Pastrana se engalana con sus cruces de mayo en una de sus fiestas más tradicionales
Los ocho barrios de Pastrana ya se plantean cómo van a hacer este año su cruz, para recibir el mes de mayo. Esta Fiesta de Interés Turístico Provincial saca a la calle muchos de los encantos de la Villa Ducal, siempre desde el respeto por sus tradiciones y costumbres. Un bello y florido recorrido, engalanado musicalmente por jotas y coplas, une a los pastraneros desde la misma puerta de sus casas, puesto que es allí donde, todos juntos, comen y cenan en estos días, compartiendo su alegría y el dulce olor del recién llegado mes de las flores.
Históricamente, en la villa ducal, el canto de los mayos está unido a la celebración del Día de la Cruz, que en realidad corresponde exactamente el día 3 de mayo. Según la práctica católica, Santa Elena, que era la madre del emperador romano Constantino, viajó a Tierra Santa para buscar la Cruz de Cristo. Lo logró, después de excavar la tierra del Monte Calvario en una de las colinas cercanas a la ciudad de Jerusalén. Allí fueron descubiertas tres cruces, las de los ladrones Gestas y Dimas, que acompañaron en su martirio a Jesús, y también la del propio Jesús. Fue la de Cristo la que obró el milagro de curar a un enfermo. Desde entonces, fueron muchos los peregrinos, que llegados a ciudad santa, se llevaron como reliquia un trocito de aquella cruz, o lignum crucis. En la Iglesia-Colegiata de Pastrana se conservan varios de estos pequeños fragmentos en torno a los que la villa ducal celebra la Fiesta de las Cruces de Mayo.
En la tarde del 30 de abril, en un lugar bien visible del vecindario, que suele ser siempre el mismo, con rosas y claveles “robados”, flores silvestres, y otros materiales vegetales, los pastraneros tejerán de verde, rojo y blanco los colores de su cruz. Todas competirán luego con las otras siete por ser la más bonita. No hay ninguna fiesta popular en Pastrana en la que falte la música. Y a esta de las Cruces, le va, como anillo al dedo, la de los Dulzaineros de Guadalajara, que caldearán el ambiente, a partir de las 23 horas del día 30 de abril, por las cuestas y calles del pueblo. Su relevo lo tomará después la Rondalla local, que le canta, a partir de las doce, los mayos a la Virgen y a las mozas, una curiosa dualidad, que queda clara en la Plaza del Ayuntamiento. Esas mismas coplas, y otras inventadas, suenan de madrugada en cada barrio de Pastrana, como himnos de la primavera, en una noche que olerá al polen de La Alcarria, este año bien llovida. No faltará, como cada año, la intervención del párroco local, Emilio Esteban.
La letra de los “Mayos a la Virgen” es de origen desconocido. Los pastraneros de hoy la recuerdan siempre así, con las mismas estrofas que han llegado hasta nuestros días transmitidas de padres a hijos por tradición oral. Hoy, se interpretan con sólo unas leves correcciones de lenguaje y el añadido de la estrofa número 22 de los 'Mayos a las Mozas'. Sí se conoce bien al autor de estos últimos. No es otro que quien fuera cronista de Pastrana y gran estudioso de temas pastraneros, Francisco de Cortijo (1910-1992). “Prosigamos muy gustosos/que la licencia tenemos,/ y cantaremos el Mayo/a la Reina de los Cielos”, dice una de las seguidillas de los cánticos que la rondalla dedica a la Virgen. “Vino fin de abril/floreciendo a mayo/con verdes pimpollos/blancos y encarnados”, canta otra, en esta ocasión dedicada a las mozas.
A continuación, al calor del vino de la bota y del porrón, la rondalla cambia las seguidillas por las jotas, así como también lo hace el tono calmado y sereno de las coplas, por la chispa y el humor de los versos inventados por el pueblo de Pastrana. Cada año estrenan alguna. Allí está siempre Javier Gumiel, el poeta de Pastrana, que en estos días prepara alguna letra con la que sorprender a propios y extraños. Para terminar los Mayos, en la Plaza Mayor, el Ayuntamiento invita a los presentes a bollos, rosquillas y limonada.
A eso de la una de la mañana, se inicia el recorrido por las ocho cruces de mayo, ya terminadas, por los barrios del pueblo. La ronda la preceden los Dulzaineros de Guadalajara y autoridades. La visita empieza por la de la Plaza del Heruelo, sigue por la del barrio de Las Monjas, Placituela del Altozano, Calle de Los Rojos, Plaza del Pilarejo o la Plaza de la Iglesia, calles del Viento, Albaicín y Fuenperemnal.
También es costumbre que, el primero de mayo, los vecinos de cada parroquia sigan compartiendo la alegría del mes de las flores en torno a su Cruz, comiendo y cenando en plena calle, y cepillando el traje a los forasteros. Así sacan el aguinaldo con el que, según la tradición, se contribuye a pagar la fiesta.