Quer

20/04/2020 - 15:20 José Serrano Belinchón

Me encuentro de manera ocasional pasando unos días en la villa de Quer, en donde residen dos de mis hijos. Un antiguo pueblo campiñés, de expertos labradores.

Las placas conmemorativas que a veces observamos luciendo en las fachadas de algunos de nuestros pueblos, nos recuerdan que en la vida hemos podido ser algo, hemos podido aportar algo a la pequeña historia de nuestro lugar como parte de la gran Historia. Nuestro pasado está lleno de grandes personajes que nunca deberíamos echar al olvido. Digo esto recordando mis primeros viajes a ciertos lugares de estas tierras que fueron cuna de grandes celebridades, cuya memoria vale la pena mantener viva al paso de las generaciones.

Me encuentro de manera ocasional pasando unos días en la villa de Quer, en donde residen dos de mis hijos. Un antiguo pueblo campiñés, de expertos labradores, cuya población es muy posible que se haya visto multiplicada por diez durante los últimos años, como parte que es del llamado Corredor del Henares, en torno a la capital, donde las diferentes industrias instaladas en él hicieron el milagro, no sé si para bien o para mal, de cambiar las formas de vida en la comarca, que, como primera consecuencia, supuso una nueva manera de vivir para sus moradores, que se han multiplicado al amparo del trabajo en las fábricas. 

En mi primera visita a Quer, recuerdo que me llamaron la atención unas placas, situadas en lugar bien visible, donde se certificaba al entonces pequeño lugar, como cuna de dos personajes importantes del pasado, que merecieron el reconocimiento póstumo de sus paisanos siglos después. No es difícil encontrarnos en el callejero rural con motivos similares a éste, sin salirnos de la propia Alcarria (pienso en Ruguilla, de donde conviene conocer la larga nómina de sus hijos ilustres, lo que tendremos que comentar en esta mi sección en fechas próximas). Pero hoy nos encontramos en Quer, con dos nombres para tantos olvidados, y que por razón de justicia deseo sacar a la luz. Me refiero a don Juan Pérez Castro y al Dr. Don Timoteo Celada Quer. El primero de ellos fue teólogo e historiador, cronista de la España de Felipe II, al que el más importante de los Austrias dio el encargo de escribir una Historia de España. De el segundo al que me refiero, el Dr. Celada Quer, nacido en esta villa en el año 1872, queda constancia de que sus paisanos celebraron con fiestas y gran júbilo su nombramiento como Vicario Capitular de la archidiócesis de Toledo el 7 de septiembre de 1920 (estamos a punto de celebrar su centenario).

Perdona, amigo lector, que concluya lo dicho con una referencia al año 1849, que acabo de ver en la estupenda historia de su pueblo, escrita por Ángel Mejía y Antonio Zahonero, en la que al hablar del cura de Quer por aquellas fechas, dicen que además de atender esta su parroquia, atendía como anejo el vecino pueblo de Azuqueca; dato sacado del famoso diccionario Madoz, tomo XIII. Son vueltas que da la via.