“Reconozco que deseé que mi hijo muriera”

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Entrevista Andrés Aberasturi
El periodista y escritor afincado en Yunquera de Henares Andrés Aberasturi quiso aportar en la tarde de ayer su granito de arena al Día del Discapacitado con la lectura, en el patio central de la Biblioteca de Guadalajara, de un libro personal de poemas en el que narra sus vivencias con su hijo Cristóbal, un joven con 28 años que en la actualidad padece una parálisis cerebral.
¿Cuál es su aportación al Día del Discapacitado?
Vamos a hacer una medio audición medio lectura de un libro de poemas titulado Un blanco deslumbramiento: palabras para Cris, un libro que escribí hace muchos años para mi hijo con parálisis cerebral cuando tenía 18 años y ahora tiene 28, hace ahora 10 años y que habla un poco de su vida y de la nuestra, de nuestra relación con él.
¿Podríamos decir que este libro de poemas lo ha escrito desde el conocimiento pero también desde el sentimiento?
Sobre todo desde el sentimiento. Los conocimientos los hemos adquiridos a bofetadas. Una de las cosas que cuento es que no nació el primer día. Hay un momento en el que descubro que lo que está detrás del cristal de esa incubadora es mi hijo, al principio lo veía como algo lejano, no era el caso de su madre, lógicamente, que lo conoció veintitantos días después; cuento el encuentro entre la madre y el hijo.
¿A quién destina el libro?
No lo sé muy bien. Uno escribe libros pero no sabe para quién los escribe. Es verdad que se escribe para uno. No pensaba publicar este libro cuando lo escribí, es decir, no pensaba que iba a ser un libro, ni siquiera que iba a ser de verso; yo empecé a escribirlo en prosa en una madrugada absurda y al final terminé escribiendo verso y saliéndome esto y, una vez que salió, me pareció que era algo muy personal e íntimo. La propia gente de la Asociación me animó a que lo publicara, ya que podía servir a la gente y sí ha servido. Una de las cosas que digo en el libro es que hay un momento en que reconozco que espero que me digan una mañana que mi hijo hubiera muerto porque era una angustia brutal la que se tenía. A los pocos meses de publicar el libro me paró una abuela por la calle y me dijo que le había quitado un peso de encima porque había sentido lo mismo con su nieto y se perdonaba por haber pensado eso. Que si yo también lo había pensado es que seguramente mucha gente lo ha pensado y entonces ella había vuelto a ser feliz consigo mismo. Sólo la historia de la abuela justifica el haber escrito y publicado el libro.