La cultura popular a la deriva

10/06/2018 - 10:09 José Serrano Belinchón

El Quijote a nuestra juventud le suena a rancio; las sonatas de Mozart no se juzgan...

Sí, es así; la Cultura Popular en nuestras provincias castellanas (sálvese quien pueda)  andan a la deriva, sin que a casi nadie -incluida la oficialidad salvo alguna determinada excepción que confirme la regla- haga algo por evitarlo. Los castellanos que pasamos de los setenta somos testigos de esta realidad, y nos tememos lo peor si antes de que las cosas se conviertan de sospecha en verdad comprobable, no se le pone remedio. Difícil solución tienen las cosas en este sentido, y más, conscientes como somos de que la llamada globalización tiende, de manera velada pero efectiva, a arrasar con todo lo que nos viene de antes, como algo acre y desolador, en un empeño por negarse a reconocer que, en tantas manifestaciones del caduco costumbrismo de años y de siglos, vivimos de lo que fueron nuestros abuelos, al menos en una buena parte, y no es así.
    El Quijote a nuestra juventud le suena a rancio; las sonatas de Mozart no se juzgan, se rechazan por sistema sólo por el nombre, sin haberlas escuchado ni una sola vez; la pintura del Siglo de Oro y sus grandes autores huelen a tópico; y la Historia en sí, comenzando por la nuestra, a muchos les cae como una pesadilla, comenzando por centenares y miles de adolescentes y de veinteañeros que a diario se forman en las aulas de la Universidad. Son casos contados, me diréis, y yo os diré que sí, pero no tan contados ni tan dispersos como cabría imaginar. El conocimiento de nuestra cultura tradicional es algo que resbala en el ambiente medio de nuestra juventud, a cambio de la oferta volátil de lo que a menudo nos ofrecen los medios de comunicación un día sí y otro también. Es el ambiente, amigo lector, en el que viven y se forman parte de los españolitos del mañana.
    Hablábamos de la Cultura Popular, de la que en su día se destiló de nuestras propia sangre, de la que un día nos dejaron como herencia nuestros antepasados, tan variada, tan rica en contenidos como la que poco a poco, sin que apenas nos demos cuenta, va desapareciendo en el alma de nuestros pueblos. Alguna vez escribí, y hoy lo vuelvo a repetir, no sin dolor, que una buena parte de los saberes de nuestra tierra, de lo que honra y enorgullece a nuestra raza, hoy reside en los cementerios. “No se rinda; no deje de escribir, porque día llegará en que los pueblos de España sólo existirán en los libros”. No es mía la frase; la tomé de una carta manuscrita de don Miguel Delibes que guardo como una reliquia, escrita en Abril del año noventa y seis. Ninguna voz más autorizada, mejor conocedora y respetable como ninguna otra del Campo de Castilla.