La parroquia de San Juan de Ávila recibe las reliquias de su patrón

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Los obispos Juan José Asenjo y José Sánchez, junto al párroco, Vitorio Lorente.
Por: VIRGINIA BODEGA
El obispo de la Diócesis y el obispo de Córdoba, Asenjo Pelegrina, presiden la ceremonia
La parroquia de San Juan de Ávila se vistió ayer de gala para vivir uno de los momentos más importantes de su historia: recibir las reliquias de su titular y patrón, procedentes de la iglesia de la Encarnación de Montilla, en Córdoba. El obispo de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, y el obispo de Córdoba, Juan José Asenjo Pelegrina, oficiaron la ceremonia que comenzó con la procesión de entrada, celebración que fue seguida por cientos de feligreses.
El espíritu de San Juan de Ávila, titular de la parroquia guadalajareña del mismo nombre, está desde ayer más presente que nunca entre sus feligreses. El obispo de la Diócesis Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, recibió ayer varias reliquias del santo, de parte del obispo de Córdoba, Juan José Asenjo Pelegrina, en el transcurso de una ceremonia a la que asistieron cientos de fieles de todas las edades. Procedentes de la iglesia de la Encarnación de Montilla, en la provincia de Córdoba, donde se encontraban custodiadas, desde ahora permanecerán en la parroquia San Juan de Ávila, gracias al empeño que en ello ha puesto el párroco de la misma, Victorio Lorente, y a la magnanimidad del obispo cordobés.
El recibimiento de las reliquias del santo ha supuesto toda una fiesta para la parroquia guadalajareña, que ha celebrado con diversas actividades y concursos la llegada de las mismas. Tras dos jornadas repletas de eventos, los feligreses de San Juan de Ávila vivieron ayer por la tarde los momentos más esperados, la procesión, la lectura de la Auténtica –documento que verifica la autenticidad de los restos del santo–, el saludo de Monseñor Sánchez, la eucaristía oficiada por el obispo de Córdoba y, por último, la veneración de las reliquias.
El patio de la parroquia sirvió como improvisado espacio para la celebración de la santa procesión de entrada de las reliquias a la iglesia. Abriendo la comitiva, el portador del inciensario; tras él, la Cruz procesional y el evangelario, seguido por el relicario con los restos de San Juan de Ávila; después caminaban los concelebrantes de la ceremonia, los obispos de Sigüenza-Guadalajara y Córdoba y los sacerdotes, y a ambos lados de ellos, los feligreses, ciudadanos y ciudadanas de Guadalajara, adultos y niños que no quisieron dejar de dar la bienvenida a las reliquias de su patrón a la parroquia.
Una vez dentro de San Juan de Ávila, un feligrés de la parroquia de origen cordobés y residencia guadalajareña, dio lectura a la Auténtica, el documento histórico que verifica y garantiza que los restos entregados pertenecieron al santo. Tras él, el obispo de Sigüenza-Guadalajara dedicó el saludo a la comitiva sacerdotal cordobesa, recordando la vida de San Juan de Ávila, y antes de abandonar la parroquia. Y es que el deber llamaba a Sánchez, que sintió no poder quedarse al término de la ceremonia por tener que visitar varios pueblos de la provincia para que decenas de jóvenes fueran confirmados bajo su mano.

Entre culturas
Monseñor Sánchez aseguró que la parroquia de San Juan de Ávila “ya era rica antes de la llegada de las reliquias por tener como titular a uno de los hombres más brillantes e importantes del Siglo de Oro español”. Destacó su inteligencia y su ejemplicidad para santos, profesores, misioneros y otros hombres de bien de la época. Dijo que San Juan de Ávila debe servir como ejemplo también “ahora y siempre”. El obispo recordó que el santo aconsejó a reyes, ancianos, sabios, parejas, solteros, casados y niños. Además, como explicó Sánchez, “el Señor le dio un celo misionero inigualable”. Por todo ello, “a él encomendamos la parroquia”, concluyó Monseñor Sánchez, justo antes de pasar el inciensario sobre sus reliquias.
Tras el saludo de acogida del obispo de Sigüenza-Guadalajara, tomó la palabra Juan José Asenjo, el obispo de Córdoba, que fue el encargado de oficiar la eucaristía. Tras la misa, las reliquias del santo fueron veneradas por los feligreses y sacerdotes celebrantes. Asenjo instó a los fieles de San Juan de Ávila a seguir siendo “una comunidad viva, dinámica, unida y comprometida con los necesitados”.

Una vida dedicada a los demás
San Juan de Ávila nació en Almodóvar del Campo, ahora provincia de Ciudad Real, en 1499. Murió después de 70 años recorriendo caminos, predicando en aldeas y pueblos, amaestrando santos y asistiendo a desvalidos, en mayo de 1569. Fue enterrado en el Colegio de los Jesuítas de Montilla. Ahora una parte de su espíritu está entre los fieles de la parroquia de San Juan de Ávila, de su titularidad, en pleno corazón guadalajareño.