La centenaria tradición del pimpollo vuelve a la comarca de Molina

27/12/2021 - 10:59 Oscar Gil

Tras los estragos de la pandemia, poco a poco se retoman las antiguas tradiciones

Los pueblos antiguos celebraban la llegada del invierno quemando grandes leños. Una costumbre que constituía, más que una celebración, una protección contra las bajas temperaturas. Y era precisamente el día de Navidad en el que más leños se solían quemar. De ahí la relación de las luces y el calor con la fecha.

Corduente fue el escenario de una antigua tradición que se celebra en diferentes pueblos de la provincia durante el día de Navidad: la Quema del Pimpollo. En ella, un árbol es quemado en un ritual que entremezclan fuego, calor, unión entre las gentes del lugar y jolgorio .

Según indican los historiadores, esta tradición podría tener su origen en las costumbres celtas de Europa Central, en las que se acostumbraba a usar árboles para representar a los Dioses.

Durante las mismas fechas en las que tiene lugar la Navidad Cristiana, los celtas celebraban el nacimiento de Frey, Dios del Sol y la fertilidad, adornando un árbol que era llamado Divino Idrasil (Árbol del Universo), que conectaba a través de su copa con el cielo y de sus raíces con el infierno.

Los pueblos antiguos celebraban la llegada del invierno quemando grandes leños. Una costumbre que constituía, más que una celebración, una protección contra las bajas temperaturas. Y era precisamente el día de Navidad en el que más leños se solían quemar. De ahí la relación de las luces y el calor con la fecha.

La picaresca hizo que, durante los años de la postguerra, los mozos de los pueblos apagaran el fuego para poder vender las partes no quemadas del árbol y conseguir así algo de dinero. Desde que se recuerda, todo el pueblo subía al monte a cortar los árboles más altos y anchos de todo el pinar como símbolo de grandeza y eran varios los que se cortaban para quemarlos en diferentes puntos simbólicos de los pueblos. En aquellos años, esto era un motivo de fiesta, ya que toda la población se hacía al monte, donde se aprovechaba para merendar y, con un carro sin tracción animal, es decir, empujando por los propios vecinos, se trasladaban los árboles cortados a la población, donde con métodos muy originales y peligrosos eran plantados para su posterior quema.