Mazantini en el recuerdo
Fue un torero de indiscutible relevancia durante el último tercio del siglo XIX. Llegó a ocupar altos peldaños en el escalafón taurino de su tiempo, después de haber servido como factor telegrafista de ferrocarriles, aprendiz de cantante de opera y torerillo de capeas.
No fue natural de Guadalajara Luis Mazantini. Las opiniones enfrentadas de sus biógrafos hablan de Elgoibar, en el País Vasco, y de Pistoia en la Toscana italiana como lugares de su nacimiento.
Fue un torero de indiscutible relevancia durante el último tercio del siglo XIX. Llegó a ocupar altos peldaños en el escalafón taurino de su tiempo, después de haber servido como factor telegrafista de ferrocarriles, aprendiz de cantante de opera y torerillo de capeas. Vistió de luces por primera vez, recogió los primeros aplausos y las primeras monedas, y mató el primer toro de su vida en la plaza de Jadraque. Durante sus veinticinco años como torero activo, alternaría con figuras de la talla de Lagartijo, Frascuelo, Reverte, El Gallo, El Espartero, y todas las figuras del que muy bien pudiera llamarse el Siglo de Oro de la Tauromaquia.
A los sesenta y tres años de edad, el día 1 de agosto de 1919, vino como gobernador civil a Guadalajara, cargo que llegaría a ocupar durante cinco meses muy escasos.
Los datos que de él se poseen hablan de un político afable, comedido, recto y eficiente, virtudes que no siempre suelen ser aconsejables para quienes tienen la responsabilidad de ostentar el mando. Se indispuso con unos cuantos señores influyentes, prohibió el juego de la ruleta, multó a los alcaldes de la provincia que se empeñaban en no rendir las cuentas de su gestión, tuvo abastecida de patatas y de huevos la plaza de Guadalajara en tiempos de escasez, creó una Junta de Caridad para el socorro de los desvalidos y buscó solución a una huelga de panaderos. Mas no debió de estar muy de acuerdo con su gestión el señor Conde de Romanones, pues se le trasladó con saña como gobernador civil a la provincia de Ávila, a sabiendas de que su delicada salud con tan bajas temperaturas le impedirían ejercer el cargo, y tuvo que abandonar el día 27 de diciembre de aquel mismo año, muy en contra de su voluntad y de la inmensa mayoría de las gentes de Guadalajara, esta tierra en la que dejó un grato recuerdo.