¿Qué está pasando en la sociedad española?

15/06/2021 - 08:05 Javier Urra y Enrique Domingo

Presentamos aquí las principales tendencias detectadas en el estudio sobre "Las prioridades en la vida de los españoles realizado por el Instituto Mar de Fondo"

El Instituto Mar de Fondo ha llevado a cabo un estudio sobre ‘Las prioridades en la vida de los españoles’ con dos oleadas de encuesta antes y después de la primera ola Covid-19. Presentamos aquí las principales tendencias detectadas, aquellas que representan los cambios psicosociales de fondo en la sociedad española.

LA FAMILIA. Los vínculos personales -representados por la familia, la pareja, el amor/los afectosse constituyen como el núcleo de prioridades en torno al que se estructura la vida de los individuos. La familia es su agente articulador y es hoy aceptada en la diversidad de las fórmulas que presenta. El soporte de la familia ha funcionado además como centro de ajuste y solución de las perturbaciones creadas por la crisis y la precariedad laboral. Ese núcleo de prioridades constituido por los vínculos más intensos es, además, el que resulta más satisfactorio para los ciudadanos.

La generación que protagonizó la vuelta a la democracia creció en los valores emergentes de los años 60: el discurso de que hay que liberarse de cargas familiares o afectivas para ser libre y realizarse personalmente. Ese discurso se reprodujo en las siguientes generaciones y, paradójicamente, hoy convive con el hecho de que los españoles concuerdan con que “lo que más me importa es que mi familia esté sana y unida” casi uniformemente (84% acuerdo).

LAS OTRAS PRIORIDADES. La salud entendida como ausencia de enfermedad era inmediatamente antes del Covid-19 -y continúa siendo- la primera prioridad declarada de los españoles entre los 17 aspectos considerados; si bien pasa a un más discreto 6o lugar en cuanto al grado de satisfacción y menos de la mitad de la población practica algún ejercicio físico.

Dos aspectos relacionados con el crecimiento y el desarrollo personal (formación y competencia profesional y tiempo libre/de ocio) conforman el tercer foco de prioridad inmediatamente antes que el trabajo. Les siguen llevar una vida moral y digna y la preocupación por la desigualdad social que son algo mayores que la importancia de ganar dinero; conviene señalar al respecto, que casi dos tercios de los españoles se muestran satisfechos con el dinero que ganan (61% muy+más bien satisfecho).

La religión, la política y la espiritualidad son los tres aspectos designados por los ciudadanos co- mo de menor importancia relativa para su vida (8%, 10% y 12% muy importante, respectivamente). 

LOS VALORES Y LAS MUJERES. Sería poco sorprendente -y hasta esperable- observar una profunda crisis de valores subyaciendo a las sucesivas olas de crisis económica del último decenio y medio. Sin embargo, la sociedad española mantiene un sistema de valores cuya importancia es sólidamente manifestada y que articula su sentido cívico. El respeto hacia los demás, el sentido de la responsabilidad, la lealgtad configuran un cojunto articulado y universal en torno al principio esencial de la igualdad (superior al 94% muy+bastante importante); y activan un campo de significados rico y consistente. La desigualdad social es el aspecto que presenta la mayor distancia entre la importancia que se le concede y el grado de satisfacción percibido entre el conjunto de prioridades (63% más bien+muy insatisfecho).

Resulta sencillo apreciar la fuerte dimensión moral de lo cívico que representan este conjunto de valores como vínculo para la convivencia. Derechos y deberes son las dos caras de una misma moneda para la mayoría de los ciudadanos, el sentido de libertad es positivo, no presenta un individualismo de los intereses percibido como corrosivo y egoísta, sino que más bien va asociado a una sólida dimensión de responsabilidad vinculada a lo colectivo.

Ello no impide percibir las contradicciones y las carencias que algunas actitudes encarnan, como una considerable disposición a mentir por interés personal, a aceptar un soborno en el cumplimiento de las obligaciones o a engañar en el pago de impuestos, que son considerados por más de la mitad de los españoles como más presentes en la sociedad de lo que les gustaría.

EL TRABAJO. Como prioridad ocupa un lugar de rango secundario en importancia en la vida de los españoles. Dos de cada tres se sienten satisfechos con su trabajo actual, aunque para la mayoría se concibe como un medio para ganar dinero más que para la autorrealización. (67%). Esa satisfacción es claramente mayor para las personas de clases altas (80%), que a su vez son las más preocupadas por ganar dinero junto con los jóvenes, si bien estos últimos más por un motivo opuesto: la carencia. El rasgo percibido más definitorio del mercado de trabajo es la precariedad, una vivencia sufrida de forma destacada por los jóvenes; lo que ha llevado a consolidar la creencia adaptativa de que “es preferible aceptar la oportunidad de tener un trabajo aunque sea en condiciones precarias” (84%). Es apreciable la expectativa de reconocimiento personal y la considerable percepción de su limitada presencia. No sabemos si las empresas disponen de mecanismos y hábitos de evaluación del desempeño suficientes y formalizados, pero si puede decirse que las empresas no prestan suficiente atención al fenómeno del reconocimiento.

LAS MUJERES. La mujer es protagonista en el reclamo de un papel de igualdad, no discriminación y plena integración con respecto a los hombres que está en sintonía con el conjunto de la sociedad. Hay una conciencia colectiva de las limitaciones que experimentan las mujeres para conciliar la maternidad y la vida profesional y un reclamo para corregirlas y compartir las tareas familiares. Se considera especialmente afectada por la precariedad laboral.

En esas circunstancias, la sociedad en su conjunto ha desarrollado una ambivalencia sobre la deseabilidad de tener hijos. Por un parte, la idea de que “es preferible renunciar a la maternidad para no limitar las oportunidades profesionales” es rechazada por la mitad de la ciudadanía, que presenta una actitud favorable hacia la maternidad (50%). En contraste, más de un tercio se muestra de acuerdo con ese comportamiento de renuncia (36%); y es apreciable el consenso que reconoce una exigente lista de requisitos como condición para querer tener un hijo, en contraste radical con la actitud con la que los abuelos asumieron el hecho de ser padres.

La convivencia en pareja previa al matrimonio es asumida por dos tercios de la sociedad como modelo preferido para la conformación de la familia independientemente de su estado social actual.

Una minoría a destacar es la de las mujeres mayores que viven solas, cuyas condiciones de vida están enmarcadas por la relativa dependencia y necesidad de apoyo. En este colectivo el sentimiento de soledad no buscada es destacado con relación al conjunto y presenta una oportunidad para la innovación social y la puesta en marcha de soluciones creativas para la intervención desde otros segmentos de la sociedad.

LOS JÓVENES. Protagonistas no voluntarios, son aparentes agentes de una inversión forzada del modelo de reproducción social que no pueden evitar padecer. El paro y la precariedad laboral definen la vida de nuestros jóvenes y su preferencia por vivir el presente, que invierten las prioridades vitales respecto de los adultos. La imposibilidad de poner en juego sus deseos y expectativas vitales que se deriva de la precariedad y la escasez de oportunidades, les lleva a la solución forzada de posponer las decisiones más importantes en la vida de los seres humanos; aquellas que marcan el presente y construyen el futuro porque lo conforman desde la orientación de las esperanzas. La pareja estable, el domicilio propio, los ingresos económicos, la descendencia son metas que se ven forzados a postergar.

Esta renuncia al futuro impacta particularmente en las relaciones de pareja sin proyección en el tiempo y explica la aparición de un nuevo modelo de relaciones afectivas fluidas, esporádicas, alternas y de formas de convivencia de menor compromiso. El otro efecto asociado es el impacto dramático de la caída de la tasa de natalidad. La demografía produce cambios, pero de ritmo lento y casi inexorable.Una vez consolidada una tendencia el coste de su cambio es socialmente casi inasumible. En este contexto, nuestros jóvenes se encuentran sometidos a un desgaste emocional que posiblemente no ha tenido precedentes históricos. En comprensible que la parte de ellos más preparada considere la opción de emigrar.

LA POLÍTICA. Los nuevos partidos nacieron para poner fin a la degradación de la política derivada de las consecuencias de la crisis de 2008. El sistema político, para resolver los desajustes del estado del bienestar, estaba tomando decisiones que decepcionaban a los ciudadanos porque pasaban por encima de sus necesidades. Esta decepción creó la oportunidad de la regeneración y la aparición de los nuevos partidos para enfrentarse al estado de cosas anterior. En ese contexto, la corrupción sirvió de espoleta del deterioro. En la escalada del enfrentamiento, sin embargo, tras un decenio de presencia de los nuevos partidos, la política ha degenerado en nuevas formas de degradación. La política se ha convertido en una suerte de espectáculo de pseudo-entretenimiento serial de escenas sorpresivas de intensidad creciente y sentido contrario al adversario, que se percibe como ajeno a las inquietudes de los ciudadanos. Al aumentar el entretenimiento sorpresivo el espectáculo aumenta la incertidumbre y, posiblemente la insatisfacción y el progresivo desapego también hacia los nuevos partidos políticos. “La mayoría de los cargos públicos no están realmente interesados en los problemas del ciudadano medio” (62% completamente+bastante de acuerdo)

LA RELIGIÓN. La función social de ‘religare’ consiste en articular, poner en circulación y compartir adhesión a normas de convivencia, que han funcionado durante siglos, según un marco de sentido de origen metafísico (el “más allá”). La hegemonía del modelo de pensamiento científico ha puesto en cuestión las creencias del marco de referencia metafísico que daba sentido a las religiones; esto explica por qué hoy las religio- nes pierden en buena medida esa capacidad de fundar las normas de convivencia. Si bien buena parte de los principios morales son equivalentes, las creencias basadas en la fe se vuelven progresivamente irrelevantes para hacer sentido frente a los desafíos contingentes de la vida en el siglo XXI, mejor resueltos hoy por las ciencias y la medicina.Las respuestas a las preguntas que subsisten sobre ‘El misterio’ se tienden a buscar en una espiritualidad más individual, no religiosa y menos gregaria. Es por eso que la religión ocupa el lugar de la menor importancia en la vida de los españoles (sólo 27% muy+bastante importante).