La ermita de la Soledad luce nuevo suelo gracias a sus fieles

05/11/2010 - 00:00 ¨Redacción

altEl trabajo desinteresado y generoso de un grupo de vecinos de Gárgoles de Abajo ha permitido restaurar el suelo de la ermita de La Soledad, cuyas baldosas se elaboraron en el antiguo tejar. Esta obra, que pudo contemplar el pueblo en el Día de los Santos, ha contado con el asesoramiento de la restauradora, Mª Luz Vaíllo, y el apoyo del sacerdote y el alcalde.
El deteriorado suelo de la ermita de La Soledad de Gárgoles de Abajo, ha sido restaurado generosamente por un grupo de vecinos de esta localidad, asesorado por la restauradora Mª Luz Vaíllo, con el consentimiento del sacerdote, Antonino Salmerón, y el estímulo y apoyo económico del Ayuntamiento y su alcalde, Domingo Picazo. Las baldosas de la ermita, carentes de valor a simple vista, son un símbolo más de lo que hubo en este municipio: un tejar. Precisamente, este pavimento fue el último que se elaboró en El Tejar, paraje de Gárgoles donde estaba situada la tejera, trabajado por nuestros abuelos y bisabuelos. El material utilizado es de ese mismo lugar. Con respecto a los artesanos que lo hicieron se han encontrado media docena de marcas grabadas en las losas, gracias a que se ha puesto a la luz una muestra de suelo de piedra correspondiente a una época anterior. En los últimos meses, el sentir desinteresado de un grupo de vecinos de esta localidad ha hecho posible no sólo recuperar estas históricas baldosas, sino rehabilitar también parte del patrimonio de este municipio, de monumentos que han escrito la historia de este pequeño pueblo y que hay que conservar. Por esta razón, el objetivo es finalizar la restauración completa de esta ermita que comenzó con las puertas, ha continuado con el suelo y los vecinos y promotores de esta labor desean terminar con otros trabajos más importantes si cabe que los realizados hasta el momento que den mayor esplendor a este espacio. Estos pasarían por arreglar el tejado, pintar las paredes y descubrir las columnas y el arco. Por todo esto, es necesario agradecer a todos los que de una u otra forma han colaborado en las últimas tareas realizadas durante varios meses. A los que retiraron los bancos y demás elementos antes de empezar a trabajar con el suelo, a los que taparon los santos, a los que hicieron tareas de restauración, a los que dieron la lechada, nutrieron y limpiaron las baldosas y toda la ermita, a los que volvieron a colocar los bancos, dejaron todo impecable y se preocuparon de que todo quedara perfecto, y a los que se alegraron de que esta pequeña odisea tuviera un buen fin. Un especial reconocimiento merece también la paciencia y tesón de esa reducida cuadrilla por lograr el desenlace final y conseguir que estuviera acabado para la celebración del Día de los Santos, ya que esta ermita es uno de los elementos claves por su cercanía al cementerio y que pudieron ver todos los que se acercaron a recordar a sus seres queridos. También recordar la colaboración inestimable de los diferentes donativos ecónomicos realizados para llevar a cabo esta restauración.