
La guerra de las terrazas
El conflicto también ha llegado a Molina de Aragón tras una insólita ordenanza que, lejos de facilitar la convivencia de estos espacios con la vida ciudadana, ha provocado la ira y un cierre general, tan histórico como la ciudad, de bares, restaurantes y otros locales.
Madrid, Barcelona, Málaga… De un tiempo a esta parte no hay ciudad que se precie sin conflicto por la terrazas con la llegada de la primavera y los nuevos gobiernos municipales. Con vecinos en pie de guerra protestando por la ocupación de la vía pública y la “manga ancha” en los horarios de cierre, consistorios regulando para reordenar y de paso hacer caja, y hosteleros rebotados por las cortapisas a un negocio centrado sobre todo en puentes, fiestas y vacaciones.
El conflicto también ha llegado a Molina de Aragón tras una insólita ordenanza que, lejos de facilitar la convivencia de estos espacios con la vida ciudadana, ha provocado la ira y un cierre general, tan histórico como la ciudad, de bares, restaurantes y otros locales. Los hosteleros se han rebelado contra una insólita e inesperada norma, aprobada por un alcalde del PP con extraños compañeros de cama como IU y Molina se Mueve (marca de Podemos), que restringe horarios, reduce espacios, y exige renovar el mobiliario en un año.
Esta transformación, para ir a juego con la condición de conjunto histórico artístico, exige por ejemplo unificar el color de mesas y sillas. También se limita la superficie a las fachadas con un máximo de 10 metros de largo por 4 de profundidad y se fija como hora de cierre la medianoche, salvo fines de semana y festivos que se añade hora y media.
Esta última es la decisión que ha levantado más ampollas sobre todo entre locales de ocio nocturno, que esperan como agua de mayo la llegada de la primavera, las fiestas del Carmen o la feria de Septiembre, para hacer algo de caja en una ciudad que languidece más de nueve meses al año. Se ha salvado de la quema el Casino de la Amistad, quizá por aquello de ser de casa.
Parece que, ante la sonada rebelión, el alcalde, Jesús Herranz, y la oposición que le sustenta están dispuestos a revisar tan polémica ordenanza. Algunos creen que en el rigor horario ha prevalecido el deseo de que paisanos y forasteros le acompañen en su escasa vida social en bares y espacios de ocio. Confían en los buenos oficios de su amiga Ana Guarinos, molinesa de corazón, flamante lideresa provincial del PP y eminente antipodemista.