Morante de la Puebla se queda sin Puerta Grande

14/09/2013 - 09:49 Sergio Lafuente

 
  Una, dos, tres y hasta cuatro verónicas firmó Morante, que enseñó lo que es el toreo de capa. Así se hace y así se pinta, Morante dixit. La figura y el toreo. Campana del Guadalquivir. El latido ralentizado en los lances que viajaron de las Marismas a la Alcarria, el pecho henchido de compás, la embestida mecida hasta morir en una media verónica que paró el tiempo en el ruedo de Las Cruces. Fue la primera imagen de una tarde en la que el genio de la Puebla del Río se mostró motivado porque ya antes, en su primero deletreó calidades.
 
  Se abrió mejor el ‘zalduendo’ por la izquierda en los primeros compases, pero cuando Morante se descalzó y voló la muleta con la mano diestra, mediada la faena, derramó un tintero de derechazos con todo su empaque a cuestas. Tan sólo aguantó el toro dos tandas hasta rajarse y aún antes de la muerte, estampó Morante su firma perfecta con un exquisito cambio de mano en la misma puerta de chiqueros. Quiso el torero dar muerte en la suerte contraria. Se arrancó el animal y José Antonio encontró la certera estocada al encuentro.
 
  La misma espada que en su segundo se encasquilló y le hizo naufragar en un sainete de pinchazos. La otra imagen de la tarde fue la puerta grande compartida por Diego Ventura y Enrique Ponce y ya van cinco consecutivas para Ventura en esta plaza. Su palmarés es apabullante y en Guadalajara demostró cómo es capaz de inventarse dos faenas de un pozo seco. Los ejemplares de Sampedro para rejones salieron buscando querencias. Emergió entonces el mejor Ventura, capaz de obrar el milagro de ahormar e imantar a los toros tras de sus monturas. El despliegue fue amplio con Nazarí, Cheque y Oro.
 
  Tuvo el detalle Ventura de brindar un garapullo al malogrado David Yangüez ‘El Chano’, parapléjico tras ser volteado por un toro en la plaza de Ávila y, precisamente, con Nazarí llegaron los mejores pasajes cosiendo los pitones a la grupa en distancias inverosímiles. Posiblemente sobraron piruetas, corvetas y demás suerte de alardes con los que se aseguró el triunfo antes de los correspondientes rosarios de banderillas cortas y rosas, respectivamente, en sendos ejemplares de su lote. Una oreja de cada toro le abrió de par en par los dinteles de la puerta grande.
 
   También a hombros se marchó Enrique Ponce, quien más allá de las cuestionables tres orejas evidenció su eterna tauromaquia. Superviviente de varias generaciones y a las puertas de un cuarto de siglo de alternativa, el maestro de Chiva sigue teniendo la misma vigencia. 
 
 
 
Los toros de Fernando Sampedro para rejones reglamentariamente despuntados (1º y 4º) y cuatro de Zalduendo para la lidia a pie (2º, 3º, 5º y 6º) . Aquerenciados y sin fijeza los de Sampedro. Nobles y desrazados los de Zalduendo, destacando el quinto por su mejor juego.
 
? Diego Ventura, pinchazo y rejón caido (oreja) y en el cuarto, pinchazo sin soltar y rejón trasero (oreja). Enrique Ponce (grana y oro), estocada caída con derrame (oreja) y en el quinto, estocada (2 orejas).
Morante de la Puebla (verde botella y oro), estocada caida (oreja) y en el sexto, 7 pinchazos y descabello (aviso y leves pitos).
 ? Plaza de toros de Las Cruces. Menos de tres cuartos de entrada en tarde soleada y tiempo agradable . Presidió el festejo José de Pedro asesorado por Alfredo Ramos.