Pandemia


 Nadie cuestiona las cuarentenas, quién y cómo se establecen los confinamientos, si estos son aceptados libremente o si son impuestos y cuál es la base legal y la autoridad para determinarlos.

En el clásico debate entre libertad y seguridad, la victoria de la una sobre la otra es siempre provisional, hasta la siguiente batalla. Y en la guerra que se está librando en el mundo, la primera víctima no sé si es la verdad, pero la libertad corre un grave peligro. Traigo esta reflexión porque todos los periódicos, televisiones y radios están contándonos al minuto cada caso de transmisión real o posible del dichoso coronavirus, todas las tertulias y programas especiales están llenas de expertos de todos los tamaños y categorías hablándonos de pandemias reales, posibles o de ciencia ficción; pero pocos o ninguno se preguntan por dónde queda la libertad. Nadie cuestiona las cuarentenas, quién y cómo se establecen los confinamientos, si estos son aceptados libremente o si son impuestos y cuál es la base legal y la autoridad para determinarlos.

Provincias enteras, poblaciones, familias, grupos e individuos son recluidos en sus casas, en hospitales, en hoteles y a todos nos parece bien, sin preguntas. Tenemos miedo y aceptamos sin más que se nos prive del derecho a la libertad que consagra el artículo 17 de la Constitución.

Entiéndanme bien, no estoy llamando con mis palabras a la desobediencia, sino a la reflexión. Y también a la tranquilidad; porque en España cualquier restricción, o privación incluso, de la libertad para moverse, desplazarse o permanecer donde se quiera, está prevista en la ley y tiene que ser acordada con todas las garantías. La Ley de Enjuiciamiento Civil establece la posibilidad del internamiento no voluntario para personas con enfermedad psíquica con la garantía de la intervención judicial previa o, en caso de urgencia, en un tiempo máximo de 24 horas; también la Ley de medidas especiales en materia de salud pública contempla la posibilidad de establecer internamientos y declarar cuarentenas, como la del hotel de Tenerife que ha ratificado el juzgado de Arona. Hay más ejemplos, pero exceden con mucho el propósito de estas líneas.

La cuestión es, para los que se hayan planteado las dudas y especialmente para los que no lo hayan hecho, que en España tenemos un fuerte sistema de garantías, que van desde la regulación de estas limitaciones de nuestra libertad a través de una ley orgánica, hasta la intervención judicial para confirmar o levantar la decisión adoptada con carácter urgente por una administración. Son las garantías que impiden que la primera víctima del miedo sea la libertad y más en unos tiempos en los que el liberticidio campa a sus anchas en arengas y anteproyectos. Así que pongamos también en cuarentena al miedo y no bajemos la guardia, no sea que el virus que nos invada sea mucho peor que el coronavirus dichoso, peor que cualquier pandemia.