Mausoleos

25/06/2017 - 10:18 Jesús de Andrés

El despliegue simbólico y ritual en la misa del Valle de los Caídos asombra a quien no tiene noticia de ello.

En apenas una semana he tenido ocasión de visitar los dos únicos mausoleos dedicados a dictadores que existen en Europa. Un viaje realizado a Moscú para participar en un simposio académico me ha permitido comprobar que la tumba de Lenin sigue en su lugar de siempre, en plena Plaza Roja, en su pirámide de granito rojo pulido bajo las murallas del Kremlin. Lenin es considerado el gran líder de la revolución rusa –cuyo centenario se celebra este año- y por tanto el padre de la Unión Soviética. Aunque el estado soviético desapareció en 1991, la memoria histórica de aquel régimen se ha reivindicado en los últimos años. Putin, en su pretensión de recuperar para Rusia la grandeza y el poder que tuvo la URSS, ha fomentado hasta el extremo un nacionalismo ruso aderezado con las esencias soviéticas más notables. Que aquel régimen fuera una de las dictaduras más sanguinarias de la historia, que restringiera las libertades de manera absoluta o que se apoyara en la represión sistemática y brutal de su población, son al parecer cuestiones menores para Putin, asuntos que no empañan sus pretendidos logros. Por supuesto, nada de los millones de víctimas del Gulag ni del genocidio ucraniano.
    A mi vuelta, nada más aterrizar, acompaño a visitar el Valle de los Caídos a una periodista de France-Presse que está realizando un reportaje sobre el mausoleo franquista y quiere entrevistarme. Le propongo asistir a la misa que diariamente se celebra en la basílica. El despliegue simbólico y ritual asombra a quien no tiene noticia de ello: flores frescas sobre las tumbas de Franco y José Antonio, eucaristía concelebrada por siete sacerdotes, efectos luminosos durante la liturgia, cánticos de una treintena de niños pertenecientes a la Escolanía del Valle de los Caídos, incienso, lecturas por los monjes benedictinos… todo ello para cuatro señoras argentinas, dos nostálgicos del franquismo y una pareja de turistas. En este caso, nadie reclama la memoria franquista, nadie se enorgullece de un régimen que, como el soviético, persistió en el tiempo gracias a la aniquilación sistemática de la oposición tras el fin de la guerra, a la represión y al control político y social ejercido durante décadas. Pero ahí sigue el homenaje.
    En Asia podemos encontrar hoy –con su correspondiente momia- los mausoleos de Mao Tse-Tung, Ho Chi Minh y Kim II Sung: tres países que siguen siendo comunistas (China, Vietnam y Corea del Norte). Para fortuna nuestra, los dictadores europeos (Hitler, Mussolini, Salazar, Ceausescu…) se convirtieron en historia, en piezas de museo, ya que tras ellos se implantaron regímenes democráticos que eliminaron su simbología. Mientras –en los confines de Europa- Rusia y España mantienen los símbolos de sus dictaduras más recientes, en un caso con orgullo y en otro con vergonzante indiferencia, argumentando que es mejor no mover la historia cuando en realidad es celebrada simbólicamente día tras día.