Rafael González presenta Vivir sin idioma hoy en la Feria del Libro de la Concordia
Rafael González, periodista vinculado a Guadalajara y Nueva Alcarria, reflexiona en ‘Vivir sin idioma’ sobre el desafío de cambiar de lengua para las personas migrantes.
Rafael González, periodista vinculado a Guadalajara y Nueva Alcarria, reflexiona en ‘Vivir sin idioma’ sobre el desafío de cambiar de lengua para las personas migrantes. Hoy, a las 12.00 horas, realizará una presentación oficial en la Feria del Libro de la Guadalajara.
Será en un acto organizado por el Rincón Lento en el templete de la Concordia que arrancará a las 12.00 y en el que se presentarán tres libros: Oveja negra, de Jorge Carvajal; El diario de Etna, de María Tello; y para cerrar este Vivir sin idioma.
“En español no puedo ser yo. Soy yo, pero peor”. “Ni siquiera pronuncian bien mi nombre”. “Mi cabeza quería traducir todo, me dolía todo el día”. Cambiar de idioma es una más de las trabas que enfrentan a diario las personas que migran. Esta realidad se agrava en situaciones de vulnerabilidad como las que presentan aquellos que llegan con un escaso o nulo bagaje educativo o que huyen de tragedias íntimas o colectivas. En Vivir sin idioma, publicado por Ediciones Passer, Rafael González Tejel aborda sus historias individuales y reflexiona a partir de sus vivencias como profesor sobre conceptos como lengua, desplazamiento, racismo, política educativa, docencia y otredad. “El idioma afecta a la identidad, a la percepción que se tiene de uno mismo y a las relaciones sociales que se establece en los diferentes contextos en los que se actúa. El impacto que tiene en la autoestima es inevitable y poderoso”, explica el autor al respecto.
A lo largo de 143 páginas, el profesor madrileño, estrechamente vinculado a Guadalajara y antiguo compañero del periódico Nueva Alcarria, ofrece una visión personal y crítica de la docencia y de las diferentes políticas educativas respecto a la enseñanza del idioma español hacia las personas inmigrantes y refugiadas, enfocadas excesivamente, en su opinión, al voluntarismo y la acción de la sociedad civil. Temas como la alfabetización, el acceso a la nacionalidad y la adaptación tanto a una lengua como a un contexto nuevo desfilan por esta obra de carácter social y que apuesta como tesis por la interculturalidad y la necesidad de abrirse al recién llegado y empatizar sin incurrir en paternalismos ni condescendencia.
González confronta su periplo migratorio por Argelia, Polonia o Francia con aquel otro relato que, una vez de vuelta, percibe en las personas que acaban de llegar a España buscando iniciar una nueva vida. El idioma es para muchas de ellas una barrera más dentro de los innumerables desafíos que supone la integración en un país y una cultura diferente. Vivir sin idioma mezcla didactismo y experiencias personales adoptando una postura reflexiva y de denuncia hacia las distintas políticas lingüísticas abordadas desde instancias gubernamentales. Un capítulo destacado es aquel que se aproxima al examen de nivel A2 que deben superar las personas que deseen optar a la nacionalidad española y que describe como “un muro de control que afecta fundamentalmente a personas de una determinada orientación socioeconómica, en un evidente sesgo de clase”.
En base a su experiencia, el autor concluye que aprender un idioma ya no puede ser considerado un privilegio al alcance de unos pocos, sino “un derecho que repercute directamente en la dignidad de las personas y del que debe responsabilizarse, principalmente, toda la comunidad educativa, y que nos atañe a todos como miembros de la sociedad”.