Lecturas de patrimonio: Monasterios de Guadalajara (II)

02/01/2020 - 22:17 Antonio Herrera Casado

Sobre los monasterios, sus ruinas y sus recuerdos, cabe mucho qué decir. Hoy me entretengo en referir detalles curiosos de ellos: los que siguen vivos tras muchos siglos de actividad; las luces y las sombras de los monasterios… y algunos detalles sobre sus obras de arte perdidas.

En los monasterios medievales de Guadalajara, y a lo largo de los largos siglos de su existencia, surgieron las luces de señalados méritos, alternando con las sombras de los grandes pecados.
De las luces, merece recordarse la que supuso el cultivo de la música sinfónica por parte de los frailes jerónimos de Lupiana. De siempre dedicaron buena parte de su tiempo a la interpretación de instrumentos, de piezas sacras, y de coros numerosos y bien conjuntados. En el siglo XVIII alcanzaron tal perfección en el arte musical, y formaron una orquesta de tal categoría, que toda la producción de la música sinfónica europea (de Beethoven a Haydn, de Bach a Mozart) tenía en Lupiana su inmediato estreno. Entre ellos se educó el padre Félix Flores, natural de Guadalajara, que llegó a ser la admiración de los medios musicales madrileños en la mitad del pasado siglo. Sería, en fin, un tema de auténtico interés, analizar la aportación a la música hecha por los jerónimos de San Bartolomé. Cuando tras la Desamortización de Mendizábal se vació el monasterio y se disolvió la Orden, la mayoría de sus miembros pudieron ganarse la vida gracias a estos conocimientos musicales.

De las sombras hay que resaltar el lamentable espectáculo de auténtica “lucha civil” que en los años iniciales del siglo XVI dieron varias agrupaciones conventuales, especialmente de franciscanos, al negarse los que vivían completamente instalados, y con un sistema muy relajado de vida, a aceptar y poner en práctica las reformas impuestas por la superioridad, a instancias sobre todo del Cardenal Cisneros. Así ocurrió en Molina de Aragón, cuando llegó el momento de abandonar la regla claustral y adoptar la Observancia reformada. El guardián de los claustrales, fray Gonzalo de Tarancón, se opuso de tal manera a la medida, que se “encastilló” en el convento con sus frailes, y dijo que de allí no le sacarían sino por las malas; que él no se iba ni reconocía las nuevas normas. Era el año 1525, y tan serio se puso el asunto que no quedó más remedio que acudir a la autoridad civil, expidiendo el Emperador Carlos I una Provisión Real por la que mandaba a su alguacil de Casa y Corte, Cristóbal Cacho, que con la ayuda de Regidores, Oficiales, Justicias, Caballeros, Escuderos y hombres buenos de la Villa tomaran al asalto el convento, sacaran del mismo a los frailes claustrales, y pusieran en su uso a los de la Observancia Regular.

Obras de arte perdidas
De la enorme riqueza en obras de arte que guardaban los monasterios medievales de Guadalajara, hoy quedan muy escasos restos. En incendios fortuitos, tras la invasión napoleónica, y sobre todo como consecuencia de la Desamortización de Mendizábal, se perdieron numerosas piezas de gran valor. De algunas de ellas ha quedado memoria, y aquí la ponemos, aunque solo sea para constancia de tanta pérdida, y evidencia de la riqueza habida.

Escultura en madera de doña Mayor Guillén de Guzmán.

En Alcocer estuvo, hasta la Guerra civil de 1936-39, la estatua yacente y la correspondiente momia de doña Mayor Guillén de Guzmán. Se trataba de una pieza tallada en madera, a tamaño mayor del natural, y policromada. Obra del siglo XIII en su segunda mitad, era sin duda la pieza más antigua de la escultura funeraria en la provincia de Guadalajara. Estuvo primeramente en el convento de monjas clarisas de San Miguel del Monte, pasando luego al convento de estas en la misma villa de Alcocer, de donde desapareció sin dejar rastro en los primeros días de la Guerra Civil.

En La Salceda, el gran convento de la reforma franciscana situado entre los términos de Tendilla y Peñalver, hubo piezas de supremo interés: un manuscrito miniado medieval con comentarios del Beato Amalio al Apocalipsis de San Juan. Pudiera tratarse de alguno de los que hoy lucen en colecciones de famosas bibliotecas europeas y americanas. O simplemente se fragmentó en hojas sueltas. También hubo, entre varios cientos de cuadros, alguno con la firma de Tiziano, ó del flamenco Francisco Flores. Y una fabulosa colección de cerámica talaverana que, rodeando el claustro en sus paredes, ofrecía imágenes de santos de la Orden y escenas de la vida de María.

En Tendilla, en el convento jerónimo de Santa Ana, y embelleciendo el muro principal del presbiterio de su iglesia, -único resto actual de ese edificio- existió un gran retablo de pinturas y esculturas en el que lucía la mano de los primitivos flamencos ó castellanos de los años iniciales del siglo XVI. Además de imágenes pintadas representando a San Jerónimo y el Calvario lucían los escudos policromados de los Condes de Tendilla, etc. Hoy se encuentra instalado en el Museo de Arte de la ciudad de Cincinatti, en los Estados Unidos de América.

 

Valfermoso de las Monjas

 

En Valfermoso de las Monjas existió, hasta finales del siglo XIX, un cuadro que representaba sobre lienzo a la que fuera abadesa, doña Juana Calderón, en el siglo famosa por haber sido comedianta de nota conocida por la Calderona, e incluso amante del rey Felipe IV. Las monjas creían que se trataba de alguna virtuosa santa de la Orden, hasta que don Juan Catalina García López, cronista provincial, en una visita al monasterio a finales del siglo XIX lo identificó, incluso afirmando que se debía sin duda al pincel de Velázquez. Hoy no se encuentra entre los muros de este cenobio vivo.

En Lupiana, la iglesia del monasterio jerónimo de San Bartolomé, tenía su techumbre decorada al fresco con inmensas escenas, figuras e historias allí puestas por los pinceles de Zúcaro, Tibaldi y Carducho, venidos desde Italia al mandado de Felipe II para decorar el Escorial. Hacia 1923 se hundieron las bóvedas de nave y coro, quedando solamente, y ya muy deteriorada, la del presbiterio.

Los monasterios vivos
De los monasterios con raíz medieval que en este libro se historian y describen, hay algunos, muy pocos, que permanecen aún vivos, ocupados por comunidades que siguen manteniendo el espíritu de sus primigenias reglas, y cultivando el recuerdo de sus antiguos fundadores. Permiten, además, que el hombre de hoy contacte con el mensaje cristiano emanado de los antiguos patriarcas del Medievo, y en medio del sosiego y la paz de sus templos y sus claustros, lo reciba y asimile. Son solamente dos los monasterios con estas características. Ambos de comunidades femeninas. Pero los dos con muchos siglos a la espalda de historia y actividad.

Monasterio de San Juan Bautista, de monjas benedictinas, en Valfermoso de las Monjas. Fundado en 1186, por el matrimonio atencino don Juan Pascasio y doña Flambla. Hace poco celebró, con toda solemnidad, el octavo centenario de su fundación. Ha tenido una existencia continuada, siempre ocupado a excepción de breves períodos en la Guerra de la Independencia y Guerra Civil. Su edificio fue tan maltratado en esta última, que hoy es casi nuevo por completo, aunque el templo mantiene su estructura original. La actual comunidad de benedictinas de Valfermoso se dedica a la oración y ponen a disposición de peregrinos y visitantes una pequeña hospedería.

 

Monasterio de Buenasfuente del Sistal

 

Monasterio de Santa María de la Buenafuente del Sistal, de monjas cistercienses, en Buenafuente del Sistal, término de Villar de Cobeta. Fundado en 1246, por doña Sancha Gómez. Vivió de forma continuada ocupada por comunidad de monjas bernardas, siempre dependientes del monasterio de Huerta, en Soria. Durante 50 años en el siglo XV debieron exiliarse al cercano enclave de Alcallech. También lo abandonaron en la Guerra de la Independencia y en la Guerra Civil. Hace unos 50 años se puso en venta, pero consiguió remontar su crisis y hoy es un espléndido foco de espiritualidad y vital dinamismo. Su edificio, recientemente restaurado, conserva todo el genuino sabor medieval de su primitiva construcción, especialmente expresiva en el templo de estilo románico. La comunidad de monjas bernardas se dedica a la oración, y en su Casa de Ejercicios y Oración brinda asilo a quien lo pida.