Los derechos torcidos
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
JOSÉ MANUEL BELMONTE Guadalajara
Algo muy actual. Mariano Vera, consciente de la trasgresión constante de los Derechos Humanos, escribió el libro Los derechos torcidos, para abordar en 7 historias las desigualdades, injusticias y atrocidades que continuamente se cometen contra las personas.
Este conquense relata cada historia poniendo al inicio la citación textual del artículo correspondiente de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada el 10 de diciembre de 1948. El contraste entre lo que dice la Declaración y los hechos reales se lo pueden imaginar.
Desde que la Organización de Naciones Unidas hiciera la proclamación han transcurrido ya 61 años. Y el articulado total ha sido prácticamente suscrito por todos los estados a nivel planetario. Los grupos pro-vida, ante la reforma de la Ley del Aborto, que ahora está en el Parlamento, vienen intentando alertar a la ciudadanía, sobre el primero de esos derechos, recogido en el artículo 3 : Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona; y el artículo 7: Todos son iguales ante la ley y tienen , sin distinción, derecho a igual protección ante la ley. Yo mismo, a lo largo del año, en diversos escritos, lo he intentado también a mi manera. Ha sido una simple reflexión en voz alta, sobre la vida. Un intento de resaltar la dignidad de la mujer por encima de supuesta adjudicación de nuevos derechos. Un agradecido canto a la maternidad. Todo ello con una llamada a la responsabilidad y al respeto de los derechos de los demás. Los derechos son iguales e inalienables para todos. Cuando no se respeta el derecho a la vida de los demás caemos fácilmente en la arbitrariedad y la injusticia. Cuando se prima el derecho de unos sobre otros, entramos en la manipulación. Y pueden imponer ésa manipulación tanto las personas, como los grupos sociales, como los estados. Es una tentación tanto del egoísmo como del poder. Los derechos se tuercen. Ahí están los hechos, la esclavitud, el racismo, las guerras, el hambre, la explotación de la infancia y la muerte de los inocentes. El aborto provocado es la muerte de un ser humano inocente e indefenso.
Esa posibilidad es la parte más negra de la humanidad. Por ello, conociéndonos, la Declaración Universal de Los Derechos Humanos se cerraba con el siguiente texto del artículo 30: Nada de la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración. La contundencia de este broche debería ser tenida muy en cuenta, a la hora de adjudicarse o adjudicar nuevos derechos a nadie. El nasciturus, ser humano aún no nacido, tiene una protección constitucional, en nuestro país. Hacer un llamamiento al Derecho y a la responsabilidad de cada uno, no es juzgar ni tampoco engañar. Es saber lo que hay.
Al legislador no hay que pedirle comprensión, o amor, pero a las personas sí. A los padres de una menor sí. A una madre, con más razón. Como diría León Tolstoi: Con las cosas es posible comportarse sin amor. Se puede cortar árboles, hacer ladrillos, forjar... pero con seres humanos no es posible comportarse sin amor. ¡Que no nos tuerzan los derechos!. ¡Que no retuerzan lo que decimos!. Una vida importa y nos importa.
Desde que la Organización de Naciones Unidas hiciera la proclamación han transcurrido ya 61 años. Y el articulado total ha sido prácticamente suscrito por todos los estados a nivel planetario. Los grupos pro-vida, ante la reforma de la Ley del Aborto, que ahora está en el Parlamento, vienen intentando alertar a la ciudadanía, sobre el primero de esos derechos, recogido en el artículo 3 : Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona; y el artículo 7: Todos son iguales ante la ley y tienen , sin distinción, derecho a igual protección ante la ley. Yo mismo, a lo largo del año, en diversos escritos, lo he intentado también a mi manera. Ha sido una simple reflexión en voz alta, sobre la vida. Un intento de resaltar la dignidad de la mujer por encima de supuesta adjudicación de nuevos derechos. Un agradecido canto a la maternidad. Todo ello con una llamada a la responsabilidad y al respeto de los derechos de los demás. Los derechos son iguales e inalienables para todos. Cuando no se respeta el derecho a la vida de los demás caemos fácilmente en la arbitrariedad y la injusticia. Cuando se prima el derecho de unos sobre otros, entramos en la manipulación. Y pueden imponer ésa manipulación tanto las personas, como los grupos sociales, como los estados. Es una tentación tanto del egoísmo como del poder. Los derechos se tuercen. Ahí están los hechos, la esclavitud, el racismo, las guerras, el hambre, la explotación de la infancia y la muerte de los inocentes. El aborto provocado es la muerte de un ser humano inocente e indefenso.
Esa posibilidad es la parte más negra de la humanidad. Por ello, conociéndonos, la Declaración Universal de Los Derechos Humanos se cerraba con el siguiente texto del artículo 30: Nada de la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración. La contundencia de este broche debería ser tenida muy en cuenta, a la hora de adjudicarse o adjudicar nuevos derechos a nadie. El nasciturus, ser humano aún no nacido, tiene una protección constitucional, en nuestro país. Hacer un llamamiento al Derecho y a la responsabilidad de cada uno, no es juzgar ni tampoco engañar. Es saber lo que hay.
Al legislador no hay que pedirle comprensión, o amor, pero a las personas sí. A los padres de una menor sí. A una madre, con más razón. Como diría León Tolstoi: Con las cosas es posible comportarse sin amor. Se puede cortar árboles, hacer ladrillos, forjar... pero con seres humanos no es posible comportarse sin amor. ¡Que no nos tuerzan los derechos!. ¡Que no retuerzan lo que decimos!. Una vida importa y nos importa.