La procesión del Domingo de Ramos abre los desfiles de la Semana Santa en la capital
01/10/2010 - 09:45
Por: Redacción
Ante la inminente llegada de la Semana Santa, durante la mañana de ayer cientos de guadalajareños no quisieron perderse la tradicional procesión del Domingo de Ramos que desfiló desde la iglesia de San Ginés, donde se ofició la tradicional Bendición de Palmas y Ramos de olivo, hasta el templo de San Francisco, donde tuvo lugar la posterior homilía. Acompañados por el buen tiempo y por el espíritu religioso que inundó la capital, no fueron pocos los que salieron a la calle para ver a cofradías, hermandades, sacerdotes y políticos, ya que no faltaron algunas caras conocidas del equipo de Gobierno local y otros representantes de las administraciones públicas provinciales.
Bajo un cielo claramente despejado y con una puntualidad casi británica dio comienzo ayer la procesión del Domingo de Ramos en la capital. Minutos antes del comienzo de la consabida Bendición de Palmas y Ramos de olivo, los aledaños de la iglesia de San Ginés ya se encontraban plagados de cientos de guadalajareños que decidieron participar de los actos previos que anuncian la llegada inminente de la Semana Santa, dejándose ver por la plaza de Santo Domingo, la calle Virgen del Amparo o el paseo del Doctor Fernández Iparraguirre.
A su vez varios miembros de la Policía Local cortaban el tráfico de las inmediaciones, mientras los componentes de la Banda provincial de Música se preparaban para animar la cita afinando sus instrumentos. Una gran mayoría de los asistentes hizo acto de presencia ataviado con sus mejores galas. Señoras con pieles y tacón y caballeros con camisa y traje aparecieron de esta guisa, posiblemente con alguna prenda nueva, ya que como advierte el refranero popular Domingo de Ramos, si no estrenas algo se te caen las manos.
A las 11.30 horas, tal y como estaba previsto en el programa litúrgico, las primeras notas del himno español resonaban en la explanada de la iglesia, presidida por la imagen de la entrada de Jesús en Jerusalén y acompañada por los aterciopelados estandartes de las cofradías y hermandades. La Bendición, ofrecida a través de una megafonía, contó con la presencia de algunas de las personalidades políticas más destacadas de la capital, con buena parte del equipo de Gobierno, encabezada por el alcalde, Antonio Román, junto a varios concejales -Lorenzo Robisco, Jaime Carnicero o Eladio Freijo, entre otros-, la presidenta de la Diputación provincial, María Antonia Pérez León, y representantes de la Junta de Comunidades, como la consejera de Administraciones Públicas y Justicia, Magdalena Valerio.
En el comienzo de la Bendición, el vicario, además de recordar el significado de los ramos de olivo como símbolo de vida, apeló al espíritu humilde de Jesús en su entrada a Jerusalén. Unos minutos después, el repique de las campanas de San Ginés daría el pistoletazo de salida a la procesión, lenta en sus primeros compases y acompañada por los cánticos de los presentes, quienes enseguida arroparon a la borriquilla, llamativa toda ella con el toque de unos claveles rojos.
Haciendo una llamada a la alegría y con el anunciamientodel reino de los Cielos que realizó el vicario, la comitiva siguió el ya tradicional recorrido en dirección a la iglesia de San Francisco. La procesión estuvo encabezada por dos monaguillos, la cruz, a los que siguieron todas las cofradías con sus correspondientes estandartes, la imagen de Jesús Nazareno, escoltada por varios sacerdotes y monaguillos, y varios pasos más atrás, por representantes de la clase política.
Por último, la Banda provincial de Música ponía el toque a la procesión por las calles de Guadalajara marcando el ritmo al son de sus tambores. Cientos de ramos y palmas coparon la calle Boixareu Rivera de la mano de sus portadores dirigiéndose hacia la plaza de Bejanque, mientras otras tantas decenas de curiosos se agolpaban para mirar desde la barandilla del parque de La Concordia, ante la marambunta que discurría por las aceras de la calle.
Ya a buen paso y tiñendo la mañana de alegre pero silencioso colorido, niños, mayores y ancianos caminaron ramo y palma en mano junto a la borriquilla, en su peregrinar hacia la iglesia de San Francisco, donde luego tendría lugar la misa, dejando tras de sí el característico olor del incienso que portaba uno de los monaguillos. El murmullo general quedaba interrumpido en alguna ocasión de forma momentánea por los gritos espontáneos de algún pequeño a quien su madre hacía acallar de forma inmediata.
De los primeros en atravesar la plaza de Bejanque para comenzar la subida hacia el santuario, fueron los cofrades de la Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y la Paz, vestidos de rojo y blanco, seguidos por todos los demás. Allí, en plena glorieta, antes de afrontar el último y más costoso tramo de la procesión, se aposentaban varios fotógrafos, tanto aficionados como profesionales, esperando capturar con sus objetivos la mejor instantánea de la comitiva que se deslizaba calle abajo.
Sin perder el ritmo e incluyendo a los más ancianos, no fueron pocos los fieles que atajaban camino para hacerse con el mejor hueco en las escaleras de entrada a la iglesia de San Francisco, mientras cofrades, hermanos, sacerdotes y representantes de la vida política continuaban su ascenso por la calzada, animados bajo el cántico del Salmo 66, que comenzaron a entonar los sacerdotes.
El reloj ya marcaba las 12.00 horas del mediodía cuando la imagen de la borriquilla se paró a descansar a las puertas del santuario. Unos tras otros fueron entrando en la iglesia, aunque no faltaron quienes ante el parón de la imagen de Jesús, lo secundaron con objeto de contemplarla con mayor detenimiento. Algunos niños tuvieron la fortuna de poder inmortalizar su Domingo de Ramos subidos junto a la esperada borriquilla, antes de entrar al santuario.
Más de un padre orgulloso ante la primera procesión de su hijo quiso dejar constancia de ese momento tan especial realizando varias fotografías de sus pequeños ricamente ataviados sosteniendo las palmas y los ramos en la puerta del santuario. También hubo quien solicitó a un cofrade que por allí pasaba que se prestase a posar junto a su hijo, también vestido así, posiblemente para completar un futuro álbum familiar, en el que compartir protagonismo junto a la borriquilla.
A su vez varios miembros de la Policía Local cortaban el tráfico de las inmediaciones, mientras los componentes de la Banda provincial de Música se preparaban para animar la cita afinando sus instrumentos. Una gran mayoría de los asistentes hizo acto de presencia ataviado con sus mejores galas. Señoras con pieles y tacón y caballeros con camisa y traje aparecieron de esta guisa, posiblemente con alguna prenda nueva, ya que como advierte el refranero popular Domingo de Ramos, si no estrenas algo se te caen las manos.
A las 11.30 horas, tal y como estaba previsto en el programa litúrgico, las primeras notas del himno español resonaban en la explanada de la iglesia, presidida por la imagen de la entrada de Jesús en Jerusalén y acompañada por los aterciopelados estandartes de las cofradías y hermandades. La Bendición, ofrecida a través de una megafonía, contó con la presencia de algunas de las personalidades políticas más destacadas de la capital, con buena parte del equipo de Gobierno, encabezada por el alcalde, Antonio Román, junto a varios concejales -Lorenzo Robisco, Jaime Carnicero o Eladio Freijo, entre otros-, la presidenta de la Diputación provincial, María Antonia Pérez León, y representantes de la Junta de Comunidades, como la consejera de Administraciones Públicas y Justicia, Magdalena Valerio.
En el comienzo de la Bendición, el vicario, además de recordar el significado de los ramos de olivo como símbolo de vida, apeló al espíritu humilde de Jesús en su entrada a Jerusalén. Unos minutos después, el repique de las campanas de San Ginés daría el pistoletazo de salida a la procesión, lenta en sus primeros compases y acompañada por los cánticos de los presentes, quienes enseguida arroparon a la borriquilla, llamativa toda ella con el toque de unos claveles rojos.
Haciendo una llamada a la alegría y con el anunciamientodel reino de los Cielos que realizó el vicario, la comitiva siguió el ya tradicional recorrido en dirección a la iglesia de San Francisco. La procesión estuvo encabezada por dos monaguillos, la cruz, a los que siguieron todas las cofradías con sus correspondientes estandartes, la imagen de Jesús Nazareno, escoltada por varios sacerdotes y monaguillos, y varios pasos más atrás, por representantes de la clase política.
Por último, la Banda provincial de Música ponía el toque a la procesión por las calles de Guadalajara marcando el ritmo al son de sus tambores. Cientos de ramos y palmas coparon la calle Boixareu Rivera de la mano de sus portadores dirigiéndose hacia la plaza de Bejanque, mientras otras tantas decenas de curiosos se agolpaban para mirar desde la barandilla del parque de La Concordia, ante la marambunta que discurría por las aceras de la calle.
Ya a buen paso y tiñendo la mañana de alegre pero silencioso colorido, niños, mayores y ancianos caminaron ramo y palma en mano junto a la borriquilla, en su peregrinar hacia la iglesia de San Francisco, donde luego tendría lugar la misa, dejando tras de sí el característico olor del incienso que portaba uno de los monaguillos. El murmullo general quedaba interrumpido en alguna ocasión de forma momentánea por los gritos espontáneos de algún pequeño a quien su madre hacía acallar de forma inmediata.
De los primeros en atravesar la plaza de Bejanque para comenzar la subida hacia el santuario, fueron los cofrades de la Hermandad del Santísimo Cristo del Amor y la Paz, vestidos de rojo y blanco, seguidos por todos los demás. Allí, en plena glorieta, antes de afrontar el último y más costoso tramo de la procesión, se aposentaban varios fotógrafos, tanto aficionados como profesionales, esperando capturar con sus objetivos la mejor instantánea de la comitiva que se deslizaba calle abajo.
Sin perder el ritmo e incluyendo a los más ancianos, no fueron pocos los fieles que atajaban camino para hacerse con el mejor hueco en las escaleras de entrada a la iglesia de San Francisco, mientras cofrades, hermanos, sacerdotes y representantes de la vida política continuaban su ascenso por la calzada, animados bajo el cántico del Salmo 66, que comenzaron a entonar los sacerdotes.
El reloj ya marcaba las 12.00 horas del mediodía cuando la imagen de la borriquilla se paró a descansar a las puertas del santuario. Unos tras otros fueron entrando en la iglesia, aunque no faltaron quienes ante el parón de la imagen de Jesús, lo secundaron con objeto de contemplarla con mayor detenimiento. Algunos niños tuvieron la fortuna de poder inmortalizar su Domingo de Ramos subidos junto a la esperada borriquilla, antes de entrar al santuario.
Más de un padre orgulloso ante la primera procesión de su hijo quiso dejar constancia de ese momento tan especial realizando varias fotografías de sus pequeños ricamente ataviados sosteniendo las palmas y los ramos en la puerta del santuario. También hubo quien solicitó a un cofrade que por allí pasaba que se prestase a posar junto a su hijo, también vestido así, posiblemente para completar un futuro álbum familiar, en el que compartir protagonismo junto a la borriquilla.