Parados en marcha, ¿hacia dónde?


 La austeridad será un valor al alza en este tiempo histórico de crisis global.

La pandemia ha paralizado todo y a todos: economía, sociedad y personas. Ha sido un “annus horríbilis” pero con la llegada de las vacunas ha renacido la esperanza y nos ponemos en marcha, pero con mucha cautela porque el camino no está despejado del todo. Ha habido derrumbes, carreteras cortadas y vías muertas que por las que es difícil circular y en muchos casos hay que buscar salidas alternativas. La vuelta a las andadas no va ser posible aunque hay cosas del pasado que se pueden recuperar, como los besos y los brazos. Ahora hay que hacer camino al andar y mirar hacia delante.

La pandemia ha instalado a unos en el “infierno del miedo” (del pánico) y a otros en el “purgatorio de la espera” (a ver si pasa esto y qué pasa después). Mucha gente se están entrenando para afrontar el duro y largo camino. Urge salir del “infierno” y del “purgatorio” pero la pregunta es, ¿hacia dónde nos dirigimos?, ¿dónde está el “cielo” que queremos alcanzar?

Para empezar, necesitamos aligerar la carga que llevamos en la mochila: miedo paralizante, egoísmos de vía estrecha, sueños imposibles… y afrontar la marcha con realismo, sin engañarnos y sin engañar a nadie pero con ilusión y esperanza. Para muchas personas de toda clase y condición el camino será duro y todos tenemos que saber que el “nuevo cielo” quizá no será como nos gustaría (ese cielo queda para el más allá), pero si todos ponemos lo que esté de nuestra parte seguro que conseguiremos algo tan sencillo y tan importante como es vivir en paz y con dignidad, con algo sobrante  para compartir con los demás.

Nos tendremos que acostumbrar a prescindir de cosas prescindibles y sobre todo superfluas, sin que corra riesgo nuestra felicidad. La austeridad será un valor al alza en este tiempo histórico de crisis global. Estará prohibido (es pecado) derrochar sin ton ni son y tirar la casa por la ventana para que nos vean los vecinos.

De momento, contamos con vacunas contra el Covid-19, que nos van a quitar un gran peso y mucho sufrimiento de encima, y con la responsabilidad personal y colectiva para ahuyentar al terrorífico virus. No es mal comienzo.

La “tierra nueva y el nuevo cielo” deberá tener como punto de partida y de llegada la fraternidad universal basada en el hecho de que todos somos hermanos, independientemente de las diferencias que nos caracterizan a cada uno. La fraternidad se hace realidad con solidaridad, justicia, igualdad, respeto a los derechos humanos de todos y en todo el mundo y el cuidado de la Creación, “nuestra casa común”. Si queremos que la tierra de promisión hacia la que caminamos sea habitable y agradable para la convivencia de personas, animales y plantas, tenemos que arrimar el hombro todos, cada uno según sus posibilidades. Pongamos manos a la obra porque no hay tiempo que perder.