Javier Pastor juega con la estructura palindrómica y el final abierto en su última novela Mate jaque
01/10/2010 - 09:45
Por: EUROPA PRESS
El escritor madrileño Javier Pastor juega con la estructura palindrómica y un final abierto a la libre interpretación del lector en su última novela corta, Mate jaque (Mondadori).
El autor destacó, en una entrevista con Europa Press, que le interesaba provocar, a través de una estructura palindrómica, simétrica en cuanto al tema tratado, una considerable porción de inestabilidad que animase a una relectura de su relato. El protagonista de Mate Jaque es un escritor atormentado, misántropo, irónico y desencantado, un novelista de éxito, autor de sesudos ensayos sobre escritores oscuros y colaborador aclamado por los suplementos culturales. Con su vida en crisis y su matrimonio destrozado, se traslada a un hotel en Monegáster, en donde confrontará una verdad que decidirá el sentido de su vida.
Aunque no lo hubiese tratado en sus anteriores novelas, Fragmenta (1999) y Esa ciudad(2006), Pastor resaltó que el cuerpo le pedía hablar de conflictos de pareja, de amor fracasado y hacerlo desde los dos puntos de vista, el de un marido con un ombliguismo galopante y desde el punto de vista de la mujer, que le aportase cierta profundidad y responsabilidad emocional al desastre en el que se han convertido sus vidas.
Desconcierto y ambigüedad
Sin embargo, Pastor puntualizó que la novela no deja claro si uno se encuentra ante dos monólogos introspectivos o ante el diálogo interior de un esquizofrénico y tampoco esclarece si estos se encuentran en un hotel o en realidad en un manicomio.
Buscaba enfrentar al lector con una sensación de desconcierto y dejarle espacio a sus hipótesis, comentó el escritor quien matizó que, tanto la disposición de los párrafos, algunos de ellos formados sólo por una palabra, como los saltos espaciotemporales, le sirvieron para llevar a la práctica la incertidumbre que quería suscitar en el lector. No me interesa reproducir hasta la saciedad el modelo decimonónico de novela, sentenció Pastor quien rechazó la práctica habitual de repetir tramas con secuencias lineales donde toda pregunta que se plantea tiene una respuesta, que se repite una y otra vez y de manera machacante, para no dejar lugar alguno a la duda.El título es otro de los juegos que el autor se permite con el lector. Las partidas de ajedrez son, en esta novela, lo que Hitchcock dio en llamar un McGuffin, un recurso bisagra que uno emplea. agrega.
Aunque no lo hubiese tratado en sus anteriores novelas, Fragmenta (1999) y Esa ciudad(2006), Pastor resaltó que el cuerpo le pedía hablar de conflictos de pareja, de amor fracasado y hacerlo desde los dos puntos de vista, el de un marido con un ombliguismo galopante y desde el punto de vista de la mujer, que le aportase cierta profundidad y responsabilidad emocional al desastre en el que se han convertido sus vidas.
Desconcierto y ambigüedad
Sin embargo, Pastor puntualizó que la novela no deja claro si uno se encuentra ante dos monólogos introspectivos o ante el diálogo interior de un esquizofrénico y tampoco esclarece si estos se encuentran en un hotel o en realidad en un manicomio.
Buscaba enfrentar al lector con una sensación de desconcierto y dejarle espacio a sus hipótesis, comentó el escritor quien matizó que, tanto la disposición de los párrafos, algunos de ellos formados sólo por una palabra, como los saltos espaciotemporales, le sirvieron para llevar a la práctica la incertidumbre que quería suscitar en el lector. No me interesa reproducir hasta la saciedad el modelo decimonónico de novela, sentenció Pastor quien rechazó la práctica habitual de repetir tramas con secuencias lineales donde toda pregunta que se plantea tiene una respuesta, que se repite una y otra vez y de manera machacante, para no dejar lugar alguno a la duda.El título es otro de los juegos que el autor se permite con el lector. Las partidas de ajedrez son, en esta novela, lo que Hitchcock dio en llamar un McGuffin, un recurso bisagra que uno emplea. agrega.