Juan Marsé: “Nunca vi anormal ser un catalán que escribe en castellano”

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: MAR GATO. MADRID
PREMIO CERVANTES
El autor defendió que “el olvido forma parte de la estrategia de vivir”
Durante su discurso en una ceremonia celebrada en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), Marsé hizo especial hincapié en la dualidad cultural y lingüística de Cataluña que, según el escritor “tanto preocupa” y “nos enriquece a todos”. “Puede que comporte un equívoco, un cierto desgarro cultural, pero es una terca y persistente realidad”, explicó el autor de títulos como El embrujo de Shanghai o Encerrados con un solo juguete. Según detalló, tiene dos principios a la hora de escribir: tener una buena historia y procurar contarla bien.
“El esmero en el trabajo y el cuidado de la lengua es la única convicción moral del escritor”, señaló Marsé, que añadió que “muchas cosas que se dicen o escriben, en el idioma que sea”. En este sentido, aseguró que nunca ha visto “nada anormal” en ser “un catalán que escribe en lengua castellana”, porque el contenido de una obra debería “merecer más atención o consideración que la misma lengua en la que se expresa”.
Por todo ello, abogó por que la televisión contribuya “a reconocer y asumir la variedad lingüística del país”. “Es de suponer que en cierta medida lo hace, pero no parece que nadie se pare a pensar en los contenidos de esa televisión ni en su nefasta influencia”, denunció este Premio Planeta 1978. Entre las razones por las que se decidió a escribir en castellano, Marsé recordó aquella escuela “inoperante y beatorra” en la que “se prohibió leer y escribir en catalán y hasta hablarlo en horas de clase”. Pero este no fue el único motivo. Los tebeos, los cuentos y los mitos literarios, como Julio Verne, Emilio Salgari o Rubén Darío, a los que quiso “copiar e imitar”, dieron “alas” a su imaginación.

Influencias cervantinas
Durante la recogida del premio, el escritor recordó cuando, en plena adolescencia, llegó la primera lectura del Quijote. Un vendedor ambulante, que hizo que la biblioteca familiar fuera ampliándose después de la “purga preventiva” de libros que llevaron a cabo sus padres y vecinos “por razones de seguridad”, le ayudó a entender, que “en el corazón del caballero chiflado anida el germen y fundamento de la ficción moderna en todas sus variantes”. Además, Marsé rememoró la “hoguera nocturna” mediante la cual su familia se deshizo de todos los títulos. “Recuerdo muy bien la fogata en medio del pequeño y sombrío jardín”, explicó sobre aquella “constelación de chispas y pavesas subiendo hacia la noche estrellada, la ceniza fugaz de las palabras y de las ilustraciones”. Según el autor, de esta quema sólo quedaron dos libros en catalán y algunos en castellano como El libro de la selva o Tarzán de los monos.Pero la lectura de la obra cumbre del manco de Lepanto no quedó ahí. El Premio Cervantes 2008, que se consideró “un lector de ficciones, adicto a la ficción y amante incondicional de la fabulación”, reconoció que esta novela le llevó a buscar en sus obras “ese eterno conflicto entre apariencia y realidad”.Asimismo, Juan Marsé hizo una comparación entre la memoria histórica y el cine. “El olvido y la desmemoria forman parte de la estrategia del vivir”, enfatizó el Premio Cervantes 2008, afirmando que todavía en nuestros días hablar de ello “conlleva para muchos una carga de dolor y resentimiento”. “Hay una memoria compartida que no debería arrojarse nadie, una memoria que fue durante años sojuzgada, esquilmada y manipulada”, continuó sobre una época en la que el lenguaje oficial “suplantó” al real y las palabras estuvieron “afectadas por el expolio y el descrédito, sometidas a la censura y al escarmiento”.

Acercándose el final del discurso, Marsé volvió a referirse al Quijote para hablar de una de sus lecciones: “las cosas no siempre son lo que parecen”. “Sin ir más lejos, las famosas armas de destrucción masiva resultaron ser un par de zapatos”, reflexionó el autor. Pero Marsé se refería a los años de “incienso y plomo, bajo el palio de la luz crepuscular” en los que tanto la prensa y la radio como el Boletín Oficial del Estado y la Hoja Dominical “mentían sobre lo que nos estaba ocurriendo”.

“Fue entonces cuando la imaginación echó una mirada sobre aquel expolio de la memoria y le tendió la mano. Imaginación y memoria son dos palabras que van siempre entrelazadas y a menudo resulta difícil separarlas. Un escritor no es nada sin imaginación, pero tampoco sin memoria y no hay literatura sin memoria”, concluyó el Premio Cervantes 2008.