Molina, Parador Bi
El parador de Molina de Aragón cumple 100 días. Es el espacio de tiempo que los coreanos se dan para celebrar una relación amorosa, se otorga a los nuevos ejecutivos (incluido el Papa) para su primera evaluación y, en general, para demostrar que algo mereció la pena.
En el antiguo instituto nos enseñaban que generalizar era de generales y que lo que presenta dos caras es denominado jánico en honor al dios romano que da nombre a enero (ianuarius).
El complejo hotelero estatal ofrece una cara buena y otra menos. A algunos les sigue pareciendo desde el exterior una nave industrial quemada y poligonera. Una vez dentro, la cosa cambia a mejor.
El acceso es angosto y tortuoso, pero el aparcamiento es amplio y hasta elegante, con empedrados y olorosas matas de espliego y romero.
El comedor es espacioso y sus sillas y mesas cómodas. Pero sin separación de la cafetería, más bulliciosa.
Las instalaciones son modernas y confortables, pero carecen de personalidad. A algunos les da la impresión de estar en un hospital o aeropuerto con pasillos fríos y una distribución confusa con paredes y puertas iguales.
Lo mejor son las vistas. Sublimes y especiales en noches de verano. Ideales para una cita romanticona.
El menú (corto pero suficiente) puede calificarse de sobresaliente, con suculento cabrito asado y otras viandas de la zona.
¿Caro? Tirando a normal, salvo si se tiene en cuenta el deficiente servicio. El personal,remolón y poco profesional, está muy verde. Son amables pero andan un poco dispersos.
Las reseñas en internet le otorgan un 3,8 sobre 5. Una calificación aceptable o suficiente, pero no excepcional. La mayoría son positivas o neutras, con algunos comentarios negativos.
Lo bi (dos caras, tendencias, sexos) está de moda. Pero debería rivalizar en calidad con el hermano mayor seguntino.