La Ola


Podría pasar que las olas sucesivas de la pandemia tapen la otra Ola, la del experimiento sociológico que narraban sobrecogedores, la película y el libro del mismo nombre.

Vivimos un momento en el que esperamos atemorizados a que pase la ola, a la espera de que venga la siguiente. La ola de una pandemia que ya ha superado la categoría de mar gruesa y avanza de arbolada a montañosa si no le ponemos remedio antes de que llegue a enorme. En la escala Douglas de la situación en España, la crisis del Covid-19 parece una macabra metáfora de todo lo demás, o viceversa. 

Porque podría pasar que las olas sucesivas de la pandemia tapen la otra Ola, la del experimento sociológico que narraban, sobrecogedores, la película y el libro del mismo nombre, que demuestra que algunos experimentos, ni con gaseosa, porque nos pueden llevar a deslizarnos por pendientes sin retorno. 

Un experimento de un gobierno de coalición, que fue conformado con la unión de fuerzas políticas cuya trazabilidad democrática es, como poco, cuestionable. Un gobierno que, no contento con el arranque, poco ético y poco estético, de los votos de la investidura, permite el descontrol de la pandemia y, al tiempo, renuncia a la defensa de los principios que hicieron de España ejemplo de transición política y convivencia ciudadana. 

Une al azote de la crisis sanitaria la crisis institucional provocada con la elección de sus compañeros de viaje. Ahora todo vale para la gobernabilidad, y se echan al hombro a Bildu o aúpan a Esquerra, que lo mismo da asociarse con los que aún hoy quieren romper España que con los que siguen defendiendo a los asesinos. Y si el pago es la dignidad de las víctimas o el derecho de los españoles a utilizar su lengua en todo el territorio nacional, pues a estos próceres de la política de nuevo cuño les parece un precio asumible, como es el que siempre pagan otros.

Da igual lo que hayan dicho los tribunales, porque hay que pagar peajes. Da igual lo que digan los profesores, los padres, los socialistas de la transición o hasta la RAE, porque el precio es la libertad, los derechos, la seguridad jurídica y la dignidad… de los otros.

Menos mal que tendremos la verdad universal administrada por este gobierno distópico para acallar la voz de millones porque no se ajusta a la dogmática oficial, la establecida y vigilada por el zorro que cuidaba de las gallinas. Esas gallinas que callan y conceden, no sea que desaparezcan las prebendas, los carguitos, los sueldazos o las asesorías, que también estamos en tiempos de dame pan y llámame tonto. ¿o no?