La lluvia impidió la salida del Cristo Yacente, de Nuestra Señora de los Dolores y de Nuestra Señora de la Soledad
01/10/2010 - 09:45
Por: DIANA PIZARRO
Procesión del Silencio/Viernes Santo
La Pasión del Señor consiguió procesionar aunque tuvo que refugiarse en la iglesia de San Ginés
Como si de lágrimas por la muerte de Jesús se tratase, la lluvia volvió a hacer su aparición, una vez más, en la procesión del Silencio y del Santo Entierro de la capital. Sin embargo, su intermitencia durante algunos momentos hizo crecer la confianza de que las calles de Guadalajara serían testigo del paso del Santo Sepulcro. Lamentablemente, el Cristo yacente tuvo que ser honrado en el interior de la Concatedral. Los que pudieron realizar parte del recorrido fueron los cofrades de la Pasión del Señor, aunque la lluvia obligó a refugiar los pasos en la iglesia de San Ginés. Nuestra Señora de los Dolores y Nuestra Señora de la Soledad tampoco procesionaron por las calles debido a la lluvia.
Esta vez no cogió por sorpresa a nadie, y los centenares de guadalajareños que se apostaron a las puertas de la Concatedral de Santa María para sumarse a la procesión del Silencio y del Santo Entierro, iban provistos de paraguas, chubasqueros e incluso guantes. Sin embargo, la lluvia, intermitente durante algunos momentos de la tarde, pero convencida de caer sobre la ciudad, deslució un año más la Semana Santa guadalajareña, que no estuvo exenta de un fuerte viento y de unas bajas temperaturas más propias del invierno. Los primeros en comprobar la tímida llegada del agua fue la Cofradía de la Pasión del Señor, que partió de la iglesia de Santiago antes de que el reloj marcase las 19.30 horas. Ante la expectación de decenas de vecinos, el Cristo de la Expiración fue portado en su cruz cubierto por una manta de plástico que evitó que la fina lluvia cayese directamente sobre la talla. Durante unos minutos, el cielo fue condescendiente y permitió que La Piedad y Nuestro Padre Jesús de la Pasión saliesen de la iglesia sin temor a nuevas gotas. Sin embargo, los cofrades, ayudados por algunos espontáneos, desplegaron a las puertas de la iglesia de Santiago un gran plástico con el que tenían intención de cubrir la talla de la Pasión, un quehacer que pronto fue declinado dada la confianza de la mayoría de que el cielo diese una tregua. Siguiendo el ritmo de los tambores, partió la Cofradía camino de la Concatedral de Santa María, a donde llegaron puntualmente a las 20.00 horas, y con el Cristo en la Cruz ya sin plástico que lo cubriese.
La expectación de las autoridades que aguardaban a la Cofradía que debía guiar la procesión era máxima. Entre ellos, el alcalde de la localidad, Antonio Román, acompañado de varios concejales, la consejera de Administraciones Públicas, Magdalena Valerio; así como varios delegados y diputados provinciales. Pero la lluvia volvió a hacer su aparición, en periodos intermitentes pero firmes, que hicieron que primero se abrieran los paraguas y que, posteriormente, los centenares de fieles se fueran refugiando en los soportales y en el interior del templo.
Los momentos que se vivieron después, a medida que el tímido sol iba desapareciendo, fueron una mezcla de resignación, emotividad y tristeza. La pequeña tregua que daba la lluvia confió a los cofrades de Nuestra Señora de los Dolores, que sacaron de la Concatedral el paso del Calvario en la Quinta Palabra. Una vez que la Cruz del Señor fue colocada no sin un gran esfuerzo, la climatología volvió a ser adversa. Algunos cofrades conversaron con el alcalde y le comunicaron que la Pasión seguiría el recorrido acordado, pero que el resto de pasos esperarían hasta las 21.00 horas confiados en que el cielo otorgase una tregua lo suficientemente larga como para consumar un deseo en el que habían trabajado intensamente durante los últimos 12 meses. Néstor López, un joven cofrade de Nuestra Señora de los Dolores, lamentaba el no poder salir finalmente en procesión. Llevaba esperando este momento mucho tiempo, además de que el traje de este año era nuevo. Sin embargo, Néstor reconocía que la integridad de las imágenes era lo primero. Hace un par de años se invirtió mucho dinero en el palio de la Virgen, por lo que tenemos que cuidar por la seguridad de todo eso, matizó.
En este receso, el Calvario regresó definitivamente a la Concatedral, pero la Cofradía del Cristo Yacente del Santo Sepulcro siguió preparándose para poder llevar a buen término el entierro del Señor. Conchi Herráiz, que tenía previsto salir en procesión portando una cruz, aseguraba estar confiada, pero las lágrimas que brotaban en sus ojos demostraban lo contrario. El año pasado parecía que no íbamos a poder salir y finalmente tuvimos suerte. Sabemos que es algo que puede pasar, y más al ver cómo ha amanecido el día, pero no podemos dejar de sentir tristeza, rabia.... Entonces, el presidente de la cofradía entró en el templo y dio la orden de que los hermanos se fueran preparando para la procesión. Desde el altavoces, se anunciaba que, si bien el paso del sepulcro no pudiese finalmente ser honrado por las calles de la ciudad, se realizaría un simbólico recorrido por la nave principal del templo, saliendo a los soportales de la Concatedral, y regresando al altar para que los fieles pudiesen besar los pies del Señor. Y, lamentablemente, así tuvo que ser. El Cristo Yacente fue colocado muy despacio en el sepulcro, marchó lentamente por la nave central de la Concatedral y nada más salir del templo, la Banda Provincial de Música, resguardada de la lluvia bajo los soportales, interpretó el himno nacional. El obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, acompañó a Jesús durante este corto paso. La emoción llegó entonces al punto máximo, en parte por el simbolismo del acto, y en parte porque las calles de Guadalajara no serían testigo del entierro del Señor. Los faroles comenzaron a ser apagados y los capuchones retirados de las cabezas.
Con la noche ya echada encima, los hermanos y los fieles se resignaron y aceptaron que la procesión del Silencio había acabado. Sin embargo, quisieron demostrar su tristeza por la muerte de Cristo, y esperaron largas colas para besar los pies, ya sin vida, de la talla.
Intentos fallidos
Mientras tanto, la Cofradía de la Pasión del Señor, la primera de la comitiva, que había partido hacia las 20.00 horas de la Concatedral, dio por finalizado su recorrido en la iglesia de San Ginés, donde se vieron obligados a guardar apresuradamente las tallas debido a la intensa lluvia. En la iglesia de Santiago, algunos cofrades esperaban la llegada de los tres pasos, que fueron trasladados en carros. Lo bonito es meterlo, aseguraba una joven cofrade. A la vez, los tambores de algunos hermanos seguían sonando hacia las 22.00 horas, cuando ya el cielo parecía que había descargado todas las lágrimas que guardaba por la muerte del Señor. Los últimos de la comitiva, la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, no llegó si quiera a salir de la iglesia de San Nicolás.
Este año, la procesión del Silencio no ha contado con la presencia de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, una decisión que ya tomó anteriormente la Esperanza Macarena o la Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y la Paz.
La expectación de las autoridades que aguardaban a la Cofradía que debía guiar la procesión era máxima. Entre ellos, el alcalde de la localidad, Antonio Román, acompañado de varios concejales, la consejera de Administraciones Públicas, Magdalena Valerio; así como varios delegados y diputados provinciales. Pero la lluvia volvió a hacer su aparición, en periodos intermitentes pero firmes, que hicieron que primero se abrieran los paraguas y que, posteriormente, los centenares de fieles se fueran refugiando en los soportales y en el interior del templo.
Los momentos que se vivieron después, a medida que el tímido sol iba desapareciendo, fueron una mezcla de resignación, emotividad y tristeza. La pequeña tregua que daba la lluvia confió a los cofrades de Nuestra Señora de los Dolores, que sacaron de la Concatedral el paso del Calvario en la Quinta Palabra. Una vez que la Cruz del Señor fue colocada no sin un gran esfuerzo, la climatología volvió a ser adversa. Algunos cofrades conversaron con el alcalde y le comunicaron que la Pasión seguiría el recorrido acordado, pero que el resto de pasos esperarían hasta las 21.00 horas confiados en que el cielo otorgase una tregua lo suficientemente larga como para consumar un deseo en el que habían trabajado intensamente durante los últimos 12 meses. Néstor López, un joven cofrade de Nuestra Señora de los Dolores, lamentaba el no poder salir finalmente en procesión. Llevaba esperando este momento mucho tiempo, además de que el traje de este año era nuevo. Sin embargo, Néstor reconocía que la integridad de las imágenes era lo primero. Hace un par de años se invirtió mucho dinero en el palio de la Virgen, por lo que tenemos que cuidar por la seguridad de todo eso, matizó.
En este receso, el Calvario regresó definitivamente a la Concatedral, pero la Cofradía del Cristo Yacente del Santo Sepulcro siguió preparándose para poder llevar a buen término el entierro del Señor. Conchi Herráiz, que tenía previsto salir en procesión portando una cruz, aseguraba estar confiada, pero las lágrimas que brotaban en sus ojos demostraban lo contrario. El año pasado parecía que no íbamos a poder salir y finalmente tuvimos suerte. Sabemos que es algo que puede pasar, y más al ver cómo ha amanecido el día, pero no podemos dejar de sentir tristeza, rabia.... Entonces, el presidente de la cofradía entró en el templo y dio la orden de que los hermanos se fueran preparando para la procesión. Desde el altavoces, se anunciaba que, si bien el paso del sepulcro no pudiese finalmente ser honrado por las calles de la ciudad, se realizaría un simbólico recorrido por la nave principal del templo, saliendo a los soportales de la Concatedral, y regresando al altar para que los fieles pudiesen besar los pies del Señor. Y, lamentablemente, así tuvo que ser. El Cristo Yacente fue colocado muy despacio en el sepulcro, marchó lentamente por la nave central de la Concatedral y nada más salir del templo, la Banda Provincial de Música, resguardada de la lluvia bajo los soportales, interpretó el himno nacional. El obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, acompañó a Jesús durante este corto paso. La emoción llegó entonces al punto máximo, en parte por el simbolismo del acto, y en parte porque las calles de Guadalajara no serían testigo del entierro del Señor. Los faroles comenzaron a ser apagados y los capuchones retirados de las cabezas.
Con la noche ya echada encima, los hermanos y los fieles se resignaron y aceptaron que la procesión del Silencio había acabado. Sin embargo, quisieron demostrar su tristeza por la muerte de Cristo, y esperaron largas colas para besar los pies, ya sin vida, de la talla.
Intentos fallidos
Mientras tanto, la Cofradía de la Pasión del Señor, la primera de la comitiva, que había partido hacia las 20.00 horas de la Concatedral, dio por finalizado su recorrido en la iglesia de San Ginés, donde se vieron obligados a guardar apresuradamente las tallas debido a la intensa lluvia. En la iglesia de Santiago, algunos cofrades esperaban la llegada de los tres pasos, que fueron trasladados en carros. Lo bonito es meterlo, aseguraba una joven cofrade. A la vez, los tambores de algunos hermanos seguían sonando hacia las 22.00 horas, cuando ya el cielo parecía que había descargado todas las lágrimas que guardaba por la muerte del Señor. Los últimos de la comitiva, la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, no llegó si quiera a salir de la iglesia de San Nicolás.
Este año, la procesión del Silencio no ha contado con la presencia de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, una decisión que ya tomó anteriormente la Esperanza Macarena o la Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y la Paz.