Los récords
¿A que viene, por ejemplo, que un hombre durase desnudo entre la nieve más de 47 minutos?
Esto de los récords, a mi ver, tiene una vertiente respetable y otra, no tanto. Hay récords estúpidos, para qué nos vamos a engañar. Y los hay dignos de admiración y aplauso. Lo que siempre hemos llamado el mejor. El que más corre, el que más salta, el que más goles mete en la portería contraria. Pero hay otros que se hacen por hacer. Que no tienen ningún sentido. Que se hacen por puro alarde.
¿A qué viene, por ejemplo, que un hombre durase, desnudo entre la nieve, más de cuarenta y siete minutos? ¿Que otro se comiera veintidós escorpiones en pocos minutos? ¿O que veintiocho señoritas se metieran en un coche mini? Luego está lo del pastel más grande (seiscientos quilos), el traje de novia más largo ( doscientos setenta y ocho metros), la mayor concentración de gente vestida de pingüino o la mayor cantidad de agujas clavadas en la cabeza. Y tantos otros que hasta da vergüenza nombrar.
No digamos ya lo del fotógrafo, un tal Tunick, que recorre el mundo haciendo fotos a gentes en cueros vivos. A miles de gentes de una tacada. Por cierto, que para superar su récord de cuatro mil australianos que fotografió en Sidney, se presentó en Barcelona y convenció a siete mil barceloneses/as para que posasen ante su cámara como su madre los trajo al mundo. Dicen nada haya nuevo bajo el sol. Pues algo así no creo que haya habido jamás.
Todo viene a cuento del segundo récord Guinness que recientemente consiguió la ciudad de Toledo. El anterior fue con el mazapán más grande del mundo. Seiscientos quilos del dicho dulce y además con forma de Quijote. Esta vez ha sido con el plato de jamón cortado a mano más grande del mundo. Ciento veinticinco jamones, trescientos noventa y dos quilos, tres mil novecientas raciones. La hazaña duró tres horas y media y fue obra de setenta cortadores profesionales. Las lonchas de jamón ocuparon una superficie de ciento cuarenta metros cuadrados.
Debo decir que estas raciones de jamón se vendieron a un euro y lo recaudado se entregó a Cáritas, al Banco de Alimentos de la ciudad y a Mediterránean Challenge. El glorioso evento aconteció el pasado 18 de junio. Ya dijo Séneca que “de vez en cuando es agradable hacer una tontería”. O, si prefieren, nos vamos a Nietzche:”En la locura siempre hay algo de razón”. Y que, cuando la locura no perjudica a nadie y además es provechosa, deja de ser locura. Digo yo.