La falta de recursos complica la lucha contra el maltrato
01/10/2010 - 09:45
Por: MANU MEDIAVILLA. COLPISA
Cincuenta mil hombres condenados por violencia machista en dos años (el 71% de los procesados) y más de cuatro mil encarcelados (el 6% de toda la población penitenciaria) demuestran que la Ley Integral contra la Violencia de Género, incluso con su enorme déficit de recursos y sus graves errores de aplicación, ya está logrando resultados.
Pero los cuatro asesinatos de mujeres en un solo día han caído como un desmoralizador mazazo en una ciudadanía contagiada con el virus político del corto plazo, acostumbrada a escuchar promesas de recetas legislativas milagrosas y sin el sosiego suficiente para el análisis y búsqueda de soluciones duraderas a un fenómeno criminal de especial complejidad, como lo describe Montserrat Comas, presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género.
El crispado clima político de la última legislatura y de la actual campaña electoral, plagadas de insultos y agresividad, tampoco ayuda. Además de ser un pésimo ejemplo para la resolución pacífica de conflictos, se aleja del unánime consenso que se necesita para encarar a fondo una lacra social que el año pasado se cobró 74 vidas femeninas, más incluso que en los años previos a la entrada en vigor en 2005 de la Ley Integral.
Fracaso colectivo
Han tenido que producirse cuatro asesinatos machistas en un día para que los partidos enfrascados en campaña cayeran en la cuenta de la gravedad del problema y volvieran a hablar de un gran pacto nacional. Los antecedentes sobre temas de Estado como terrorismo, educación o inmigración no invitan al optimismo. Y la costumbre de echar siempre la culpa a los demás, confirmada en estos días de dolor y sensación de impotencia, tampoco.
Es tiempo, pues, de que la clase política, la sociedad civil y la ciudadanía entera se miren en el espejo crítico de la realidad, desde la perspectiva de que un solo asesinato machista implica un cierto fracaso colectivo. La propia Comas, vocal del Consejo General del Poder Judicial, rechaza hablar de fracaso de la ley y prefiere preguntarse cómo ser más eficaz en su cumplimiento. Y ese cómo empieza por la autocrítica en los ámbitos gubernamental y judicial.
Porque la ley no es, no podía ser, una panacea inmediata frente a valores machistas enraizados durante siglos.
El crispado clima político de la última legislatura y de la actual campaña electoral, plagadas de insultos y agresividad, tampoco ayuda. Además de ser un pésimo ejemplo para la resolución pacífica de conflictos, se aleja del unánime consenso que se necesita para encarar a fondo una lacra social que el año pasado se cobró 74 vidas femeninas, más incluso que en los años previos a la entrada en vigor en 2005 de la Ley Integral.
Fracaso colectivo
Han tenido que producirse cuatro asesinatos machistas en un día para que los partidos enfrascados en campaña cayeran en la cuenta de la gravedad del problema y volvieran a hablar de un gran pacto nacional. Los antecedentes sobre temas de Estado como terrorismo, educación o inmigración no invitan al optimismo. Y la costumbre de echar siempre la culpa a los demás, confirmada en estos días de dolor y sensación de impotencia, tampoco.
Es tiempo, pues, de que la clase política, la sociedad civil y la ciudadanía entera se miren en el espejo crítico de la realidad, desde la perspectiva de que un solo asesinato machista implica un cierto fracaso colectivo. La propia Comas, vocal del Consejo General del Poder Judicial, rechaza hablar de fracaso de la ley y prefiere preguntarse cómo ser más eficaz en su cumplimiento. Y ese cómo empieza por la autocrítica en los ámbitos gubernamental y judicial.
Porque la ley no es, no podía ser, una panacea inmediata frente a valores machistas enraizados durante siglos.