La artesanía, un sector en crisis pero primordial para la economía provincial

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: Redacción
Oficios tradicionales que sustentaban a muchos pueblos se están perdiendo
Son las siete de la mañana, los primeros destellos de sol empiezan a entrar ya por la ventana y la leve brisa proveniente del valle del Henares le avisa de que es hora de ponerse manos a la obra. Seguramente que a más de uno, entre los que me incluyo, le apetecería seguir durmiendo un rato más.
Sin embargo, para Ricardo de Pedro es todo un privilegio darse el madrugón para poder dedicarse a lo que le gusta. Hoy le toca seguir limando en la fragua. El farolillo que le encargaron está empezando a coger ya forma, pero un par de jornadas más para terminarlo no se las quita nadie. “Para mí esto no es un sacrificio si volviera a nacer me dedicaría a la herrería sin dudarlo. Cada día es un día nuevo y sobre todo ahora que hago lo que me gusta”, afirma Ricardo con una picara sonrisa que le delata: la herrería es su vida. A sus 69 años, nos narra con añoranza sus primeras vivencias en el subsector de la forja: “Llevo en esto desde siempre. Mi padre era herrero y también mi abuelo. La mía es la quinta generación de herreros de la familia. Con ocho años salía de la escuela y me tocaba tirar de fuelle”.
La mayoría de las rejas, llamadores, herraduras, lámparas, llaves y veletas de la Alcarria guadalajareña han salido de la fragua de Ricardo. Sin embargo, este subsector artesanal ya no es lo que era. En los últimos años ha evolucionado enormemente. Los avances tecnológicos y las nuevas técnicas implantadas han facilitado mucho el trabajo de los herreros. “Ha habido varias mejoras. Por ejemplo antes se daba el calor a la forja a mano con un fuelle; sin embargo, ahora se utiliza un ventilador eléctrico que echa aire. Los efectos son los mismos pero el sistema ha cambiado”, indica el artesano.

El particular caso del alabastro
Javier lleva 40 años en el alabastro. Actualmente regenta una pequeña tienda en Jadraque, en la que vende productos de este material. Para él, el principal factor de la crisis del alabastro es la aparición de nuevos competidores: “ahora hay mucho chino y mucho molde. Los asiáticos hacen una pieza decorada a molde y aquí no somos capaces de sacarla sin decorar por el mismo precio. El chino te la da decorada a un euro y tú por menos de tres decorada no la das. La resina es la misma, la decoración es muy perfecta, ¿dónde vas?, ¿a quién compras?”, se pregunta el artesano.
Javier, junto a sus hermanos, se vio obligado a emigrar a Madrid durante el gran éxodo del campo a la ciudad en los años 60. “Tuvimos que irnos desde Navarra a Madrid para buscarnos la vida allí. Cuando fuimos creciendo pretendimos establecernos en la capital, pero nos fue muy difícil, por eso decidimos venirnos a Jadraque. Buscábamos un pueblo que tuviese ferrocarril para iniciar el negocio. Así, con el tiempo, implantamos la tradición del alabastro en plena Alcarria”, aclara el artesano. Fue entonces cuando Javier, junto a sus hermanos Antonio y José Luis, decidieron abrir una pequeña fábrica familiar en la que producir este desconocido material. El negocio fue muy bien y en poco tiempo la empresa se convirtió en el máximo referente económico del pueblo. Jadraque se conocía entonces por sus dos productos estrellas: el cabrito asado y el alabastro. Sin embargo, ahora todo ha cambiado espectacularmente. “La fábrica ha tenido que cerrar porque ya no hay demanda. Yo me he quedado con esta pequeña tienda para vender lo que nos queda. Ya no es rentable, no se vende. Un búho de estos con pico y plumas es muy costoso de hacer y por más de tres euros no lo vendes”, argumenta Javier. Ahora, su gran preocupación es pensar quién será su sustituto cuando decida jubilarse, ya que sus hijos no están muy convencidos de querer seguir sus pasos.

Futuro incierto
Pero la artesanía no es un simple oficio. Forma parte de nuestra cultura, de nuestros orígenes y de nuestras raíces. Seguramente, Javier no podrá cumplir el sueño de su vida de ver a su hijo continuar con la tradición familiar y probablemente la pequeña tienda de alabastros acabará convirtiéndose en un gran bazar asiático de todo a un euro. Tal vez, los trajes regionales, que con tanto amor confecciona María del Pilar, queden relegados a permanecer empolvados en salas de exposiciones y museos municipales. Quizás, en poco tiempo, el peculiar repiqueteo del martillo del herrero contra el yunque dejará de mezclarse con el dulce canto de los jilgueros en el valle del Henares. Sin embargo, mientras perdure este “tal vez”, siempre habrá personas como Ricardo, Javier o María del Pilar que lucharán por conservar una forma de vida de nuestros antepasados: la artesanía.