Llamatme Buen Amor


Gonzalo Sobejano, admirado investigado y llorado amigo, publicó una lista de los momentos en los que la expresión ‘buen amor’ aparece en el libro.

Este fin de semana se celebra el Festival medieval de Hita, ocasión propicia para escribir sobre el texto que da fundamento a las celebraciones. Y antes que nada, recordar al admirado amigo Manuel Criado de Val y a Isa, su mano ejecutiva. Criado de Val publicó ya en 1944 un libro titulado Atlántico, que contiene unas reflexiones filosóficas originales sobre le lectura de textos literarios. Desde entonces fue una figura central en la cultura humanística española. Rendido el humilde homenaje del recuerdo al fundador del Festival, hablemos del libro al que el mismo arcipreste de Hita dio el titulo de “Buen amor”. Gonzalo Sobejano, admirado investigador y llorado amigo, publicó una lista de los momentos en los que la expresión “buen amor” aparece en el libro. Desde luego, un significado presente, aunque no de manera totalmente clara, es el amor de Dios (estrofa 904). Pero frases como “llámame buen amor” o “buen amor dije al libro”, en el contexto del mundo poético creado por el arcipreste significan el libro del carácter generoso y agradable.

Por eso, el poema tendrá la capacidad de producir el equilibrio y la alegría ideales para la ética y la felicidad humana: “Tú, Señor e Dios mío que el hombre formeste,/ enforma e ayuda a mí, el tu arçipreste,/ que pueda fazer libro de buen amor aqueste,/que los cuerpos alegre e a las alma preste” (estrofa 13). En el trato con el prójimo evitemos el insulto y la alusión desagradable: “Nunca digades nombre malo nin de fealdat,/ llamatme ‘buen amor’ e faré yo lealtat,/ ca de buena palabra págase la vecindat:/ el buen decir non cuesta más que la nescedat” (estrofa 932). Sentencias como la citada y los versos religiosos (“quiero seguir a ti, flor de las flores,/ siempre decir/ cantar de tus loores”, estrofa 1678) son absolutamente contemporáneos. Escritos con ortografía de ahora pueden encabezar un manual de buena educación. Al final, el buen amor es generosidad: “Pues es de buen amor, emprestadlo de grado:/ nol neguedes su nombre ni’l dedes refertado,/ nil dedes por dineros vendido o alquilado,/ ca no ha grado nin graçia el buen amor comprado”.

El arcipreste acaba con la “sátira de los clérigos de Talavera”, obligados por el arzobispo don Gil a despedir a sus amigas. En todo el texto, pero sobre todo en esta coda, el buen amor es “buen humor”. Se  suele establecer un contraste entre la generosidad del arcipreste que deja su libro abierto para que lo añada cualquiera que sepa trovar, y la obsesión de don Juan Manuel por conservar sus escritos en copia inmutable para no perder la honra con las adulteraciones. El contraste se asocia con el orgullo del magnate frente a la sencillez del poeta del pueblo. No es necesaria la especulación sociológica. Escribir es una lucha entre lo que quisiera decir y lo que se me ocurre, y una lucha entre el ideal de producir un texto cerrado (D. Juan Manuel) y el número de cabos sueltos que nos dejan siempre una pieza interrumpida, no acabada (Arcipreste de Hita). Cada uno de los dos genios realiza un aspecto de lo que hoy serían capítulos de una fenomenología de la escritura.