No time to die: El cierre perfecto para un ciclo único

14/10/2021 - 15:58 J.Pastrana

¿Qué son los iconos? ¿Cuál es la  sacralidad que mana de ellos? ¿Es James Bond algo así como un emblema inmutable que debe ser respetado a pesar del paso del tiempo? ¿Cuáles son los límites a la hora de adaptar un personaje ‘clásico’? Una vez más, nos encontramos antes una película definida no tanto por su calidad como por lo que los espectadores esperaban encontrar en ella y lo que los creadores han decidido darles. Porque no nos engañemos, no hay un responsable único del resultado de la última película de James Bond ni del riesgo que se ha decidido correr, esta vez sí, a la hora de ofrecer cinco películas con un sentido interno como no habíamos visto antes en la saga. 

Pese a quien pese, será inevitable ya identificar el rostro de Daniel Craig como el de uno de los mejores James Bond de la historia. El que empezara siendo un simple bulldozer caracterizado por su capacidad para resultar imparable, ha terminado convirtiendo su personaje en un ser complejo, podríamos decir que hipersensible, pero no por ello débil; marcado por su relación con los mujeres, aunque no como ser dominante, sino necesitado de un amor verdadero, de pareja o incluso materno, que enfoque su vida. 

Antes de enfrentarse a No time to die conviene repasarse las cuatro películas anteriores. No es que todas sean perfectas ni el conjunto una obra maestra, pero sí que se apreciarán matices, muchos, que han ido componiendo este magnético personaje. Veremos el primer desengaño, el que le llevó a desconfiar de quien pudiera hacerle daño y a cerrarse aún más. Y también nos plantearán esa relación, casi tóxica, que mantuvo con una M a la que probablemente él profesaba más afecto y lealtad del que ella nunca llegó a devolverle, lo que no quiere decir que no le importase. 

Entenderemos a un Bond necesitado de un amor que le salvara de su talento para la violencia, que le sacara del camino que había decidido recorrer, ese que por lealtad a Su Majestad le estaba condenando a perder su alma. 

Vivimos en tiempos de la post verdad y la desconfianza. Hace ya mucho que dejamos de creer en los idealismos vacíos y que todos los países obraban siempre por un bien superior antes que por uno propio. En ese sentido, Bond también ha madurado. Tiene un oficio y cumple órdenes que suelen enfrentarle a villanos, pero todo con grises.
Como en el buen cine negro, en este cine de espías no hay tensión sin ambigüedad, sin decisiones difíciles. Quienes nos criamos con la divertida superficialidad de Roger Moore, ya hemos crecido y, desde ese punto de vista, es normal también que lo haga el personaje. Para coches voladores ya está Fast and Furious. En ese sentido, Bond ha sabido captar la necesidad de dar un paso adelante, puede que siguiendo los de Bourne y Misión Imposible en algunas ocasiones, pero también afianzando mitología propia y emociones. 

No time to die no será recordada como la película más divertida de Bond, porque no lo es, pero sí es el cierre perfecto al ciclo más profundo, al que sin duda más agradeceremos en el futuro, cuando un nuevo actor interprete un nuevo ciclo y lleguemos con temor al final del mismo, como cuando éramos niños y nos negábamos a creer que todo estaba ya escrito  de antemano. 

No time to die no es una sola película, es la culminación de un proyecto que ha venido gestándose años. Puede que no sea su Bond, pero tampoco desesperen. A lo mejor el siguiente sí lo es. Esa duda ha sido su auténtico regalo. 

 

En Twitter: @CinefagoDe

 

Director: Cary Fukunaga

País: Reino Unido

Reparto: Daniel Craig, Léa Seydoux, Rami Malekm Lashana Lynch, Ralph Fiennes.