La miel más dulce

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

URRA INFANCIA
JAVIER URRA DOCTOR EN PSICOLOGÍA
Decir “te quiero”, equivale a la miel más dulce. La cocina del día a día exige tomarse tiempo para un abrazo, un beso, una sonrisa.

Cultura del tapeo, de la felicidad. La charla, la tertulia, la sobremesa son el alimento de la vida que junto al humor evita la empanada mental.
Cocina que no es alquimia, sino un arte que permite investigar texturas, de construir y siempre orquestar excelsos olores, pintar atractivos aspectos, cincelar inolvidables gustos.

Hoy tenemos acceso a los ingredientes exóticos, pero hemos de reconocer y elevar un momento a quién ideó la aceituna rellena de anchoa. Valoremos la sofisticación de lo simple.

La felicidad, como las viandas saben mejor compartidas. Ser feliz solo, es un imposible.

Seamos conscientes de nuestras limitaciones, la búsqueda obsesiva de la felicidad, se acompaña de decepción. Alguien comentó que “la felicidad se nos da a beber en la palma de la mano”.

Si somos consumidores insaciables, si padecemos del pecado capital de la gula no obtendremos el gozo.

No seamos nuevos ricos, conozcamos el ayuno, no olvidemos el hambre en el mundo. Antepongamos la sensibilidad, la cultura, a la horrible opulencia.

Desarrollemos nuestras facultades, la huidiza conciencia. Las buenas acciones son antesala de buenos sueños.

Compartir la alegría supone doble alegría, repartir el dolor, pues medio dolor.

El aprendiz de concina se llama marmitón, el del devenir vital aprende a tener sin poseer, a elegir, a luchar por las utopías. A convertir su existencia en una gran aventura. A encontrar lo extraordinario escondido en lo sencillo.

Hemos de recuperar sabores, interpretar la realidad, captar lo sutil.

Cultivemos la huerta, pongamos la mente en signo de interrogación, intentemos encontrarnos a nosotros mismos.

Vivamos intensamente, descubramos el alma del mundo.

Uno de los secretos de la cocina es el entusiasmo, otra la voluntad para seguir avanzando, sin duda el saber hacer algo lentamente y una pizca de sabiduría.

Precisamos el aprendizaje vital, a ser y no sólo a tener, a cuidar del sosiego, de la armonía, del contento interior.

Sí, al amor de la lumbre la aceptación de la finitud, el valor de la compasión, el desapego.

El pan nuestro de cada día debe ser el vivir noblemente, el ser dueño y heredero de lo que hacemos y dejamos de hacer, la mesura, la ecuanimidad, la benevolencia.

Cierto es que hemos de comer bien, para vivir mejor, como lo es el valor de la amistad o que lo más positivo de uno debe ser compartido con los demás.

Debemos pensar positivamente de las intenciones ajenas. Y dotarnos de una buena ración de gratitud para los buenos momentos y de esperanza para los malos.