Las visitas al cementerio se escalonaron desde el jueves por el buen tiempo

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: DIANA PIZARRO
Los guadalajareños volvieron ayer a demostrar sus respetos a sus seres queridos fallecidos en el día de Todos los Santos. El cementerio municipal, no obstante, no recibió tantas visitas como en otras ocasiones, dado que el buen tiempo registrado en este inusual otoño hizo que muchas familias adelantasen la visita y colocasen flores frescas en las sepulturas, sin miedo a que la lluvia o el viento pudieran estropearlas antes del 1 de noviembre. A pesar de todo, centenares de ciudadanos recordaron ayer a sus seres queridos frente a sus sepulturas. En cuanto a la venta de flores, los vendedores reconocen que la temporada no ha sido tan negativa como se esperaba.
Silencios, oraciones susurradas, miradas perdidas, abrazos buscando consuelo... pero también risas, encuentros esperados, recuerdos agradables, divertidas anéctodas que se creían olvidadas, charlas animadas... El día de Todos los Santos, aquél en el que nuevamente volvimos a recordar, aún más si cabe, a los seres queridos que dejaron este mundo, no importa si hace años o fue apenas unos días, llenó nuevamente de familias enteras el cementerio municipal, en un día de contrastes en el que la resignación convivió con la alegría del recuerdo. A las afueras, se podían contar por centenares las personas que habían decidido adquirir las flores en alguno de los diez puestos que plagaban las entradas– ocho en la puerta principal y otros dos en la de la zona más reciente, frente al zoo municipal–. Aunque un gran número bajó directamente del coche con su ramo.

Una jornada tranquila
Claveles, crisantemos, rosas, margaritas... flores con colores vivos y radiantes que se lucían aún más si cabe con el brillante sol que acompañó durante toda la jornada, dejando una agradable temperatura superior a los 20 grados. De hecho esto fue, según floristas y funcionarios del cementerio, así como de asiduos al camposanto, la causa de que este año el 1 de noviembre no haya concentrado a un reguero de gente en este lugar sagrado para el recuerdo de los fallecidos. Antonio Chiloeches, operario de mantenimiento del cementerio desde hace exactamente 27 años, lo tenía ayer claro. “Es uno de los días de los Santos más tranquilos que he visto, ya que, a la vista del inusual buen tiempo que estamos disfrutando este otoño, han sido muchas las familias que se han ido acercando escalonadamente desde el jueves prácticamente, ya que sabían que si dejaban las flores ya colocadas no iba a haber problemas de que la lluvia o el viento pudiera estropearlas”. Todo lo contrario de lo que sucedió el mismo día del año 1984, grabado en la mente de este operario como si hubiese ocurrido ayer. “Aquel año nos sorprendió una tormenta de tales características que tuvimos que adentrarnos en el cementerio para socorrer a algunas personas que se habían quedado desorientadas, antes de que pudiera pasarles algo”. No obstante, para Antonio Chiloeches todas las festividades de los Santos tienen el mismo significado. “Aquí trabajamos todos los días del año, pero pensando especialmente en que todo esté listo para este día. Mañana, puede decirse que comienza un curso nuevo para nosotros”.

Las flores no conocen la crisis
La mayoría de los vendedores de flores, habituales y puntuales, que se apostaron ayer a las afueras del camposanto, coincidieron en que la crisis no ha hecho una gran mella en las ventas de este año. La principal razón es que la tradición sigue muy arraigada en nuestra sociedad y la frase “por un día al año”, hace que no se escatime en este sentido. “Siempre hay alguna personas que intenta regatear, pero eso sucede cualquier día”, explica Cristina Moreno, vendedora del puesto de Multichollos, donde ayer quedaban exclusivamente centros con flores de tela y plástico. “Hay mucha gente que viene directamente a por este tipo de flores, ya que son más prácticas, y no quieren gastarse mucho dinero para luego retirar el ramo en tres días”. No obstante, desde el jueves, día en el que abrieron el puesto en la puerta principal del cementerio, hasta ayer, vendieron en primer lugar las macetas, claveles y los paquetes de margarita naturales.
El puesto de Sergio Nova también se encontraba a última hora de la tarde de ayer a punto de clausurar, tras cuatro intensos días de trabajo en los que ha aprovechado todas las horas de sol. “Aquí lo que más he vendido es el crisantemo, que los tengo de dos colores, amarillos y violetas, y que son cultivados por mi familia”. En los 16 años que este vendedor acude al cementerio en vísperas de los Santos, se ha hecho con una clientela fija que busca especialmente sus flores “naturales y personales”.
A un paso, el puesto fijo de Floristas Clara comenzó ayer hacia las 13.00 horas a “liquidar” los centros de flores de varios precios que atrajeron, por su cuidada elaboración, las miradas de todo el que pasaba. “Del precio que ven, réstenle diez euros”, gritaba a los viandantes Tomás Andrés Berg. “Tenemos aún muchos centros, y no queremos terminar el día con ninguno aquí”. Para este vendedor, apostado a la entrada del cementerio desde hace ya 23 años, este año “no ha estado mal”. “No puedo decir que la crisis no esté afectando al negocio, pero habíamos calculado a la baja y hemos superado las expectativas”. En cuanto a las preferencias de la gente, los claveles volvieron a ser lo más demandado en su establecimiento.
Ya en el interior del camposanto, las historias podían contarse por miles. Mientras que algunos deambulaban en soledad fijándose quizás en amigos y familiares que ya no están, otros preferían ir directamente a la sepultura de su ser querido, como queriendo pasar rápidamente una página que solamente leen una vez al año. Esto era precisamente de lo que se quejaban un grupo de asiduos a este lugar de recuerdos, desde un banco a la entrada del camposanto. “Yo vengo todos los días desde hace seis años y medio a encontrarme con mi esposa, que está enterrada por la parte nueva del cementerio, y puedo asegurarte que hay gente conocida que me pregunta dónde se encuentra la sepultura de su padre o de su sobrino, porque no se acuerdan. Y eso da mucha lástima”, dice casi con lágrimas en los ojos Fernando de Lucas, quien mantiene siempre flores frescas en la sepultura de su esposa, además de que cada vez que viene le pasa un paño por encima. “Vamos, que se me cae sopa en la sepultura y puedo comer en ella”, dice bromeando.
Jesús de Lucas es otro de los que acude asiduamente a visitar a su mujer. “Yo solamente vengo los domingos, y en días como éste te confieso que da mucha lástima ver una sepultura sin flores, como olvidada, como si el que está dentro nunca hubiera existido”. A Antonio Montenegro, el día de los Santos le da más tristeza que cualquier otro. “Yo prefiero venir un lunes, un martes, un domingo cualquiera, cuando no te encuentras este reguero de personas que, muchas de ellas, vienen solo por cumplir, como si fuera una obligación reencontrarse con los que ya no están”. Tras debatir sobre lo que verdaderamente empuja a la gente a visitar a su familiar exclusivamente en este día, este grupo de amigos, ‘vecinos’ muchos de ellos de sepultura, se marcharon por la puerta no sin antes echar atrás una mirada, como si no fueran a volver tan sólo un par de días después, dejando en el interior de esos muros lo más importante de sus vidas, los seres que ya no están.
Para muchos, la visita al cementerio fue motivo de encuentro con familiares, por lo que las charlas animadas, mientras los niños correteaban por los pasillos del camposanto, estuvieron ayer a la orden del día. A la salida, la gran mayoría se fue a disfrutar de lo que quedaba del día, caluroso y soleado, antes de que el otoño entre de lleno en nuestras vidas.
Así se ponía punto y final a una tradición que llenó de llanto, pero también de alegría, un lugar que no sólo está habitado por la tristeza, sino también por los hechos que esas personas dejaron atrás. Para este gran día, el camposanto mostró ayer sus mejores galas, después unas semanas de obras para rehabilitar los aspectos más deteriorados de esta instalación municipal, como la calle Dos de Mayo, que sirve de acceso al cementerio, así como la entrada principal, la calle Sanz Vázquez. Igualmente, a las afueras del recinto, varios agentes de la Policía Local vigiló porque este día discurriera en total tranquilidad. Y hasta el año que viene.