La Isabela

22/06/2020 - 18:32 José Serrano Belinchón

Queda constancia de que en el año 1512, tres siglos antes de ser constituido balneario y Casa de Baños, ya acudían enfermos a buscar remedio para sus dolencias.

Digamos que dos o tres generaciones atrás, los habitantes de la comarca de Sacedón conocían al Real Sitio de “La Isabela”, como “Los Baños”. Estaba situado aquel pequeño Versalles en la orilla derecha del río Guadiela, lugar privilegiado de la Alcarria en la orilla derecha del río Guadiela. Fue un balneario ostentoso, levantado por capricho y orden de la reina Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII, en cuyo recuerdo recibió tal nombree. Se comenzó a construir según los reales gustos de la época en el año 1817, y fue declarado Real Sitio nueve años después, una vez concluidas las obras. A mediados del siglo XX, con la subida de las aguas del pantano de Buendía, aquello despareció para siempre.
    Como datos de interés, respecto a lo que fue La Isabela, puede decirse que contaba con veintiséis manzanas de casas y una cincuenta viviendas; un edificio destacado como cuartel para los guardias de Corps, además de otros servicios de posada, tienda, horno de cocer, escuelas de niños y de niñas, y una iglesia dedicada a San Antonio de Padua. Todo ello en torno a dos calles geométricamente rectas, dos plazas y una extensa huerta rodeada de verja. La Casa Real, que era el más noble de sus edificios, contaba con trece balcones y doce ventanas sólo en la la fachada que miraba a los jardines. Las dos fuentes principales estaban dedicadas al rey Fernando VII y a la reina Isabel II, su heredera. El paseo principal, al que llamaban Salón del Prado, estaba dedicado a Isabel II.
            La Casa de Baños quedaba separada a 150 metros de la residencia, junto al cauce del río. Contaba con treinta y una habitaciones para bañistas y residentes. Los efectos curativos de sus aguas se extendían a males tan dispares como reuma, gota, erupción de la piel, efectos nerviosos, enajenación mental, epilepsia, convulsiones, hipocondria, asmas nerviosas, neuralgias, parálisis, cálculos, hepatitis y efectos sifilíticos, oftalmias, bronquitis y catarros, por señalar sólo los más comunes. Queda constancia de que en el año 1512, tres siglos antes de ser constituido balneario y Casa de Baños, ya acudían enfermos a buscar remedio para sus dolencias, y entre ellos, don Gonzalo de Córdoba. Ell Gran Capitán.
    Sus aguas podían tomarse bebidas o en baño. La gente las solía emplear como baño, debido al mal sabor que, incluso a muy baja temperatura, solían tener.