Las locuras del viejo profesor
28/02/2016 - 18:55
Hay algo en los comediantes que llama la atención: su capacidad para decir lo que les venga en gana. Viendo a Rafael Álvarez El Brujo y sus Mujeres de Shakespeare, uno se pregunta cuánto hay de preparación en sus palabras y cuánto de improvisación. Quizás juega el veterano creador a tantear a su público y enfilar por los caminos que más pueda agradarle. O quizás no. Quizás simplemente dice y hace lo que le viene en gana, dispuesto a usar el escenario como platea, consciente de que si aquello está lleno es por él y que a pocos va a sorprender lo que diga, aunque no a todos les agrade. En este caso decidió echar mano de la actualidad política, la de los pactos y los desacuerdos, para atacar principalmente al presidente que ha decidido guardar silencio. Las bromas tienen su gracia, pero provocan una risas tan perecederas que a uno le saben a humor de segunda fila. Este espectáculo, dentro de un año, no será recordado por la mofas sobre Rajoy... Puede que ni dentro de un mes alguien se acuerde de ellas.
De lo que sí se acordará más de uno es de las lecciones que dio El Brujo sobre el genial dramaturgo inglés. Es ahí donde su espectáculo brilla con más fuera. Como si de un viejo profesor de universidad se tratara, genio y descentrado por igual, el Rafael Álvarez más didáctico enseñó al auditorio el importante papel que pueden tener los juegos de palabras dentro de una obra de teatro. Porque, amigos, resulta que Shakespeare no es igual en inglés que en español y es aún más distinto en inglés del siglo XVI que en castellano del XXI.
Cuando El Brujo empieza a explicar pasajes de obras que a uno le sonarían a chino, lo primero que piensa es que a lo mejor le están tomando el pelo con eso de las similitudes entre el níspero y el higo o lo de los dos cuernos del director de teatro. Pero al margen de su verismo, lo que no se puede negar es que ya ha suscitado la curiosidad del espectador, invitándole de forma indirecta que a investigue por su cuenta. Brillante profesor, capaz de hacer un análisis de texto mientras nos bombardea con bromas. Una lástima que no hubiera más de eso en el Buero Vallejo. Puede que las personas necesitadas de chistes políticos hubieran disfrutado menos, pero los curiosos desconocedores de la obra de Shakespeare lo habrían agradecido más.
También se pregunta uno dónde está aquello de que el espectáculo es beneficioso para la igualdad de género. Decir que los hombres son tontos y las mujeres listas es algo que está ahí, en el drama y la comedia, casi desde que se empezó a decir que el macho tenía que salvar a la doncella en el cine de acción. Son clichés. Cuando se trata de hablar de madurez, son ellas las que siempre van un par de pasos por delante. Y eso no quiere decir que sea falso, sólo que no es un argumento nuevo. El Brujo es un soberbio intérprete, un maestro de la escena y sus bis cómica es simplemente brutal, pero nada de eso evita que haya más artificio que esencia en su espectáculo.