La historia de la Casa de Guadalajara es recogida en un libro
29/05/2012 - 14:30
El próximo martes 5 de junio, encuadrado en los actos conmemorativos del 79 aniversario de la fundación de la Casa de Guadalajara en Madrid, tendrá lugar la presentación oficial del que será el volumen número 12 de la colección literaria Guadamadrid, editada por la Casa de Guadalajara, que en esta ocasión tiene, como tema principal, la Historia de la propia Casa.
Es una especie de historia necesaria, en palabras del periodista Javier del Castillo, ya que algunos fenómenos sociológicos se han visto reflejados en la Casa de Guadalajara, como en el mejor de los espejos.
Define por su parte la obra el también periodista guadalajareño, Luis Monje Ciruelo, como un reflejo de la situación de la provincia, en la segunda mitad del siglo XX.
Sin embargo, la obra no da comienzo en esta época, sino que el autor nos traslada a la segunda mitad del siglo XIX, a los inicios de la década de 1860 cuando un gran número de estudiantes, ante las carencias provinciales, no tenía otro remedio que acudir en busca de estudios superiores a la Universidad madrileña, pasando a engrosar en su mayor parte, la nómina de intelectuales y hombres de ciencias aposentados en la capital de España, con orígenes provinciales.
Nos da el autor nombres de pintores, médicos, escritores y un sinfín de nombres relacionados con profesiones liberales, en lo que Gismera define como el primer éxodo de la intelectualidad provincial que posteriormente se echará en falta en la provincia.
Guadalajara, su provincia, a fines del siglo XIX carecía de muchos de los adelantos que ya comenzaban a experimentarse en provincias vecinas, esencialmente Madrid, lugar del mayor flujo migratorio conocido que llegó a tener en su censo a más de 65.000 naturales de la provincia; capital a la que siguió, en número de residentes provinciales, Barcelona y, posteriormente, Valencia, ciudad a la que emigraron en su mayor parte los naturales del Señorío de Molina: en algunas calles de Valencia vivían más molineses que en algunos pueblos del Señorío, recoge Gismera.
Probablemente, en busca de una unión entre todos ellos, surgió, tras muchas deliberaciones, el primer Centro regional conocido en la capital de España, el llamado Centro Alcarreño de Madrid, del que Gismera desmenuza su historia y aconteceres, abierto en el 14 de junio de 1903 bajo la presidencia de un abogado natural de Mondéjar y a la sazón Concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Aquel Centro, dedicado principalmente a la docencia ya que por sus salas pasaron más de cinco mil alumnos, tuvo una corta vida.
La crisis de 1908 terminó con su existencia, a la que la abocó una antigua ley municipal que suprimió las ayudas a la enseñanza.
Sin embargo aquello, la apertura y puesta en marcha de aquel Centro, supuso una auténtica inyección de moral para el nacimiento de un incipiente guadalajareñismo. A él pertenecieron personajes de la historia provincial como la Condesa de la Vega del Pozo, el Conde de Romanones, Antonio Pareja Serrada o Juan Catalina, y apellidos como Fluiters, Chavarri, Borda, Cordavias, y tantos más, cuya relación se haría interminable.
Gismera Velasco los sitúa en su escenario, acompañando su reseña con breves biografías que ponen al lector en el antecedente del personaje.
Tendrían que pasar varios años, hasta la década de 1920, cuando la población guadalajareña en Madrid superaba las 30.000 personas, para que se retomase la posibilidad de abrir un nuevo centro regional. No se logró el provincial, pero si que nació, a fines de la década, el que integraba a los naturales de Brihuega, y surgirían otros en torno a Atienza, Sigüenza o Cifuentes.
Gismera nos da cuenta pormenorizada de los lugares de reunión, de sus sedes, de sus personajes, de sus inquietudes y sueños también, en lo que bien podría definirse como la creación de un nuevo pueblo, fuera del pueblo propio.
Mantener las raíces era el fin esencial de todos ellos, no olvidar los orígenes, cuenta Gismera en la obra.
Al tiempo que no perder el contacto con los paisanos y recibir noticias inmediatas de los familiares que quedaron en el pueblo a través de quienes tenían la suerte de poder viajar. No olvidemos que hasta mediada la década de 1960 la gran mayoría de pueblos de la provincia no contaba con líneas telefónicas, o luz eléctrica. También de ello va quedando reflejo en este libro, que transmite los cambios del pueblo a la ciudad, y el retorno de la ciudad al pueblo, pasados los años.
La Casa de Guadalajara, que es inaugurada junto a la Puerta del Sol, el 4 de junio de 1933 supone, en palabras de Gismera, un antes y un después en las relaciones de los emigrantes. La Casa los pone en contacto con sus paisanos, les ayuda a integrarse, colabora en su formación e incluso les busca un empleo. Eran los tiempos difíciles en los que España se debatía entre la República y la añoranza de la monarquía. Entonces la Casa estaba dirigida por el briocense Antonio Sainz Sepúlveda, quien tras la puesta en marcha entregó la presidencia al seguntino Agustín Barrena, uno de los más prestigiosos abogados del momento, ejerciente en Madrid.
La Guerra Civil, que supuso la ruptura de España, lo fue también para la Casa de Guadalajara, que no cesó en sus actividades, ya que mantuvo parte de su programación, aún reconvertida en cuartelillo de enganche, para voluntarios que quisiesen acudir a defender Guadalajara, manteniéndola fiel a la República, instalándose en ella el Batallón de Especialistas Francisco Gonzalo, un homenaje, según Gismera, al Presidente de la Casa del Pueblo de Sigüenza, asesinado en los prolegómenos de julio del 36.
Todavía se nos rescatan crónicas de veladas teatrales celebradas en los años 1936 y 1938, y por supuesto, la reapertura, en diciembre de 1939, bajo la presidencia de quien ya se había convertido en un emblema para Guadalajara: Francisco Layna Serrano.
De entonces, desde sus orígenes hasta la actualidad, por la Casa de Guadalajara en Madrid han pasado más de cincuenta mil naturales de la provincia. Los nueve partidos judiciales históricos han estado, y lo siguen estando, en su Junta Directiva, y trata de mantener, aún amoldándose a los tiempos presentes, una actividad centrada en la difusión cultural y los actos promocionales de la provincia de Guadalajara, sus pueblos en sus gentes, en Madrid.
Su actual presidente, José Ramón Pérez Acevedo, oriundo de Usanos y residente en Madrid desde su época de estudiante, y con más de 25 años en el cargo, define el centro como consulado de Guadalajara en Madrid, y no está errado, puesto que se convirtió en eso, en un consulado, una avanzadilla desde la que entrar en Madrid, sin olvidar la población de origen.
Pero la historia de la Casa de Guadalajara en Madrid no es solamente la de las gentes que acudieron a la capital en busca de trabajo. Gentes relacionadas con la Casa, a través de una de sus tertulias, La Colmena, propiciaron la realización del Viaje a la Alcarria.
En la Casa nacieron movimientos culturales, seminarios o encuentros. Reivindicaciones también.
Es, sobre todo, la historia de un nuevo pueblo que a Guadalajara le creció en Madrid, que llegó a tener mayor población de hijos de Guadalajara, que la propia Guadalajara, cuenta su autor. En la actualidad el número de personas que en primera, segunda o tercera generación están relacionados con la provincia podría aproximarse a las 250.000.
Gismera ha fijado en el libro los avatares, las incidencias, las ilusiones, las frustraciones, que de todo ha habido en el camino de la creación del centro, pero no se ha limitado a historiar la Casa, sino que ha ampliado su estudio para considerar, como marcan las pautas historicistas, también sus causas, sus orígenes y sus raíces, relata el periodista Monje Ciruelo, socio fundador de la Casa de Guadalajara en su reapertura, y prologuista de la obra.
Es una obra escrita desde la pasión investigadora a través de una encomiable capacidad para poner en valor pequeños detalles que ayudan a la mejor comprensión de situaciones de mayor trascendencia y calado, señala por su parte el también periodista Javier del Castillo.
El libro no mantiene el formato de las anteriores publicaciones de la colección, puesto que la historia y el tema lo superan, duplicando el formato e incluso las páginas de los anteriores números, puesto que se aproxima a las 400 páginas, por las que desfilan personajes antológicos como Camilo José Cela, o aquel sencillo Lino Bueno que labró la Casa de Piedra de Alcolea del Pinar.
Será un libro de referencia para conocer el proceso migratorio de Guadalajara y la paulatina despoblación de nuestros pueblos, aseguran desde la Casa de Guadalajara en Madrid, ya que, con cierta minuciosidad, incluso se da cuenta de cómo la población disminuye en aquellos, conforme avanza el siglo XX.
Como las anteriores publicaciones de la Casa de Guadalajara, esta también ha sido patrocinada, en este caso a través del socio de la misma Francisco Javier Blánquez Alcalde, oriundo de Budia, a través de las empresas Autoescuelas Gala y Loterías el Rey de Oros.
La presentación oficial correrá a cargo del Presidente del Centro, José Ramón Pérez Acevedo, con la presencia del autor, el atencino Tomás Gismera Velasco, así como de Luis Monje Ciruelo, y del patrocinador, Francisco Javier Blánquez Alcalde. Habiendo anunciado su presencia las primeras autoridades locales y provinciales de Guadalajara, así como algunos concejales y representantes del Ayuntamiento de Madrid.