La primera senadora


Amalia Miranzo, conquense, siempre defendió que las mujeres debían conseguir independencia económica, es decir, un trabajo digno y bien remunerado para alcanzar su liberación.

Solemos asociar el comienzo de año con el desarrollo de nuevas metas y propósitos, pero creo no equivocarme si digo que el momento que en realidad anticipa nuevas etapas es el final del verano. En lo personal, a lo largo del estío se han producido cambios en mi vida que ni por asomo estaban en mis planes hace tan solo tres meses, y es que no hace ni quince días que prometí acatar la Constitución como nueva senadora por la provincia de Guadalajara.

Desde pequeña, en la calle y en el colegio, habitualmente he oído hablar de los padres de la Constitución del 78, la que restituyó la democracia en nuestro país tras el nefasto golpe de Estado de 1936, pero pocas veces se alude a las parlamentarias que, desde las posiciones que entonces se les permitía ocupar, contribuyeron a la redacción de nuestra Carta Magna, destacando los artículos decimocuarto y, sobre todo, el noveno en el ámbito de la igualdad.

En esta columna, en la cual vindicamos referentes femeninos, no podía dejar de mencionar a una mujer que significa mucho para mí ahora que empiezo a dar mis todavía incipientes pasos en la Cámara Alta: la conquense Amalia Miranzo, la primera senadora socialista en aquella legislatura constituyente de 1977 que, además, formó parte de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en su fase preautonómica, donde en 1979 fue propuesta por el Partido Socialista para presidirla, si bien se impuso el candidato de la UCD y senador por Guadalajara, Antonio Fernández-Galiano. 

Intervención de Amalia Miranzo en el Senado. (1979). Fuente:AGA

Miranzo nació en Cuenca en 1939. Emprendió su carrera laboral como maestra al tiempo que estudiaba Ciencias Físicas, licenciándose en 1963 y obteniendo más adelante plaza de profesora de Matemáticas en un instituto de nuestra ciudad vecina, Alcalá de Henares. En esos años, compaginó su actividad profesional con la militancia política en el PSOE de manera clandestina y ya en la Transición fue senadora de las Cortes Constituyentes (1977-1979) y de las legislaturas I y II (1979-1986), así como secretaria general de la UGT de Cuenca entre los años ochenta y ochenta y tres. 

Como se ha apuntado, su figura es esencial para comprender el proceso de construcción de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha (ella decía que «La autonomía acerca las soluciones»), en cuya Junta de Comunidades estuvo presente desde el primer momento. Cuando apurando el año 1982, el socialista Jesús Fuentes Lázaro fue elegido presidente preautonómico, tanto Amalia Miranzo como un joven José Bono no asistieron al acto correspondiente; sin embargo, meses más tarde, el Comité Federal del PSOE designó por sorpresa a Bono como candidato a la presidencia de la región, hecho que Miranzo no aprobó y que la fue alejando de la escena política. 

Siempre defendió que las mujeres debían conseguir independencia económica, es decir, un trabajo digno y bien remunerado, para poder alcanzar su liberación: «Yo entiendo que la integración de la mujer en nuestra región sólo tiene un camino: el de prepararse adecuadamente en la escuela, en la universidad o en la vida; en el campo, en la fábrica o en la oficina». Así se expresó en diciembre de 1981en La Prensa Alcarreña, periódico en el que en octubre del siguiente año, tan solo unas semanas antes de la apabullante victoria del Partido Socialista, la senadora manifestara que «(…) La mujer es “presa” de las estructuras. No posee independencia económica y por tanto carece de libertad (…). Añádase a ello su labor de ama de casa sin salario y tendremos a una mujer sumisa, silenciosa, abnegada… en suma, “adaptada al hombre”. (…) ha de procurarse una nueva dinámica que sólo puede llegar por la vía de la educación».

 Asimismo, Amalia Miranzo se implicó en algunos de los avances más significativos de las mujeres en ese periodo histórico, como la legalización de los anticonceptivos o la igualdad jurídica dentro del matrimonio. En 1986, tras una dilatada trayectoria política regresó a la docencia, aunque nunca abandonó sus motivaciones políticas y feministas. Murió en Cuenca en 2014 con tan solo setenta y cuatro años, legándonos su ejemplo a aquellas que no tuvimos la suerte de conocerla.

Cuántas luchas han enfrentado las mujeres que me precedieron para normalizar la presencia de las féminas en la política, ese espacio cívico en el que se toman decisiones que conciernen a toda la ciudadanía. Y cuántos obstáculos tenemos la obligación de seguir superando, hombres y mujeres, para que las generaciones futuras disfruten de una sociedad más justa e igualitaria.