Legitimidad moral

05/09/2016 - 14:26 Jesús Fernández

Es preocupante y vergonzoso ver cómo se habla y trata el tema de la pobreza, en forma convencional, ficticia, indiferente y farisaica.

Es preocupante y vergonzoso ver cómo se habla y se trata el tema de la pobreza, en forma convencional, ficticia, indiferente y farisaica por parte de los gobernantes y dirigentes de los partidos en nuestra democracia. Parece que les conviene que siempre haya pobres aunque no sean siempre los mismos. No hay sinceridad, ni coherencia, ni participación existencial de los políticos en las diferentes formas de pobreza que azotan a la sociedad. Primero no existe ni una manifestación, ni compasión  o demostración de austeridad de vida. En segundo lugar, no hay ningún compromiso con los excluidos  y necesitados. Así no pueden asumir una representación de los pobres pues ellos son ricos. No comparten la condición de aquellos que dicen representar o hablar en su nombre.
    Hay un “déficit” de representación moral en nuestra sociedad. Existe un sentimiento de insatisfacción debido a esta falta de conexión en las identidades y formas de vida de los pobres por parte de los poderosos. El pueblo vive las renuncias, los políticos la abundancia, los agasajos y las comilonas. Hay un oscurantismo  deliberado y confuso sobre la vida privada, remuneraciones y posesiones particulares de los partidos y de los políticos. Hacen esfuerzos de transparencia pero no despejan las dudas y sospechas racionales y las contradicciones evidentes. El gobernante debe dar testimonio de austeridad y contención. El reino de la democracia y de la libertad debería desarrollarse en la moralidad inmediata de cara a los ciudadanos más pobres.
    Por el contrario, la dedicación a la política se ve como escapar a la precariedad  laboral y una salida profesional. Es ya escandaloso ver la concentración de bienes en manos de dirigentes y representantes sociales. La austeridad personal e institucional no brilla en la democracia. Todavía no saben los gobernantes la efectividad política de su vida austera en forma de credibilidad. Tenemos que volver a Sócrates o a Gandi. La política es el nuevo enfeudamiento  del mundo moderno y de la sociedad actual con “señores” por una parte y con “siervos”  por otra. Esta es la mayor división (alienación decía Marx) de la sociedad. Por ello, el contraste entre mensaje y vida es insultante.
    Se necesita la llamada legitimidad moral, es decir, ningún rico puede representar a los pobres si no participa de su situación. Por el contrario, sólo se oye el grito de “enriqueceos todos a costa de los pobres”. Está bien el pacto de luchar todos contra la pobreza pero falta una identificación existencial con ellos. No hay solvencia o fiabilidad de los mensajes en relación con los pobres dentro de una democracia tradicional. ¿Son los pobres una categoría social que tengan valor, peso, fuerza y lugar entre nosotros o son solamente una coloración ética de la sociedad?