La lógica suspensión de las Ferias y Fiestas

08/06/2020 - 17:15 Redacción

Duele y mucho que la Semana Grande no pueda tener lugar, en lo anímico, en lo sentimental, y de manera muy particular en lo económico. 

Desde el inicio de la crisis sanitaria el rosario de anuncios de suspensiones de actos ha formado parte del día a día de nuestras noticias como también la originalidad para mantener vivo el recuerdo de las celebraciones a través de iniciativas en las redes sociales que han servido para aliviar en parte la tristeza de la cancelación. El viernes conocíamos que tampoco las ferias y fiestas de la capital se podrían salvar de los devastadores efectos de la pandemia del Covid-19. Representantes de las peñas, de la hostelería, de la cofradía de la Virgen de la Antigua y del equipo de Gobierno del Ayuntamiento, arroparon y respaldaron al alcalde en el amargo anuncio de una decisión dura pero necesaria, la única que en las actuales circunstancias se podía tomar. Las aglomeraciones habituales en estos festejos hacen imposible la distancia física que debemos mantener hasta que una vacuna o tratamiento específico nos permita volver a la deseada normalidad y si las fiestas capitalinas se caracterizan por algo es por la participación multitudinaria, por un recinto ferial que bulle en gentío, vermús solidarios que suponen encuentros masivos, chupinazos y desfiles procesionales, de peñas o carrozas que sacan a toda una ciudad a la calle, por la llegada de miles de personas de los pueblos, por la alegría de las peñas que bailan y beben juntas en sus sedes y por espacios públicos. Duele y mucho que la Semana Grande no pueda tener lugar, en lo anímico, en lo sentimental, y de manera muy particular en lo económico por el impacto que supondrá para tantas empresas la perdida de los ingresos de estos días. La prudencia, el sentido común, la responsabilidad, el deber de preservar la salud de todos, hace inviable programar estas casi dos semanas de centenares de actividades. Lo contrario hubiese sido temerario. En la adversidad, sin embargo, tenemos ahora tiempo para  repensar el modelo de ferias. Sin duda hay mucho de bueno que mantener pero también que matizar, mejorar o cambiar. Desde la reflexión y el diálogo, con buena voluntad, aprovechemos este obligado paréntesis para buscar un punto de encuentro que haga todavía más especial las deseadas y esperadas fiestas del 2021 y mientras tanto no olvidemos a los más perjudicados, aquellos que sufrirán las consecuencias económicas de esta falta de actividad.