Los vecinos de la Hispano queman sus chabolas justo antes de que las máquinas las derribaran
01/10/2010 - 09:45
Por: VIRGINIA BODEGA
POBLADO HISPANO SUIZA
El dispositivo policial puesto en marcha ayer hizo desaparecer definitivamente el poblado
Se acabó la historia. El poblado chabolista asentado en los terrenos de la antigua fábrica Hispano Suiza quedó vacío y reducido a escombros y ceniza en la mañana de ayer, después de que la Policía Local informara a sus habitantes de que tenían que desalojar sus infraviviendas.Aunque éstos se resistieron inicialmente, al final, al ver aparecer una máquina excavadora dispuesta a derribarlo todo a su paso, fueron los propios residentes quienes incendiaron sus chabolas para después abandonar la finca, sin que los agentes allí desplegados, miembros de varias patrullas de la Policía Local y el Cuerpo Nacional de Policía, tuvieran que intervenir.
Se pone fin así a la historia de un poblado cuya aparición se remonta a muchos años atrás, en torno a dos décadas, y sobre el que en los últimos tiempos ha pesado el inminente desalojo hasta que hace apenas un mes y medio una sentencia judicial determinó que éste debería ser efectivo el 3 de marzo. Aunque el Ayuntamiento de Guadalajara aún ha ampliado una semana más el plazo para que estos vecinos abandonaran el asentamiento y buscaran un nuevo lugar donde vivir, fue finalmente ayer el día elegido para dar cumplimiento a dicha sentencia.
A las ocho de la mañana el poblado gitano de la Hispano Suiza era una balsa de aceite que se desperezaba en la gélida mañana guadalajareña, sin presagiar lo que estaba por suceder aunque, en realidad, lo esperaran desde hacía una semana. La Policía Local iniciaba en ese instante el dispositivo elaborado para llevar a término el desalojo, para el que contó con la colaboración de la Policía Nacional. En algunos momentos, se pudieron contar hasta ocho patrullas policiales en las cercanías de la Hispano, al objeto de garantizar la seguridad en todos los sentidos. Lo primero que hicieron los agentes fue esperar a que los niños en edad escolar que habitaban el asentamiento salieran de las chabolas para coger el autobús que les llevaría al colegio. Fue entonces cuando la Policía Local informó a las familias aún residentes, apenas dos o tres, de que debían dejar sus chabolas en una hora.
En ese tiempo, los últimos habitantes chabolistas trajeron a sus hijos de vuelta del colegio y a numerosos familiares de otros puntos de la ciudad y prepararon dos hogueras, quemando algunos de sus enseres, escombros y otras pertenencias de poco valor. También cargaron sus furgonetas, preparándolas para irse. Sin embargo, ante la presencia de algunos medios de comunicación en los accesos al poblado, se acercaron hasta ellos y se dirigieron también a varios agentes policiales allí presentes para protestar y asegurar a voz en grito no estar dispuestos a abandonar el que ha sido su hogar durante 14 años, como argumentaba, visiblemente nervioso, José, uno de los vecinos, padre de cinco hijos de corta edad. Llevamos aquí 14 años y estamos esperando una vivienda porque no tenemos dónde vivir, explicaba este padre de una de las dos últimas familias residentes en la Hispano, con su mujer, sus hijos y familiares a sus espaldas gritando e insultando a los agentes, preguntándoles: ¿Y ahora dónde vamos a ir?.
Yo de la chabola no voy a salir
Necesitamos un piso en alquiler, algún cacho de terreno para poder recogernos, pero esto no lo pueden hacer, continuó José. Por ahora me voy a poner aquí fuera, me voy a hacer otra chabola, anunció, mientras señalaba la propia calzada de la calle Cristóbal Colón, en el polígono industrial de El Henares, porque no sé dónde ir. Por último, José aseguró estar dispuesto a luchar por el que consideraba su hogar, a pesar de que finalmente no llevó a cabo sus intenciones y abandonó su chabola pacíficamente, tras incendiarla. Antes de que tiren la chabola me tienen que tirar a mí dentro con mis hijos, porque yo de la chabola no voy a salir, aunque me peguen, pero yo de la chabola no salgo. Tenemos derecho, como los demás, a una vivienda.
Conchi, su mujer, con uno de sus pequeños en brazos, se preguntaba, en la misma línea que su marido: ¿Dónde me voy a ir yo ahora, con mis hijos?. En el caso de esta familia, Cáritas ha intentado por todos los medios, duplicando esfuerzos de su programa de vivienda exclusivamente diseñado para estos vecinos y denominado Hispano Suiza, encontrar una vivienda en alquiler que pudieran ocupar José, Conchi y sus cinco hijos. Sin embargo, tras largos meses de búsqueda, ningún propietario ha accedido a alquilarles su vivienda. Me están ayudando, vamos todos los días a Cáritas, pero seguimos sin piso, se quejaba Conchi.
También Paz y Perdón, la asociación encabezada por Sacramento Gómez, ha tratado de alquilar una casa para esta familia, también sin éxito. En su caso, la entidad, con la ayuda del Ayuntamiento capitalino, ya logró sacar a una de las antiguas residentes de la Hispano, Loli, y a sus cinco hijos, y realojarlos en un piso del centro de la ciudad.
Otra mujer, muy afectada por lo que estaba sucediendo, también alzó su voz para exigir una solución ante tal situación. Pedimos una vivienda en alquiler, como toda la gente, porque así, de esta manera, no se vive; no tienen una buena caridad y nos tiran a la calle. No hacen caso de nosotros, nos miran como perros y no se puede vivir así. Otros familiares allí presentes amenazaban con acampar en pleno centro de la ciudad, a las puertas del Ayuntamiento o en el MOPU, como denominaban a la Delegación provincial de Ordenación del Territorio y Vivienda, para exigir una vivienda.
El último incendio
Tras cumplir sobradamente el plazo de una hora para que los vecinos abandonaran por su propio pie las chabolas de hecho pasaron más de dos, la Policía Local dio la orden para que comenzaran los trabajos de derribo.
Sin embargo, ni siquiera fue necesario. Los últimos vecinos de la Hispano, al ver llegar a la máquina excavadora, recogieron todas sus pertenencias y prendieron fuego a sus chabolas que, una a una, empezaron a arder, quedando reducidas a nada en pocos minutos. El humo negro desprendido por las cuatro chabolas incendiadas se pudo observar desde muchos puntos de la ciudad. Sin embargo, no fue un incendio cualquiera, pues marcó definitivamente la desaparición del conocido asentamiento.
Mientras ardían las cuatro chabolas que quedaban en pie se vivieron momentos de tensión en el acceso al poblado. Las familias gitanas que acababan de perder sus viviendas, acompañadas por sus familiares entre ellos una señora de avanzada edad que lloraba desconsolada, y muchos niños, algunos de ellos muy pequeños, gritaban e insultaban a la Policía Local y también a los agentes de la Nacional allí presentes, culpándoles del desalojo. Muchos de los gritos también fueron dirigidos al Ayuntamiento de Guadalajara, por no haberles ofrecido una solución o alternativa real durante este tiempo, según ellos.
El desalojo ha sido, sin embargo, fruto de un proceso judicial muy largo y complicado en el que estas familias han reivindicado su derecho a seguir habitando esta finca mientras que el propietario de la parcela, por su parte, quería recuperarla para sus propios proyectos, inclinándose la Justicia, finalmente, por este último.
Tras cerca de 20 años de existencia y en su momento de mayor debilidad hubo épocas en las que se llegaron a contabilizar hasta 23 chabolas, el poblado de la Hispano Suiza escribió ayer su último capítulo, después de años de incidentes, incendios y muchas páginas de protagonismo en la prensa de Guadalajara.
A las ocho de la mañana el poblado gitano de la Hispano Suiza era una balsa de aceite que se desperezaba en la gélida mañana guadalajareña, sin presagiar lo que estaba por suceder aunque, en realidad, lo esperaran desde hacía una semana. La Policía Local iniciaba en ese instante el dispositivo elaborado para llevar a término el desalojo, para el que contó con la colaboración de la Policía Nacional. En algunos momentos, se pudieron contar hasta ocho patrullas policiales en las cercanías de la Hispano, al objeto de garantizar la seguridad en todos los sentidos. Lo primero que hicieron los agentes fue esperar a que los niños en edad escolar que habitaban el asentamiento salieran de las chabolas para coger el autobús que les llevaría al colegio. Fue entonces cuando la Policía Local informó a las familias aún residentes, apenas dos o tres, de que debían dejar sus chabolas en una hora.
En ese tiempo, los últimos habitantes chabolistas trajeron a sus hijos de vuelta del colegio y a numerosos familiares de otros puntos de la ciudad y prepararon dos hogueras, quemando algunos de sus enseres, escombros y otras pertenencias de poco valor. También cargaron sus furgonetas, preparándolas para irse. Sin embargo, ante la presencia de algunos medios de comunicación en los accesos al poblado, se acercaron hasta ellos y se dirigieron también a varios agentes policiales allí presentes para protestar y asegurar a voz en grito no estar dispuestos a abandonar el que ha sido su hogar durante 14 años, como argumentaba, visiblemente nervioso, José, uno de los vecinos, padre de cinco hijos de corta edad. Llevamos aquí 14 años y estamos esperando una vivienda porque no tenemos dónde vivir, explicaba este padre de una de las dos últimas familias residentes en la Hispano, con su mujer, sus hijos y familiares a sus espaldas gritando e insultando a los agentes, preguntándoles: ¿Y ahora dónde vamos a ir?.
Yo de la chabola no voy a salir
Necesitamos un piso en alquiler, algún cacho de terreno para poder recogernos, pero esto no lo pueden hacer, continuó José. Por ahora me voy a poner aquí fuera, me voy a hacer otra chabola, anunció, mientras señalaba la propia calzada de la calle Cristóbal Colón, en el polígono industrial de El Henares, porque no sé dónde ir. Por último, José aseguró estar dispuesto a luchar por el que consideraba su hogar, a pesar de que finalmente no llevó a cabo sus intenciones y abandonó su chabola pacíficamente, tras incendiarla. Antes de que tiren la chabola me tienen que tirar a mí dentro con mis hijos, porque yo de la chabola no voy a salir, aunque me peguen, pero yo de la chabola no salgo. Tenemos derecho, como los demás, a una vivienda.
Conchi, su mujer, con uno de sus pequeños en brazos, se preguntaba, en la misma línea que su marido: ¿Dónde me voy a ir yo ahora, con mis hijos?. En el caso de esta familia, Cáritas ha intentado por todos los medios, duplicando esfuerzos de su programa de vivienda exclusivamente diseñado para estos vecinos y denominado Hispano Suiza, encontrar una vivienda en alquiler que pudieran ocupar José, Conchi y sus cinco hijos. Sin embargo, tras largos meses de búsqueda, ningún propietario ha accedido a alquilarles su vivienda. Me están ayudando, vamos todos los días a Cáritas, pero seguimos sin piso, se quejaba Conchi.
También Paz y Perdón, la asociación encabezada por Sacramento Gómez, ha tratado de alquilar una casa para esta familia, también sin éxito. En su caso, la entidad, con la ayuda del Ayuntamiento capitalino, ya logró sacar a una de las antiguas residentes de la Hispano, Loli, y a sus cinco hijos, y realojarlos en un piso del centro de la ciudad.
Otra mujer, muy afectada por lo que estaba sucediendo, también alzó su voz para exigir una solución ante tal situación. Pedimos una vivienda en alquiler, como toda la gente, porque así, de esta manera, no se vive; no tienen una buena caridad y nos tiran a la calle. No hacen caso de nosotros, nos miran como perros y no se puede vivir así. Otros familiares allí presentes amenazaban con acampar en pleno centro de la ciudad, a las puertas del Ayuntamiento o en el MOPU, como denominaban a la Delegación provincial de Ordenación del Territorio y Vivienda, para exigir una vivienda.
El último incendio
Tras cumplir sobradamente el plazo de una hora para que los vecinos abandonaran por su propio pie las chabolas de hecho pasaron más de dos, la Policía Local dio la orden para que comenzaran los trabajos de derribo.
Sin embargo, ni siquiera fue necesario. Los últimos vecinos de la Hispano, al ver llegar a la máquina excavadora, recogieron todas sus pertenencias y prendieron fuego a sus chabolas que, una a una, empezaron a arder, quedando reducidas a nada en pocos minutos. El humo negro desprendido por las cuatro chabolas incendiadas se pudo observar desde muchos puntos de la ciudad. Sin embargo, no fue un incendio cualquiera, pues marcó definitivamente la desaparición del conocido asentamiento.
Mientras ardían las cuatro chabolas que quedaban en pie se vivieron momentos de tensión en el acceso al poblado. Las familias gitanas que acababan de perder sus viviendas, acompañadas por sus familiares entre ellos una señora de avanzada edad que lloraba desconsolada, y muchos niños, algunos de ellos muy pequeños, gritaban e insultaban a la Policía Local y también a los agentes de la Nacional allí presentes, culpándoles del desalojo. Muchos de los gritos también fueron dirigidos al Ayuntamiento de Guadalajara, por no haberles ofrecido una solución o alternativa real durante este tiempo, según ellos.
El desalojo ha sido, sin embargo, fruto de un proceso judicial muy largo y complicado en el que estas familias han reivindicado su derecho a seguir habitando esta finca mientras que el propietario de la parcela, por su parte, quería recuperarla para sus propios proyectos, inclinándose la Justicia, finalmente, por este último.
Tras cerca de 20 años de existencia y en su momento de mayor debilidad hubo épocas en las que se llegaron a contabilizar hasta 23 chabolas, el poblado de la Hispano Suiza escribió ayer su último capítulo, después de años de incidentes, incendios y muchas páginas de protagonismo en la prensa de Guadalajara.