La Academia Sueca premia a Jean-Marie Gustave Le Clézio con el Nobel de Literatura

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Se cumplieron los rumores de los últimos días: el novelista francés Jean-Marie Gustave Le Clézio (Niza, 1940) fue galardonado ayer con el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca, que ya barajó su nombre en ediciones anteriores, reconoce “la ruptura, la aventura poética y el éxtasis sensual”.
Le Clézio, de 68 años, recibirá el próximo 10 de diciembre un cheque de diez millones de coronas suecas (más de un millón de euros) en la solemne ceremonia de entrega de los Nobel. Una radio francesa le preguntaba este jueves por qué escribe novelas. “Lo hago porque soy incapaz de escribir memorias; tengo reticencia a considerar que mi vida tenga algún interés”. Se define como “una pequeña cosa que lee a Rousseau y que no ha entendido nada”. La literatura le sirve, precisamente, para “expresar esa pequeñez”.
Autor de culto, autor exquisito, viajero impenitente, está considerado por un sector de la crítica francófona como el mejor escritor vivo en lengua gala. Buen conocedor de las culturas de México, Panamá, África y Oceanía, sus dardos más envenenados los reserva siempre para la civilización urbanita y sus apetencias materialistas. En la década de los 70 convivió con indios de varias tribus de Panamá y México. La experiencia le marcó. “Cambió mi vida por completo: cambió mis ideas sobre el mundo del arte, mi manera de relacionarme con los demás, mi forma de comer, dormir, amar y hasta soñar”, confesó en una entrevista al evocar aquellos años.
Doctor en Letras por la Universidad de Niza, obtuvo a los 23 años el importante premio Renaudot por su obra Le procès-verbal (El proceso verbal). Ha publicado más de treinta libros, entre ellos El pez dorado (Tusquets), que trata la inmigración marroquí a París, Cuarentena (Tusquets), que relata el encuentro en la isla Mauricio de unos viajeros occidentales con un grupo de nativos, o Desierto (Destino), un acercamiento a la vida nómada que obtuvo el premio Paul Morand de la Academia Francesa y que algunos expertos consideran su obra maestra. Otros libros suyos son La fibre, Terra amata, La Guerra, Diario de un buscador de oro, Onitsha, Estrella errante, Diego y Frida, Revoluciones y Urania. De sus experiencias con los indios de Mesoamérica nacieron sus trabajos El sueño mexicano y La conquista divina de Michoacán, ambos traducidos por Fondo de Cultura Económica.
Su vida ha sido –y sigue siendo- la de un nómada. Ayer jueves se encontraba en París. El miércoles estaba en Corea y hoy amanecerá en Canadá. Desde hace años reside Alburquerque (EE UU) con su esposa y sus dos hijas, aunque pasa largas temporadas en Niza y París. Ha enseñado literatura en Bristol, Londres y Ais en Provence. “Me identifico con la cultura francesa y su lengua, pero sólo en isla Maurico me siento en casa”, afirmó ayer en una improvisada rueda de prensa celebrada en París y en la que respondió en tres idiomas: francés, inglés y español. “Siempre me ha gustado la cultura hispanoamericana, las culturas de México y Nuevo México”, dijo en español. Su padre fue un cirujano británico, y su madre procedía de una familia bretona que emigró a las islas Mauricio en el siglo XVIII.