Nuestros museos (III)

03/12/2021 - 15:58 José Serrano Belinchón

El Museo de Pastrana lo forman centenares de piezas, pinturas en su mayor parte, tallas, miniaturas, ornamentos sagrados, orfebrería y objetos personales, de gentes singulares que de algún modo tuvieron relación en determinados tiempos con la Villa Ducal.

Salvo mejor opinión debo decir que es con mucho el museo parroquial de Pastrana el lugar en donde más objetos de valor artístico e histórico se conservan de toda la Alcarria. La importante influencia social de algunos personajes que allí vivieron, hizo posible que aquella villa fuese acaparando, durante el Renacimiento y el Barroco, un sinfín de utensilios litúrgicos, prendas personales y documentos de extraordinaria valía, que ahora se recogen, con las oportunas medidas de seguridad, en el Museo de la Colegiata, instalado en la antigua sacristía mayor y en la que fuera sala capitular de aquella iglesia. De todo cuanto allí se expone, son los tapices de la colección de Alfonso V de Portugal los que gozan de más universal fama.

El Museo de Pastrana lo forman centenares de piezas, pinturas en su mayor parte, tallas, miniaturas, ornamentos sagrados, orfebrería y objetos personales, de gentes singulares que de algún modo tuvieron relación en determinados tiempos con la Villa Ducal. Las anchas paredes de la que fuera sacristía mayor están revestidas con grandes tapices. Entre los lienzos merecen especial reseña un San Jerónimo, réplica del Greco, un San Bernardo de Carreño, y varios retratos de fray Pedro González de Mendoza y de su hermana doña Ana de Silva, obra de Juan de Borgoña y de Alonso de Covarrubias. La escultura y la imaginería tienen una importante representación, destacando sobre todas ellas un San Elías de Salzillo, una estupenda talla de la Divina Pastora, del siglo XVII, una Asunción de la Virgen de la escuela de Alonso Cano, y una placa de marfil en relieve de “La Piedad”, obra italiana de principio del XVII, regalo del papa Urbano VIII al tercer duque.

Los tapices de la colección de Alfonso V de Portugal  se asegura lo mejor de sus especie en todo el mundo; tejidos en Flandes y tomados como botín, según unos, en la batalla de Toro, o como obsequio personal, según otros, del rey de Portugal al Cardenal Mendoza, como detalle de gratitud. Los seis tapices, con unas medidas de diez metros de largo por seis de ancho, tuvieron por modelo unos cartones debidos al pintor de la corte portuguesa Nuño Gonsalvez, y fueron tejidos en Bélgica, taller de Paschier Granier, hacia el año 1473.

En una estancia contigua al museo, se conserva túmulo que en 1635 regaló a la Colegiata el arzobispo González de Mendoza, además del magnífico manto que lo cubre.