Peaky Blinders, una nadería muy molona

23/10/2019 - 13:19 J. Pastrana

Voy a nadar contra corriente. Veo Peaky Blinders, sí, pero me parece una serie de chisterazo, guión efectista y agujeros tapados a base de contrapicados, chispazos de fábrica y planos a cámara lenta. La quinta temporada de los Shelby puede que sea una de las mejores de la serie, pero sigue lastrada por unos guiones que no están a la altura de la puesta en escena y su elevadísimo nivel de producción, que junto a sus interpretes es lo que realmente la salva. La mejor prueba del peso que tiene el reparto en esta serie es el retorno de ESE personaje, un fan service de esos que escandalizarían al personal si estuviéramos hablando de una producción con menos pedigrí. La serie juega perfectamente el sota, caballo y rey que espera la audiencia.

 

Sin embargo, parece que nos hemos empeñado en que Peaky Blinders sea tan buena como Boardwalk Empire o Los Soprano. Y no lo es. Es más divertida, muchos más divertida, loca y dinámica, pero sus personajes avanzan a trompicones, según las necesidades del guión y no su propia naturaleza. Tan pronto Arthur Shelby (Paul Anderson) está loco, como se redime para después volver a salirse de madre, sin más explicación que ser lo que toca, como esa tragedia griega que se está cocinando entre Michael (Finn Cole) y la tía Polly (Helen MacCrory). Y todo ello mientras Cillian Murphy pasea la mirada más inquietante y triste de la televisión ante un montón de señoras que estarían encantadas de compartir lecho con el torturado macho alfa.

 

Peaky Blinders es una serie muy de esta época, en la que la forma lo es todo y el público no está para detalles porque casi nadie es capaz de ver un capítulo sin echar una mirada de reojo al móvil. Ver sus fallos implicaría atender a la trama y quizás tampoco nos apetezca demasiado. Es más fácil dejarse llevar por sus buenas actuaciones, por la excelente producción, la desgarrada banda sonora y sus sugerentes propuestas argumentales, que en este caso nos muestran una Inglaterra machacada por el crack de 1929 en la que el partido fascista amenaza con seguir el triunfal camino que tuvo en países como Alemania e Italia. Suuuuuuper sugerente todo, pero por Dios, no rasquen no vaya a ser que se levante la pintura.