Medallero olímpico


Y colorín, colorado, los Juegos de la XXXIII Olimpiada de París, se han terminado. Tras tres semanas donde el deporte ha paralizado cualquier tipo de conflicto o problema internacional, volvemos a la rutina de siempre. Reconozco que este evento universal es de los actos que me devuelven la fe en el ser humano y que trasciende nuestras propias miserias en algo mayor. Podemos tener distintas lenguas y pagar en diferentes monedas, pero las reglas del deporte, el nacionalismo bien entendido y el lema atemporal del Barón Pierre de Coubertin: “Citius, Altius, Fortius” (realmente acuñado por Henri Didon) hacen de los Juegos Olímpicos una de las razones por las que podemos estar orgullosos de nuestra especie. En el recuerdo ya quedan escenas como la icónica fotografía del surfista volador, el brasileño Gabriel Medina, la eterna sonrisa de Simone Biles, las lágrimas de desesperación de Carolina Marín, el orgullo de Mijaín López Nuñez o las cepas de Escherichia Coli en el río Sena. Aunque lo de menos es el medallero, España no ha llegado a las expectativas que han marcado sus propios dirigentes, lejos de la previsión internacional (30 medallas) o del propio COE (superar las 22 de Barcelona’92). Para la reflexión queda la comparación con el presupuesto de otros Comités Internacionales o desarrollo económico del país pero en todo caso, el enorme valor es competir con los mejores del mundo en tu especialidad. Si a mí me dicen que voy a ser el 4º mejor del mundo en algo, lo firmo con los ojos cerrados. Un respeto a la sangre, al sudor y a las lágrimas. 

Y en ese medallero, destacan en orden Estados Unidos, China y Japón, como potencias supremas en el ámbito deportivo con la salvedad que si se uniera toda la Unión Europea, sería el colectivo más laureado del mundo y que dicho reparto, queda parcialmente falseado por el veto a los deportistas rusos por el dopaje sistemático en sus fronteras. No obstante, es tremendamente necesario decir que entre tanto laurel y presea dorada, la vuelta al colegio ofrece ciertos nubarrones que es necesario atender dentro de las economías principales de los mayores ganadores olímpicos. En el caso de Estados Unidos, en pocas semanas habrá unas elecciones presidenciales donde cualquier otro resultado distinto a la victoria de Donald Trump ya ni cotiza. Tras la (obvia) retirada de Joe Biden, Kamala Harris llega tarde para pelear el éxito a los republicanos. Eso si, entre medias unas enormes dudas macro sobre la economía norteamericana ya que, los niveles de deuda andan por las nubes y los niveles de confianza en el dólar por las antípodas. En segundo lugar del escalafón, China, que cada mes saca a un millón de personas del subdesarrollo y los hace clase media. Dicho en otras palabras, cada día ofrece al mundo más de 30.000 personas con necesidades del primer mundo con el consecuente desarrollo económico y erosión ambiental que supone. Eso si, lejos quedan las cifras de crecimiento de dos dígitos y muy cerca la necesidad de vigorizar su moneda (mal llamada yuan, bien llamada renminbi) para que no solo sea el país exportador de antaño sino también el país importador que le reclama el pueblo popular. 

Por último, Japón. En las últimas fechas se están viendo las consecuencias de no tocar la economía en las pasadas décadas. Nada más subir los tipos de interés un cuarto de punto, se desploma la bolsa japonesa, mientras que si vuelve a niveles de horizontalidad previos, la moneda japonesa, se va a paseo. O fastidias las pensiones de la población o fastidias la financiación de las empresas, pero nuestros amigos del país del sol naciente están en la encrucijada de afrontar hoy los problemas futuros, o acumular las contingencias cuando toque. Patada a seguir en un país que pierde población, a razón de 100 personas a la hora (2.400 diarias y casi un millón en una vuelta al calendario). Tras los Juegos toca deshacer maletas y organizar los problemas de la gente mundana afrontando muchos de los actuales desequilibrios globales que tiene nuestra canica azul. No se preocupen. Recuerden que los economistas tenemos una única premisa: sabemos lo que va a ocurrir casi con total certeza, pero no tenemos ni idea de la fecha de acontecimiento. Como siempre cuando empieza a llover, quitan la ropa del tendedero. No es el apocalipsis, pero hasta Los Ángeles 2028, no habrá otra paz olímpica. Mientras tanto si me dicen que es Pugidemont quien se lleva la bandera de los cinco anillos a través de Francia en vez de Tom Cruise, me lo creo. Oro, incienso y mirra en escapismo para la delegación belga postiza. Carbón para la española. “Citius, Altius, Fortius”. Añádanle “Turpius”. Más vergüenza.