La historia del experimento atómico en la ribera del Henares

15/05/2025 - 19:48 Paco Campos

En el corazón del Corredor del Henares, donde los límites entre Alcalá y la provincia de Guadalajara se difuminan, la finca El Encín emerge como un enclave de riqueza histórica y científica. Este paraje, situado a tan solo seis kilómetros de Azuqueca de Henares, que alberga desde yacimientos neolíticos hasta vestigios romanos, fue escenario entre 1961 y 1973 de un proyecto singular.

Fotografías: Raimundo Pastor y Nuria Briceño (IEECC) / Juan Yborra Golpe

Se trata del Campo de Radiación Gamma, una instalación pionera que buscaba revolucionar la agricultura mediante la energía nuclear, conocida periodísticamente como “Bosque Atómico”. Este experimento ha saltado a la opinión pública gracias al reportaje que recientemente ha hecho público Cuarto Milenio, programa de Iker Jiménez. 

Ambrosio Sánchez de Ribera Pecci, antropólogo y profesor del Centro Asociado de la UNED en Guadalajara, desentraña esta historia en el libro El Encín: Historia, Arte y Medio Ambiente (2024), editado por la Institución de Estudios Complutenses y el Ayuntamiento alcalaíno, en colaboración con el Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA), que recoge el contenido de un ciclo de conferencias en Alcalá de Henares, desarrollado entre el 13 de marzo y el 15 de mayo de 2024. En este contexto, Sánchez de Ribera, que fue el impulsor de la propuesta de realización de estas conferencias, impartió una charla en torno a un aspecto tan desconocido como el Campo de Radiación Gamma que funcionó en los años sesenta y cuyos restos todavía subsisten en la finca, descontaminada tras su desmantelamiento.

Un experimento nuclear en la ribera del Henares

El Campo de Radiación Gamma, operativo entre 1961 y 1973, fue una instalación única en España y una de las pocas de su tipo en el mundo. En el centro de la instalación, una fuente de cobalto-60 emitía radiación gamma de forma controlada sobre cultivos como trigo, cebada, tomates y frutales, dispuestos en círculos concéntricos. “La radiación gamma, una forma de energía electromagnética de alta frecuencia, tiene la capacidad de alterar el ADN de las células vivas”, explica Sánchez de Ribera. “La reparación biológica de estas roturas por el organismo irradiado podía dar lugar a mutaciones genéticas nuevas, quizá aprovechables por la agricultura, como mayor resistencia a plagas o frutos más grandes”, detalla. “El Campo Gamma del Encín representa uno de los primeros símbolos visibles del fin de la autarquía científica del régimen y un cambio ideológico sobre la significación de la Física”, subraya.

La iniciativa se gestó en el marco del programa “Átomos para la Paz”, impulsado por Estados Unidos en los años 50 para promover aplicaciones pacíficas de la tecnología nuclear. Los Pactos de Madrid de 1953 facilitaron la transferencia de conocimientos y equipos a España, y en 1958, el Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas (INIA) anunció la iniciativa. El diseño, liderado por el botánico César Gómez Campo, se presentó en 1959, y la instalación atrajo a unos 40 grupos de investigación nacionales e internacionales.

La construcción de una fábrica de cementos cercana generó polvo que interfería con los cultivos, obligando a los investigadores a trabajar con mascarillas. En 1973, la fuente radiactiva fue trasladada a Madrid y, posteriormente, al almacén de residuos nucleares de El Cabril, en Córdoba. “Hubo muchas experiencias en el Campo Gamma del Encín, con plantas y animales, proyectos que no solo eran españoles, sino de equipos científicos europeos que trasladaron sus ensayos al Encín”, destaca Sánchez de Ribera. Además, “el Campo de Radiación Gamma del Encín, hoy el único que queda en Europa, es un patrimonio valioso relativo a la historia europea de la investigación”, afirma.

El Servicio de Extensión Agraria: divulgando el progreso

Paralelamente, el Servicio de Extensión Agraria (SEA), creado en 1955, jugó un papel clave en la difusión de los avances agrícolas durante la época del Campo de Radiación Gamma. Este organismo, dependiente del Ministerio de Agricultura, tenía como misión acercar innovaciones a los agricultores mediante asesoramiento y formación. “Las agencias de extensión agraria fueron fundamentales en la prospección de variedades locales”, señala Sánchez de Ribera. “En ella [la Escuela del Encín] se formaron 4.375 extensionistas de todas las escalas administrativas: agentes, agentes de economía doméstica, técnicos, monitores, auxiliares administrativos, etc.”, añade, subrayando la importancia de la finca como centro de formación.

Un relato desde Guadalajara

Para Sánchez de Ribera, narrar la historia de El Encín es también reivindicar el papel del Corredor del Henares como un espacio de intercambio científico y cultural. “Este enclave es un puente entre Madrid y Guadalajara, un lugar donde la innovación agrícola ha dialogado con la tradición”, afirmó en la conferencia de clausura del ciclo El Encín: Historia, Arte y Medio Ambiente, celebrada el 15 de mayo de 2024.

Raíces guadalajareñas en El Encín

La conexión de El Encín con Guadalajara trasciende la geografía. La finca, situada a apenas 30 kilómetros de la capital provincial, ha estado históricamente vinculada a figuras y dinámicas del entorno. En el siglo XIX, Severiano Páez Jaramillo, propietario de El Encín desde 1821, fue una figura destacada en Guadalajara como senador, diputado y primer contribuyente de la provincia, señala María Jesús Vázquez Madruga. Además, la delimitación territorial entre Alcalá y Guadalajara en torno a El Encín refleja una relación histórica compleja. Sánchez de Ribera habla de La Canaleja como “una aldea que probablemente perteneció a Alcalá, pero bajo la jurisdicción de Guadalajara en ciertos periodos”, lo que subraya la porosidad de estas fronteras en el Corredor del Henares. Esta interconexión histórica refuerza la relevancia de El Encín para los guadalajareños, especialmente desde la perspectiva de Sánchez de Ribera, cuya labor docente en la UNED de Guadalajara le permite interpretar este legado con un enfoque comarcal.

Ambrosio Sánchez de Ribera Pecci

- Es Doctor en Antropología por la Universidad Complutense de Madrid y Profesor-Tutor de Antropología Social y Cultural en la UNED.

- En 2018, recibió el Primer Accésit Premio “Fermín Caballero”. Es jurado permanente del Festival Internacional de Documental Etnográfico de “Espiello” y Presidente de la asociación “Antropía. Iniciativas en Antropología”.

- Formó parte en la constitución y es miembro de la red española de Antropología Ambiental, además de ser miembro de la Asociación de Antropólogos Iberoamericanos en Red (AIBR).

- Ha coordinado varios cursos de extensión universitaria en la UNED, fue conferenciante en la clausura del último Encuentro de Etnología de Guadalajara (2023) y es colaborador en el Máster de Estudios Avanzados de Antropología de la UCM.

- Entre 2016 y 2017, fue responsable del proyecto de investigación titulado “Reconstrucción histórica de El Encín”, financiado por el IMIDRA.