La lectura en crisis

07/05/2017 - 12:35 Manuel Ángel Puga

La raíz del mal no está en la crisis económica (aunque, sin duda, también influye) sino que está en la falta de lectores.

Como es sabido, el pasado 23 de abril se celebró el Día Internacional del Libro, conmemoración auspiciada por la UNESCO. Con tal motivo la lectura ha cobrado actualidad, aunque decir hoy “lectura” es decir crisis. Sí, la lectura está padeciendo en nuestro país una doble crisis: la económica y la de lectores. No se venden libros debido a la crisis económica pero, sobre todo, no se venden porque no hay lectores. La gente está dejando de leer, lo cual es una mala noticia.
    Hay un hecho cierto y preocupante. Muchas librerías están cerrando, están desapareciendo. Y ya se sabe, cuando una librería desaparece también desaparece uno de los principales medios difusores de cultura. En cierto modo, la cultura de un pueblo se mide por el número de librerías que hay en él. Cuando recorremos una ciudad y no vemos librerías, el concepto que nos formamos de sus habitantes es bien distinto del que nos formaríamos si hubiera abundantes librerías. Esto es innegable.
    Hace unos días, y debido a la conmemoración del Día Internacional del Libro, el secretario del Gremio de Libreros de Madrid hizo estas declaraciones al periódico “La Razón”: “Las librerías, podemos decir, sobreviven. Algunas han perecido por especulación inmobiliaria o vaivenes de grupos como la cadena Crisol, pero eso no oculta que nombres muy emblemáticos, arraigados en el imaginario de la ciudad, han cerrado por problemas de sostenibilidad. No pueden resistir el embate de la crisis que restringe el consumo de los particulares y de las compras institucionales y, por otro lado, la falta de estímulo lector”.     Esta valoración se refiere a Madrid, pero se podría generalizar a todas las ciudades de nuestro país.
Las anteriores palabras nos permiten comprobar la actual situación del libro y de las librerías. Desgraciadamente, han desaparecido muchas librerías en las ciudades y pueblos de España. La consecuencia no puede ser peor. Como también ha destacado el secretario del Gremio de Libreros de Madrid, nuestro país está a la cola de Europa en lo que a número de lectores se refiere. Somos el país donde menos lectores hay… No se puede negar que existe una crisis económica; es evidente, pero podemos preguntarnos por qué la crisis económica afecta tanto a las librerías y, sin embargo, apenas afecta a los bares y cafeterías.
    A poco que reflexionemos nos daremos cuenta de que la raíz del mal no está en la crisis económica (aunque, sin duda, también influye), sino que está en la falta de lectores. Hay crisis de lectores. La gente no lee, no siente la necesidad de leer. ¿Por qué? ¿A qué se debe esta situación? Sencillamente, se debe a que se dejó de fomentar en niños, adolescentes y jóvenes el hábito de la lectura, al menos, en la medida necesaria.
    En efecto, desaparecieron casi por completo aquellos Planes de Fomento de la Lectura que hace bastantes años se desarrollaban en nuestros colegios e institutos. Las consecuencias de tal desaparición las estamos viendo ahora. Ante esta situación, urge establecer e intensificar planes de fomento de la lectura en los centros de enseñanza, desde las escuelas hasta las universidades. Urge crear hábitos de lectura y fomentar la necesidad de leer para remediar el mal que padecemos.
    Pero conviene tener presente que tales planes no sólo han de buscar la creación y fomento de hábitos lectores, sino que también habrán de crear hábitos de reflexión y crítica de lo leído. No basta con leer; hay que reflexionar sobre lo que se ha leído, hay que saber criticar lo leído. Esta reflexión y crítica será lo que nos permitirá asimilar y transformar los conocimientos que nos proporcionó la lectura para convertirlos en algo nuestro, en algo personal. Ya no es lo que yo leí, sino lo que yo elaboré con lo leído. Es una tarea semejante a la labor que realizan las abejas: convertir en miel el néctar que han libado de las flores. Hay que elaborar algo nuevo y distinto utilizando los conocimientos que habíamos incorporado mediante la lectura. Esto sí es saber leer.
    Pero, además, esta actitud reflexiva y crítica va a permitir al lector que sea él mismo quien sepa valorar y seleccionar los libros y las lecturas que realmente le convienen para acrecentar su cultura, aumentar su creatividad y para formarse como ser humano. Esta ha de ser la meta y el objetivo principal de todo buen plan de fomento de la lectura para niños, adolescentes y jóvenes.