en una obra de teatro con su prima y otros compañeros de clase, sobre todo porque en ella está un chico que le gusta. Todo esto se irá al traste cuando a la joven se le descubra un tumor maligno que le llevará al hospital. La película contrapone la salud del cuerpo a la salud del alma, con un final terrible en el que la segunda se impone a la primera.
Muchas lecturas
Camino es una película muy compleja que tiene muchas lecturas. La primera de ellas sería la de la historia de la adolescente alegre que descubre el primer amor, y como su madre, con la presencia de un padre que calla aunque no comparte, la prepara para la muerte. Otra capa es la de como el filme retrata las entrañas del Opus Dei, no sólo a través del personaje de la madre, sino también con el de la hermana miembro de la Obra, que vive con otras compañeras en un piso de Pamplona y cuya labor parece estar dedica a la meditación y a ser las criadas de un grupo de hombres con el que no mantienen el menor contacto. Ahí habría otra película, que Fesser solo apunta. Un tercer nivel, ya mucho más profundo, es el de la manipulación y cómo se afronta la muerte de la protagonista (la película es un flash back, que empieza con la muerte de Camino y después se retrocede para contar sus últimos meses de vida), en donde la verdad puede quedar oculta ante otros fines mucho más espúreos.
Camino tiene muy poco que ver con el actual cine español. Está en otro nivel, muy superior. Incluso sus 143 minutos se hacen cortos. Cinematográficamente, es una película impecable, muy brillante, pero requiere verla con objetividad, sin posturas preconcebidas. En cualquier caso, la polémica está servida.
Verano en el campo
La segunda película en competición del jueves fue la canadiense francófona Mamá está en la peluquería, una historia nostálgica, ambientada en los años 60, en torno a tres hermanos y el verano en el campo que les cambió la vida. Está dirigida por Léa Pool, realizadora recordada en España por El último suspiro y muestra una familia desestructurada: La madre, periodista, cansada de su marido y del agobio de sus hijos, se marcha a trabajar a Londres, dejando a los chicos (una chica preadolescente y dos chicos menores, el pequeño con un leve retraso mental), a cargo del padre, que el filme apunta que puede ser homosexual. A todos les cuesta aceptar que la madre se ha ido y cuando los vecinos preguntan por ella, todos contestan al unísono que mamá está en la peluquería.